martes, 26 de enero de 2016

Entrevista a Carlos Gamerro:“Ya no se recurre a la literatura para pensar el país”


Nando Varela Pagliaro

Carlos Gamerro acaba de publicar Facundo o Martín Fierro. Los libros que inventaron la Argentina. En este polémico ensayo el autor de Las Islas retoma una disyuntiva que planteó  Borges en los ´70: ¿qué habría pasado si en vez de elegir el Martín Fierro como nuestro libro nacional hubiéramos elegido el Facundo? ¿Seríamos una sociedad distinta? Para responder a estos interrogantes analiza casi dos siglos de literatura. Desde Esteban Echeverría y los grandes textos políticos del siglo XIX, hasta casi la actualidad.

-¿Un libro puede tener tanta incidencia en el destino de una nación como planteaba Borges?

-Lo planteo un poco como un juego y por eso digo “hagamos de cuenta que los libros tienen esta influencia”. Como toda hipótesis que te saca de los lugares habituales de pensamiento, la de Borges vale la pena tomarla en serio. Siempre la idea que uno maneja es que la realidad ya está constituida y las obras artísticas de alguna manera la reflejan. Me parece interesante ver qué pasa si en realidad es al revés, si son las creaciones las que se anticipan a la realidad: cómo y de qué manera operan sobre nuestra imaginación para conformarnos. Si uno lo piensa en períodos más vastos, no era una idea tan extraña. Para los griegos, lo que los definía como griegos era su lenguaje y su lenguaje estaba plasmado en dos obras: La Ilíada y La Odisea. Leer esos poemas e identificarse con ellos era ser griego.

- Y en nuestro caso, ¿cuáles son las consecuencias de haber elegido el Martín Fierro?

-Indudablemente el Martín Fierro tiene un peso importante, pero por algo Borges plantea esta dicotomía: el Martín Fierro o el Facundo. No lo puede hacer con cualquier otro libro del siglo XIX, el Facundo también tiene un peso constitutivo muy grande. Esta frase que Borges dice por primera vez en los ´70, era una forma de aludir elíptica, pero claramente al peronismo. El Martín Fierro de alguna manera habría legitimado el polo de la barbarie, que él identificaba con las montoneras y con Rosas en el siglo XIX y después con el peronismo. Hay muchos elementos de nuestro modo de ser que se pueden rastrear en el Martín Fierro y pensando en el libro no solo como un retrato, sino también como un poema que nos constituye. Hay muchas cosas del libro que podemos pensar desde nuestros días: la idea de que la amistad y las relaciones personales están por encima de las relaciones del individuo con el Estado.
El corazón ideológico del Martín Fierro es cuando Cruz se da vuelta y se pone  a pelear junto a Fierro contra sus propios hombres. Un francés o un alemán jamás entenderían lo que hizo. Acá no solo lo aceptamos, además nos parece lógico. Hay una tradición de lo ilegal no vista como lo negativo, sino como una respuesta a un valor más alto, que en este caso serían las relaciones personales.
Borges, en Nuestro pobre individualismo, dice que las películas de Hollywood plantean el caso de un periodista que se hace amigo de un criminal para entregarlo a la policía. Para nosotros ese “héroe” es un incomprensible canalla, no dice un infame canalla. No es solo que no lo podemos valorar, además no lo entendemos.

-Si miramos el contexto actual, ¿no ha influido más el modelo de Sarmiento con esta idea de que sólo hay dos polos contrapuestos?

