martes, 28 de abril de 2015

Para no sentirse tan solos


Nando Varela Pagliaro

 “Los poetas ahora la pasan bastante mal / nadie los lee mucho / esos nadie son pocos / el oficio perdió prestigio / para un poeta es cada día más difícil /conseguir el amor de una muchacha / ser candidato a presidente / que algún almacenero le fíe / que un guerrero haga hazañas para que él las cante / que un rey le pague cada verso con tres monedas de oro”. Estos versos que acabo de citar forman parte de “Sobre la poesía”, una de las composiciones más populares de Juan Gelman. Fueron incluidos en Hacia el sur, un libro publicado en 1982. Ya han pasado más de treinta años desde los versos de Gelman y a pesar de que todavía es muy difícil encontrar almaceneros que fíen o reyes que paguen con monedas de oro, al menos sí existen premios, festivales y ciclos de lectura que sirven de apoyo para que los poetas puedan difundir sus obras.

Entre los festivales, se podrían destacar el Festival de Poesía en la Escuela, que propone acercar el lenguaje poético a los niños; el de la Biblioteca Nacional; el de la Feria del Libro; el de Córdoba; el del Centro Cultural de la Cooperación y el de la ciudad de Rosario. Sin dudas, este último es el de mayor importancia.

Organizado por el Centro Cultural Parque de España CCPE/AECID, la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario y el Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe, el Festival Internacional de Poesía de Rosario se ha convertido en el encuentro más destacado de poetas que se realiza en la Argentina. Este año, en el mes de septiembre, se llevará a cabo la vigésimo segunda edición. De ella participarán poetas argentinos e invitados especiales de distintos países. Si bien hay actividades en distintas bibliotecas y colegios de la ciudad, la mayor parte de la programación se desarrolla entre la Plataforma Lavardén y el Centro cultural Roberto Fontanarrosa (ex Bernardino Rivadavia).

El Festival también suele ser el lugar elegido para entregar el Premio Provincial Trienal de Poesía José Pedroni  para obras editadas e inéditas y el Premio Municipal Bianual de Poesía Felipe Aldana en sus dos categorías: mayores y menores de 21 años. Las bases de ambos pueden descargarse de la página de la Secretaria de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario <www.rosariocultura.gob.ar>.

Como señaló Martín Prieto, director del CCPE y coordinador del Festival, durante la inauguración del año del último encuentro, una de las ideas de este Festival es "apostar por el futuro además de preservar la tradición”. Prueba de ello son los homenajes a varios poetas de larga trayectoria. En ese contexto, a lo largo de distintas ediciones, se presentaron libros emblemáticos como Collar de arena, que reúne la obra poética de Beatriz Vallejos, Trabajos nocturnos, de Juan Manuel Inchauspe, o Veinte años de poesía argentina y otros ensayos, de Paco Urondo,  así como la reciente publicación de 30/30 Poesía argentina del siglo XXI, una antología de treinta poetas argentinos sub treinta que empezaron a dar a conocer sus versos luego del año 2000 tanto en libros como en blogs, fanzines u otros soportes.

 Durante los cinco días que se realiza el Festival, queda claro que su misión es inundar la ciudad de poetas y por supuesto de mucha poesía. Para eso, la única forma posible es sacarla a la luz, leerla y mezclarla con la mayor cantidad de gente posible. No sólo de lecturas está hecho el Festival. Allí además es el lugar en el que se llevan a cabo ciclos de cine, de música  y obras de teatro relacionadas con el género,  una feria de editoriales independientes (la cual resulta un espacio insoslayable si se quiere saber por cuáles carriles anda la poesía contemporánea) y la esperada Clínica de poesía, que se ha convertido en una de las marcas típicas y de las actividades más atractivas del Festival. La Clínica es un espacio abierto de aprendizaje e intercambio, y una posibilidad, para los participantes, de trabajar sobre su obra bajo la coordinación de poetas de amplia trayectoria y conocimiento de campo. Entre otros, ha sido dictada por figuras como Irene Gruss, Daniel Durand, Damián Ríos, Osvaldo Bossi y Diana Bellesi. El cupo de oyentes es libre, pero sólo se trabaja sobre la obra de quince participantes seleccionados. Aquellos que quieran ser de la partida, deberán ingresar en la web oficial del Festival <www.fipr.com.ar>. Allí, a partir de fines de agosto encontrarán toda la información detallada, además del listado completo de actividades y participantes para que todos los interesados se sumen a este encuentro que ya es un clásico dentro del género.

