Por Fernando Varela
En el borde de la calma reposa
desnuda y armoniosa.
Tímidamente, se desplaza
en un lento regocijo
de sonidos y temblores.
La espalda en espejo refleja la plenitud.
Lleva suave la mano hasta los ojos,
deja caer el pelo
con profunda liviandad
y sin saber siquiera que es mirada
respira tan dócil que el solo acto
justifica mi desvelo.
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