- Sarmiento triunfa como creador de dicotomías. Para él todo conflicto se da a la manera de una guerra. Hay dos bandos, en cada uno hay individuos distintos y el enfrentamiento es a muerte. Hay que derrotar al otro para fundar una sociedad ordenada y sin conflictos. No hay planteos de conciliación, ni de superación dialéctica. Si vos pensás en cualquier sociedad con sus divisiones, tomo el ejemplo de Estados Unidos porque es más fácil, tenés por un lado una divisoria racial y por otro, una divisoria religiosa. Nunca coinciden una y otra. Es muy difícil organizar una sociedad para que no tengas personajes que estén de los dos lados. Sarmiento lo que busca es que todo coincida en una divisoria, por eso en su último libro termina reduciendo todo al eje indio-blanco. Indio malo, blanco bueno.
De todos modos, es difícil determinar quién ganó entre un libro y otro porque en esta dicotomía Sarmiento claramente se pone en uno de los lados. Él está en el polo de los blancos, la civilización europeísta y la cultura letrada, el otro polo para él es todo negativo. En cambio, José Hernández ocupa los dos espacios. Por un lado plantea la reivindicación del gaucho y el mundo rural, pero por otro, sobre todo en la vuelta, dice que ese gaucho debe integrarse a la ley del Estado y a los dictámenes de la cultura letrada. Al gaucho lo dejaría en un lugar intermedio, entre lo blanco y lo indio y prefiere hacer una distinción religiosa y dice que el indio es el infiel y el gaucho es cristiano. Además, el Martín Fierro es un texto que está dividido contra sí mismo. Hay un enfrentamiento claro entre la ida, que tal vez sería el momento bárbaro y la vuelta, que es casi sarmientino. Tal vez la única diferencia fundamental es que para Sarmiento hay que aniquilar tanto a gauchos como indios y para Hernández a los indios sí, pero a los gauchos no.      

-Esa mirada europeizante de Sarmiento, ¿sigue pesando en la sociedad actual o algo cambió a partir del reconocimiento de los pueblos originarios y otras medidas de estos últimos años? ¿Sigue habiendo racismo?

-El racismo de Sarmiento es tan descarado que asombra leerlo. Durante el siglo XIX, la idea de la superioridad de unas razas sobre otras era una idea de sentido común. Había que justificar el hecho de que se les quitara las tierras y los derechos y se los aniquilara.
Después, hacia mediados del siglo XX, probablemente por la crisis de los discursos racistas europeos, se abandona el discurso racista, pero siguen las prácticas cotidianas del racismo. El racismo declarado es reemplazado por una especie de racismo soterrado que tal vez se dice en ámbitos más privados, pero se ponen en la práctica en un montón de manifestaciones cotidianamente. Eso creo que llega hasta hoy.


-En tu ensayo hablás de la posibilidad de escribir un libro que cambie las reglas del juego y engendre una realidad distinta a la que engendraron el Martín Fierro y el Facundo, ¿cuán viable es eso? ¿Sigue habiendo espacio para las grandes obras o las grandes obras siempre hay que buscarlas en el pasado?

-Lo que pasa es que estos libros aparecen cuando se está fundando un país y hay un montón de caminos abiertos. Tal vez el espacio para que aparezcan este tipo de obras depende de los grandes cataclismos que cada tanto suceden en las sociedades. Algo de eso creo que pasa con la guerra de Malvinas. Por eso el discurso alfonsinista de la primera época tiene esa retórica tan fundacional. Ahora si pensamos en el siglo XX, creo que Borges ocupa un lugar parecido.

-¿Su obra ha influido tanto en nuestra sociedad o Borges sigue siendo un escritor que circula sobre todo entre escritores y lectores muy cultos?

-La influencia de los libros no creo que sea algo que funciona solo en la vía directa. Como dice el lema de la Feria del Libro: del autor al lector. Hace tres años estaba en un congreso de escritores en Edimburgo y el tema en discusión era cómo llegar a los lectores. Me acuerdo de que estaban todos enojadísimos con Cincuenta sombras de Grey y denostaban al Ulises de Joyce. Yo les decía que no piensen solo en la influencia directa, sino en ese libro leído por escritores, periodistas, políticos, cineastas, artistas, que a su vez luego generan otros libros u otras obras. Si lo pensás así, ¿quién influyó más Cincuenta sobras de Grey o el Ulises? No hay que pensar en los números de ventas. Borges, creo que también funciona así. No todos leyeron a Borges, pero sí todos leyeron a alguien que leyó a alguien que leyó a Borges. Eso es empíricamente imposible de medir, pero mi sensación es que a Borges lo ves por todos lados. Hasta cuando no está siendo citado. Siempre digo que cuando escribo ensayos, mi método es escribir así como sale y cuando corrijo tacho las citas de Borges. Incluso, el último tercio del libro que es sobre los libros que Borges no leyó, ya sé que, dentro de mis posibilidades, los estoy leyendo como los hubiera leído él.