Si hablamos de clásicos, los ciclos de lectura son una parada casi obligada en el mundo de la poesía.  Se podría decir que el recitado es una experiencia que se transita a la par misma del poema, porque dicen que la buena poesía exige ser leída en voz alta y convertirse en sonido como lo hace la letra de una canción. La oralidad es uno de los primeros métodos para compartir cualquier experiencia y aún sigue siendo de los más eficaces. Los ciclos de lectura son principalmente un lugar donde se mezclan los amantes de la poesía: los que la escriben y los que sólo la leen, si como dice Fabián Casas “todavía existen los lectores de poesía que no escriben poesía”. Son el ámbito ideal para incorporar experiencias, para vincularse con pares, para disfrutar de la belleza de la palabra escrita leída e interpretada por sus autores, para dar a conocer los versos propios, pero sobre todo para descubrir los ajenos. En este campo, la oferta es tan grande que hacer un listado completo sería imposible. De todos modos, mencionaremos algunas opciones como:

El ciclo Literatura Viva es un proyecto colectivo que comenzó en junio de 2003. Al principio se limitaba a reunir a un grupo de amigos en la Casona de Humahuaca para leer "a micrófono abierto". Luego se sumaron los poetas invitados, las entrevistas, las presentaciones de libros y los encuentros especiales. Sus creadores son Lidia Rocha y Gerardo Curiá, quienes además llevan adelante el programa de radio Moebius, que se emite todos los jueves de 21 a 22 por <www.arinfo.com.ar>. 

El Ciclo Carne Argentina que desde el año 2006 vienen desarrollando los escritores Selva Almada, Julián López y Alejandra Zina. Según cuentan los organizadores, su idea fue “generar un espacio en el que convivan los escritores editados y los inéditos, los consagrados y los nuevos; y promover encuentros en los que el público tome contacto con la variedad de estilos, lenguajes y formatos que propone la producción literaria actual”.

El ciclo Interiores, que organiza Inés Manzano con el objetivo de difundir las diversas poéticas que se dan en todas las provincias de la Argentina.

El Festín mutante, un ciclo mensual en el que se conjuga la poesía y la música más una ronda de lecturas abiertas en las que todos los autores presentes pueden leer sus textos.

El ciclo Más Poesía Menos Policía,  creado para que poetas y narradores lean fragmentos de su obra complementando sus textos con otras artes como pintura y música.

Rumiar Buenos Aires, un ciclo itinerante que le da difusión a poetas nuevos y consagrados y que ya se expuso en distintos centros culturales como Ladran Sancho, Espacio Matienzo y Galería Pollock.

Para la poesía, como para casi cualquier disciplina, Internet es un gran canal de difusión. En la “red de redes”, los poetas pueden encontrar muchos sitios de interés, <www.poesíaargentina.com>, en un cuanto a contenido, es uno de los más completos. También es muy valioso el aporte de otros espacios como Diez preguntas a un poeta, Poetas al tuntún y La Audioteca de Poesía, un lugar de alojamiento para poemas en la voz de sus autores.   

Como dijo Samanta Schweblin en nuestro número anterior, “los premios ayudan, por supuesto, son otra versión de las abuelas y los mecenas: te halagan, te dan algo de dinero, le dicen a todo el mundo lo que estás haciendo”. En el área de la poesía también existen concursos que vale la pena subrayar. Para aquellos poetas que ya tienen obra publicada, los Premios Nacionales  cumplen una función notable, ya que además de dinero en el momento en que se lo obtiene, en el caso de los primeros premios, también se les otorga un subsidio de por vida luego de los 60 años, que se cobra a través de la ANSES. Para los que están comenzando a dar sus primeros pasos y tienen una obra en ciernes, dos buenas posibilidades son el Premio Indio Rico que concede la organización Estación Pringles, cuyo presidente es el poeta Arturo Carrera y el Régimen de fomento a la producción literaria del Fondo Nacional de las Artes. Este concurso, por prestigio y transparencia, es una gran oportunidad para que autores noveles lleguen a ver sus versos publicados. Además de premios, becas, subsidios y créditos, el Fondo creado en 1958 con la intención de promover las actividades artísticas, también organiza talleres de poesía gratuitos en distintas provincias del país. Como se detalló en la edición número cinco de La Balandra, el Fondo “es un organismo que depende de la Secretaría de Cultura de la Nación aunque posee un carácter autárquico que le otorga independencia a la hora de desplegar su acción. Sus sedes se encuentran en Alsina 673 y en la Casa de la Cultura de Rufino Elizalde 2831, que fuera el hogar de Victoria Ocampo en Barrio Parque”. Los que quieran saber fechas y formas de presentación, pueden hacerlo ingresando en la web <www.fnartes.gov.ar>.

En resumen, tal vez tenga razón Juan Gelman y los poetas no puedan conseguir almaceneros que fíen ni reyes que paguen versos con monedas de oro, pero como prueba esta nota, al menos sí encontrarán algunos espacios para difundir su obra y sobre todo, para no sentirse tan solos. 

Publicada originalmente en La Balandra, agosto 2014.

domingo, 26 de abril de 2015

El libro recordado: Santa Evita


Nando Varela Pagliaro

Cuando estaba a punto de cumplir doce años, gracias a mi madre cayó en mis manos Santa Evita de Tomás Eloy Martínez. Lo leí en dos largas noches en mi habitación de mi casa en Floresta. Me atrapó tanto la forma en que estaba narrado el calvario que sufrió el cadáver de Evita, que no había quién me despegara del libro. Todos los personajes que desfilaban por la novela, las distintas Evas: la niña, la actriz provinciana, la Primera Dama y la abanderada de los pobres me atraían tanto como sólo el fútbol había conseguido hacerlo. Me acuerdo de Eva sonriendo desde la tapa, de su pelo recogido, de la aureola religiosa que enmarcaba todo su rostro y de sus manos cruzadas con un ramo de flores y una espada. Aún hoy, si pienso en ella, es esa la primera imagen que viene a mi cabeza. Recuerdo que era el verano previo a que entrara en séptimo grado y entonces, además de la pelota, ya estaba comenzando a obsesionarme con entender qué era el peronismo. A decir verdad, mucho no entendía, pero casi veinte años y muchos libros después, todavía me sigue pasando lo mismo.

Publicado originalmente en el diario Tiempo Argentino, abril 2015.

lunes, 13 de abril de 2015

Entrevista a Marcelo Birmajer: “No pretendo que se me tenga que decodificar”


Nando Varela Pagliaro

Marcelo Birmajer  es uno de los escritores más prolíficos de su generación. Desde Un crimen secundario (1992), lleva casi treinta libros publicados y más de once traducciones a distintos idiomas. Apenas entro en su estudio en la calle Valentín Gómez, muy cerca del Mercado del Abasto, me muestra una edición de sus Historias de hombres casados en búlgaro y otra en coreano.Luego se sienta en la misma silla que usa para escribir  y me pide que arranquemos, que ya está listo para hablar de Las nieves del tiempo, la novela policial que acaba de publicar por Editorial Sudamericana.

-Después de Un crimen secundario abandonaste el género policial durante casi veinte años, ¿qué fue lo que te hizo abandonarlo primero y retomarlo ahora ?

-A diferencia de las personas, los géneros no se abandonan. A mí me causa gracia cuando los actores o los escritores dicen que van a abandonar la profesión. ¿Para qué lo avisan? Yo no conozco a nadie que haya dicho “abandono la profesión” y lo haya cumplido. En realidad quieren volver de otra manera. Yo nunca anuncié que abandonaba el policial y en la literatura el tiempo no existe. Pasaron veinte años como los podemos contar los humanos, pero nunca lo abandoné, no lo frecuenté que no es lo mismo.