-En el comienzo del libro decís “hagamos como si la literatura fuera lo más importante”, en verdad, ¿hoy qué lugar ocupa la literatura y los escritores en la sociedad?

-Es un lugar más oculto, no sé si menos importante. Tanto por recuerdos de infancia como por investigaciones que hecho por mis novelas, leyendo las revistas de actualidad aparecían los reportajes a Borges, a Bioy Casares, a Cortázar, etc. Las opiniones políticas de Borges se publicaban todo el tiempo. Hoy no se ve nada equivalente. De hecho, todas las personas reconocían a estos escritores por la calle, como podrían reconocer un actor de telenovela. Hoy los escritores más conocidos que podrían ser Piglia o Aira, para gran parte de la población no son conocidos ni los nombres, ni las caras, ni nada. Me parece que tampoco hay por parte del Estado un intento de captar a los intelectuales.

-¿No hubo un cambio al respecto, durante el gobierno kirchnerista? Pienso en Carta Abierta, por ejemplo.

- Tal vez hubo un poco más. Pero creo que en ese caso fue más un movimiento de intelectuales que trataron de acercarse al gobierno, que el gobierno de acercarse a ellos. El peronismo nunca fue especialmente hostil a los escritores, sino más bien fue indiferente. Les decía: “no los necesitamos”. En este sentido de la literatura de crear identidad, el peronismo funcionó como la literatura.

-En uno de los ensayos citás a Walsh cuando decía que hasta el peronismo “nuestros políticos llevaban un tintero en el chaleco”. ¿La pérdida del lugar que tuvo el escritor en la sociedad habría que buscarla en el peronismo?

-Yo creo que sí, pero no porque prefieran las alpargatas a los libros, sino porque de alguna manera el peronismo crea una literatura y una mitología sin necesidad de recurrir a los escritores. En los ´70 se ve como todos los escritores e intelectuales se acercan al peronismo revolucionario con una especie de voluntad casi cristiana de anularse como escritores e intelectuales para vincularse al pueblo. Lo que sobre todo cambió ahora y veo como algo negativo, y me gustaría que mi libro ayude a revertirlo aunque sea un poco, es que ya no se recurre a la literatura para pensar el país. En estas mesas de actualidad donde la gente va a leer qué está pasando o qué va a pasar, hay siempre o periodistas o historiadores o sociólogos. Si se trata de cuestiones individuales, entonces son psicólogos. Pero la idea de intervenir en política con un texto literario hoy es impensable. ¿Qué escritor piensa hoy en realizar una intervención de esta clase desde la literatura? Para hablar de toda la coyuntura política, ¿a cuántos escritores entrevistan?

-Si se entrevista, se entrevista a los mismos dos o tres, pero tal vez además de ser escritores, ya ocupan un lugar más de personajes. Pienso en Jorge Asís, por ejemplo.

-De hecho cuando se convierte en personaje mediático deja de ser escritor de alguna manera. En esto que te digo, creo que sí hay una pérdida. Yo cada vez que quiero entender un país, empiezo a leer las novelas de ese país.  

-Y de esa equivalencia entre saber y poder de la que hablaba Sarmiento, ¿cuánta culpa hay en los escritores para que el saber hoy no sea uno de los valores más importantes?

-Puede ser que los escritores tengamos parte de culpa porque nos acostumbramos a esta circulación reducida. Aún así, la literatura sigue circulando en ámbitos más chicos, con menos lectores, pero no se puede dejar de reconocer que a pesar de todo, las ideas igual trascienden.

-En este contexto, ¿la crítica qué lugar ocupa?

-Yo trato de escribir una crítica que por lo menos potencialmente pueda llegar a cualquier lector culto. Con un lector culto me refiero a un lector que esté interesado en el tema. Hay un discurso académico que es muy cerrado y no se preocupa por llegar a un público amplio. Algo que en otras disciplinas se resolvió con una especie de división. En historia por ejemplo tenés a los historiadores y a los divulgadores. En ciencia pasa lo mismo, en cambio en la crítica literaria esa división no está y está bien que no exista. Pero el peligro es que la crítica literaria académica deja a un montón de gente interesada en la literatura afuera. En cuanto al rol que cumple la crítica, por ejemplo en este libro para ver los efectos que los textos tuvieron sobre su época y los momentos posteriores, una de las maneras más fuertes para medir eso es ver qué lecturas generaron. Esas lecturas no son solo un registro del efecto del texto, sino que están produciendo el efecto del texto. Cuando el Martín Fierro se convierte en un texto de la élites y que de alguna manera le pone una barrera identitaria a los inmigrantes, no es el Martín Fierro el que hace eso, es el Martín Fierro leído por Lugones.     