-¿Como lector sí frecuentabas el género?

- En forma permanente. Nunca he dejado de leer policiales y en muchos de los cuentos que escribo en Clarín, el policial aparece como recurso, aunque no haya ni una víctima ni un detective. Sí hay un enigma, alguien que trata de resolverlo y alguien que quiere impedir que se resuelva. Por lo tanto, sigo usando los recursos del policial pero sin sangre.

-Y como lector, ¿estás al tanto de los policiales que se publican en el país?

-Siempre, porque mis amigos Pablo De Santis, Juan Sasturain y Guillermo Martínez son escritores de policiales. Los libros de ellos, además de que me gustan, los tengo que leer. Hace ya más de veinticinco años que nos leemos mutuamente.

-Entonces, vos con todo lo que publicás, les da mucho más trabajo.

-Sí, es verdad, debo ser el que más publica. Lo cual no habla especialmente bien de mí, es un azar. Me refiero a que publicar mucho o poco no habla de la calidad del libro. Está el que publica un solo libro y no sirve para nada y lo tenés a Simenon, que publicó tal vez trescientos libros y siempre mantuvo una calidad reconocida por la mayoría de sus lectores o lo tenés a Salinger, que sólo publicó cuatro libros y tres de ellos son extraordinarios.

-La manera en que está escrita Las nieves del tiempo es muy cinematográfica, ¿eso es algo buscado ?

-No, no es buscado. Yo todos los años siempre escribo algún proyecto para cine y estoy permanentemente trabajando en proyectos visuales, por lo que el modo narrativo audiovisual ya está muy incorporado en mí. No es algo deliberado, sale. Desde Un crimen secundario escribo así.

-Cuando te preguntan por tus referencias, siempre nombrás a Bioy Casares, ¿creés que es el gran opacado de nuestra literatura?

-No, Bioy tiene un lugar importante. Por ahí no es tan leído como mencionado. Si lo decís por la figura de Borges, tampoco lo creo. En el mundo la estupidez es como el agua, es un setenta por ciento. Cuando uno no logra encontrar a un autor tan extraordinario como Bioy, no es que haya que hacer algún movimiento, porque la estupidez humana no tiene cura. No podés dedicar tu tiempo a remediarla.

-¿De dónde surge la comparación de tu escritura con la de Woody Allen? ¿Qué encontrás de él en vos?

-Eso salió en el New York Times y la verdad que es una muy buena propaganda. Con Woody Allen entre otras cosas me une lo del humor judío de autorreferencia, de autocrítica, la inseguridad, las dudas, la incapacidad para ejercer la violencia, el desprecio por las apariencias y el interés por el amor como motor básico de cualquier historia. 

- Fogwill tenía una especie de slogan- aforismo que decía “Escribo para no ser escrito”. Leí uno tuyo que dice: “No escribo lo que siento, sino lo que invento” ¿Eso tiene que ver con una imposibilidad o con una elección?

-Mi aforismo es mucho más entendible que el de Fogwill; eso es lo primero que quiero señalar. En cuanto a lo otro, tiene que ver con que yo soy un profesional. No me despierto y escribo lo que se me pasa por la cabeza. Busco comunicarme de un modo claro y consensuado con el lector. No pretendo que se me tenga que decodificar. Si uno se guiara por sus sentimientos, habría muchas expresiones que sólo serían comprendidas por un círculo íntimo o incluso por uno mismo solamente. Para mí esas sensaciones, esos mensajes ininteligibles de mi corazón, tienen que ser pasteurizados por mi razón para lograr el impacto en el lector. Por eso no escribo lo que siento, escribo lo que invento a partir de lo que siento. Y muchas veces ni siquiera está en relación con lo que siento. Es lo que me va a servir para hacerte reír o hacerte llorar sin que esas sean ni mis reflexiones, ni mis sensaciones en la vida real.
  
-Alguna vez dijiste que tu lector es una persona que puede escuchar que le cuentan una historia desde el principio hasta el final sin mirar el celular. ¿Cómo influye la tecnología en la literatura?

-No influye en nada. Al infeliz, en el sentido no de estupidez sino de infelicidad, que no puede leer un libro durante un año, estoy seguro de que le pasaba lo mismo antes de tener el celular. Yo soy profundamente infeliz, pero puedo leer y ese es uno de mis consuelos. El celular viene a ocupar un tiempo que ya estaba muerto, no lo genera; se ocupa un tiempo vacuo. Si el celular estuviera ocupando esa inteligencia, la veríamos en Twitter o en Facebook y los mensajes tendrían una buena ortografía. Sin embargo, vemos que expresan el pensamiento iletrado de una enorme cantidad de personas. Simplemente nos permiten saber que el setenta por ciento del mundo sigue siendo una estupidez.

-Paul McCartney siempre dice que la mejor canción es la que todavía no hizo. En tu caso, ¿sos de los que creen que todavía el mejor libro no lo escribiste o lo mejor tuyo ya habría que buscarlo entre lo publicado?

-Lo creo de Paul McCartney, no lo creo de mí. Yo pienso que ya debo haber escrito mis mejores libros. Ahora lo importante es resistir.

-¿No tenés ni siquiera la esperanza de que puedas escribir algo mejor?

-No, no tengo ninguna esperanza, pero estoy muy contento con lo que escribí. No creo que pueda venir algo mucho mejor de lo que ya escribí. No me titules con eso por favor.

-En materia política y social, tus opiniones suelen ser muy controvertidas. En una nota reciente dijiste que “entre los intelectuales hay un gran desprecio por la clase media”, ¿por qué sostenés eso?

-El intelectual tiene cierta adoración por la clase obrera y los pobres a los que no conoce; envidia silenciosa por la clase alta y desprecio por sí mismo, por la clase media que es la que mayormente habita. Hay un elemento del auto-odio que comparten ciertos grupos humanos: la clase media, los jóvenes y los judíos de izquierda. Esos tres grupos tienen una recurrencia por el auto-odio. Fijate que en Mayo del ’68 los jóvenes estudiantes enarbolaban carteles de Mao Tse Tung, que perseguía a los estudiantes y a los homosexuales; enarbolaban banderas de Fidel Castro, que no permitía que los estudiantes salieran del país y despreciaban la democracia francesa, que les permitía vivir en un estado de bienestar, tener libertad de expresión y salir libremente del país. Ahí tenés un caso patente de auto-odio.

-En esa misma nota decías que los intelectuales suelen defender esas posturas ideológicas, pero no serían capaces de vivir bajo ninguno de los regímenes que defienden.

-  De hecho, cuando en los años setenta tantos intelectuales de izquierda latinoamericanos se vieron obligados al exilio, el noventa por ciento eligió los países de las democracias occidentales. Menos de un diez por ciento eligió los países detrás de la cortina de hierro.

-Durante poco más de dos años fuiste el guionista de Periodismo para todos, el polémico programa de Jorge Lanata, ¿cómo fue trabajar con él?

-Muy estimulante, muy adrenalínico y muy productivo.

-No fue lo primero que hiciste en televisión. Antes ya habías trabajado con Fabián Polosecki.

-Eso fue un trabajo mucho mejor, más perdurable y más trascendente. Hicimos un programa que se llamó Del otro lado y creo que va a quedar mucho más en la memoria de los argentinos.

-Si tuvieras que hablar de diferencias entre la forma de trabajar de Lanata y de Polosecki, ¿qué dirías?

-No encuentro una manera de compararlos. Sí puedo decir que trabajar con Lanata era estar permanentemente atento a la realidad, una realidad efímera, que cuando lleguen las elecciones del 2015 se comienza a olvidar inmediatamente. Del mismo modo que los best sellers de política duran un par de años, los productos de Lanata también tienen esa durabilidad. El trabajo con Polo es algo como la literatura, como el cine; son programas que van a durar mientras dure la Argentina.

-El hecho de tener cierta exposición, sobre todo a partir de trabajar con Lanata,  ¿te juega en contra a la hora de valorar tu propia literatura?

-Creo que siempre fui muy maltratado por la academia, por los círculos intelectuales estructuralistas y obviamente por la izquierda porque yo soy conservador y me gusta la democracia, el libre mercado, la libertad de expresión, la libre circulación. Entonces, todo eso va en directa contradicción con el pensamiento de la mayoría de los intelectuales. De modo que nunca fui simpático para esos opinólogos. No creo que trabajar con Lanata haya incidido demasiado en sus opiniones, simplemente las confirmaron. No creo que me haya perjudicado en lo que hace al público, sí me perjudicó con respecto al gobierno. Yo hasta el año 2011 siempre trabajé como freelance en algún emprendimiento de la Secretaria de Cultura de cualquier gobierno democrático desde el ‘89 para acá. A partir de trabajar con Lanata toda vinculación con algún órgano estatal me fue suprimida. Se me dijo que descontaban mis servicios. Cosas que tenía acordadas y firmadas, las anularon y nunca más me llamaron para nada.

-De esto hablás en Libro de emergencia, tu libro de ensayos de coyuntura política. Ahí además decís que en la era K la libertad de expresión se encuentra amenazada. ¿Al ver Periodismo para todos se ve todo lo contrario?

-Lo que yo digo es que no hay nada que no se pueda decir, pero no hay nada por lo que no sufras represalias. La libertad de expresión no se limita a que puedas decir lo que querés, tiene que incluir no sufrir represalias por decir lo que querés y yo he sufrido represalias directas del gobierno. A mí me habían contratado para dar seis charlas en Santa Cruz y por dar mi opinión en el diario Clarín, me llamaron y me dijeron “prescindimos de tus servicios”. Eso es sufrir represalias por decir lo que querés.

 -Tanto en tu trabajo como guionista con Lanata, como en tu narrativa, el humor es uno de tus principales recursos literarios, ¿Es más fácil o más difícil hacer humor a partir de la realidad o de la ficción?

-Para mí es mucho más difícil hacer humor con la realidad. Yo prefiero inventar el marco en el cual me voy a reír. Hacer humor con políticos, con personajes del momento, siempre tiene el pecado de lo efímero y eso no estimula mi capacidad creativa.

-¿Tenés algún límite en cuanto al humor en la literatura y sobre todo en el humor político?

-Yo puedo hablar de mí límite. Cuando vos trabajás con otras personas, vos podés ver el límite donde ya tu nombre no figura más. Ese límite en ningún momento sentí que fue atravesado. No sentí que debía renunciar por algo que se había dicho. Sí puedo admitir que en algún momento mi desprendimiento del proyecto fue para cubrirme de que eso no ocurra nunca. En lo que escribo, invariablemente mi límite es no hacer daño. Si siento que algo que estoy escribiendo puede dañar personalmente a alguien, no lo escribo.

-¿Tuvo que ver con eso entonces tu alejamiento, veías que ya la línea editorial y humorística del programa de Lanata no te cerraba?

-La verdad fueron una serie de motivos, pero tuvo que ver principalmente con que mi humor se fue separando más del humor que quería Lanata. El tipo de humor que yo escribía, que en 2012 y 2013 había sido muy celebrado por él, al punto de mencionarme personalmente en el medio del programa, cosa que no hizo con los demás guionistas, últimamente se iba separando cada vez más del humor que él requería. Él quería un humor más agresivo, entonces al final sólo quedaba mi nombre, pero no la mayoría de mi material, por eso preferí apartarme. 

-Hablando de la década del setenta dijiste que “si no fuera por la muerte, que la vuelve trágica, la década del 70 se limitaría a ser ridícula, y el ridículo es un elemento muy atractivo para cualquier escritor” ¿cómo ves la década kirchnerista en materia narrativa?

-Muy buena para hacer un policial y un thriller, pero todavía no me puedo reír. Creo que ha sido una década mediocre, con la mediocridad de la Europa del Este posterior a Stalin, pero antes de la democracia. Si tengo que hablar de un clima de esta década, para mí ese clima es aburrido y opresivo; es algo desagradable. Así que hay poco de qué reírse y mucho de qué aburrirse.

-El periodismo, de algún modo, te obligó a estar siempre en contacto con la realidad. ¿La abandonarías para dedicarte sólo a tu literatura o a esta altura ya es otra de tus pasiones?

-El periodismo en mí es un oficio, no una pasión. No sé si es una vocación, pero definitivamente no es una pasión. Sin embargo, mi columna en Clarín es algo que me apasiona, es mi vocación y es uno de los trabajos que más disfruto, pero se llama “Se me hace cuento”.

-¿Encontrás literatura en el periodismo o son dos cosas muy distintas?

-Muy poca. Lo que hago en Clarín sí es literatura, pero el día sábado no hay ningún otro que escriba literatura. La verdad no encuentro literatura en el periodismo.

-¿Ni siquiera en la crónica? Pienso por ejemplo en Leila Guerriero o Josefina Licitra.

-No me gustan las crónicas de Leila Guerriero. Nunca me gustaron y no lo puedo controlar. En Non-fiction por ejemplo, me gusta mucho Galimberti de Larraquy y Caballero. Ese es uno de mis libros favoritos y fijate que con Caballero estoy en las antípodas políticas.

-El tema de volver el tiempo atrás y modificar lo que uno hizo es una de tus obsesiones literarias. Si realmente eso se pudiera hacer ¿qué cambiarías?

-El ochenta por ciento de mi vida.

-¿A nivel literario también?

-Sí, todo. Tal vez la mayoría de los libros los volvería a publicar, pero habría algunos que sacaría. Lo que sí sé es que haría todo distinto. Yo siempre que escucho a la gente que dice “yo no me arrepiento de nada”, son mi antítesis, yo hice todo mal. Haría todo de nuevo.

-¿En serio sentís eso?

-Sí. En todos los aspectos de mi vida siento que me equivoqué.

-¿Tampoco estás conforme con el escritor que sos?

-Con el escritor que soy estoy muy conforme. Es una de las cosas que más me conforma, pero definitivamente manejaría mi carrera de otra manera, invertiría la plata de otra manera. No sé decirte exactamente qué hubiera hecho en vez, pero sí sé que hay muchas cosas que no las hubiera hecho como las hice. De todos modos, la escritura es el lugar en el que más conforme estoy con lo que hice, aún sin estar conforme.

-Tenés una relación muy especial con la plata. Algo que tal vez no es común entre los escritores.

-Yo no, yo quiero dinero todo el tiempo.

-¿La literatura puede ser el camino para hacer dinero?


-La literatura definitivamente no es el camino, pero no me resigno porque no sé hacer otra cosa. 

Publicada originalmente en la Revista Quid de las librerías Yenny y El Ateneo. Abril, 2015.

lunes, 6 de abril de 2015

El disco recordado: Ácido argentino - Hermética


Nando Varela Pagliaro

Además de la ropa y los juguetes, con nuestros hermanos también compartimos los primeros discos y las primeras canciones. Las que cantábamos todavía sin entender de qué se trataban y las que recién empezábamos a entender; las que disfrutaban nuestros padres y las que los horrorizaban. Muchas veces sólo por eso las elegíamos: para espantarlos, para provocarlos, pero sobre todo para diferenciarnos de ellos y de la buena música que querían inculcarnos. Fue así que mi hermano y yo dejamos de lado a Queen y Los Beatles y tuvimos nuestra etapa heavy metal. Él, por ser el mayor, llegó incluso a andar con el pelo largo hasta la cintura y los pantalones negros pegados al cuerpo. Yo no, con apenas ocho años mi rebeldía se agotaba en lo musical. De esas incursiones metaleras hubo un disco que sobrevivió. Se llama Ácido Argentino y fue el segundo trabajo de estudio de Hermética, la mítica banda que formó Iorio luego de V8.

Más de veinte años después, cuando en algún lado escucho que suena “Memoria de siglos” o “En las calles de Liniers”,  todavía subo el volumen y vuelvo a sentir que soy otra vez un chico, como cuando compartía el cuarto con mi hermano en nuestra casa del barrio de Floresta. 

Publicado originalmente en el Suplemento de Cultura de Tiempo Argentino, abril 2015.