Publicada originalmente en la Revista Quid, enero 2016.


jueves, 21 de enero de 2016

Entrevista a Ro Vitale: “El TOC me debe años de mi vida”


Nando Varela Pagliaro

Es noviembre de 2009 y Romina Vitale está en el escenario del Luna Park.  Andy Kusnetzoff, frente a cientos de personalidades del mundo del espectáculo, le entrega en sus manos el Premio Clarín Revelación en Música Popular Melódica. Unos meses atrás, su disco Étnica también había recibido el Premio Gardel al Mejor Álbum Nuevo Artista Pop. Romina soñó con esa noche durante mucho tiempo. Quizás desde que a los cuatro años cantó por primera vez en un escenario junto a su padre. Sin embargo, algo no estaba bien. Un pensamiento extraño hizo que se fuera casi expulsada del teatro y la noche del festejo terminó con un vestido hermoso y una estatuilla de Clarín tirada en la cama de su madre y viendo la transmisión por tele.

Unos meses después de la noche en el Luna, para Romina las tareas más comunes, como beber, dormir, comer, tocar, caminar o vestirse dejaron de ser naturales para transformarse en tareas imposibles. La calle y la gente significaban la posibilidad de enfrentarse con los peligros más atroces. Todo le daba miedo porque creía que estaba contaminado: las canillas, los picaportes, los sillones, las mesas, las sillas, el suelo, las alfombras, las cerraduras de las ventanas,  el microondas, la cafetera, los cajones y las alacenas. Lo que caía al piso sucumbía, con lo cual poco a poco fue perdiendo las almohadas, las mantas y, sobre todo, mucha ropa. Se salvaron de terminar en la basura solo una  bombacha, un corpiño, una remera de manga corta, un suéter, dos sacos y algunos pantalones. Fueron meses muy duros, en los que Romina dejó de abrazar, de besar, de mirar. Dejó de reír, de cobijar y ser cobijada. Dejó de juntarse con amigos para hablar y hacer música. Su casa era una especie de guarida, pero ni siquiera entre sus cuatro paredes se sentía segura. No se atrevía a abrir las ventanas por temor a que alguien entrara. Deseaba que el sol le rozara la cara, pero no podía levantar la vista y abrir la boca para sonreír por miedo a que alguien desde algún edificio le arrojara un líquido contaminante.  Llegó a defecar en la bañera para no tener contacto con el inodoro, al que veía lleno de sarro y manchas marrones. “Con el papel recogía el excremento y lo depositaba en bolsas de residuos que guardaba en mi habitación. No podía tirarlas porque tenía miedo de que el olor que emanaban proviniera de posibles cadáveres de personas o animales que por alguna razón estaban adentro de las bolsas”, recuerda Romina.

“La gente cree que soy una mujer muy potente. Potente y sexy. También cree que soy hermosa y brillante. Yo no miento, aun así, la gente cree”, escribió en uno de los primeros textos en los que a corazón abierto confesaba su lucha contra un trastorno indomable. En ese mismo texto de 2012, se presentaba así: “Mi nombre es Ro Vitale, soy cantante, compositora, arregladora y productora. Nunca pude vivir de mi profesión. Todavía la llamo a mamá para que me lleve a comer porque muchas veces no tengo plata para comprarme la comida o porque simplemente no puedo cocinar”.

Trastorno obsesivo- compulsivo (TOC)  severo, fue el diagnóstico del doctor Fernando García. A partir de entonces vinieron días y meses intensos de luchar contra una enfermedad compleja y dolorosa. Días de llegar a las sesiones con la ropa mojada, temblando de frío y desconfiando de todo. “A través de una serie de técnicas, Fernando me ayudó a comprender que las intrusiones (pensamientos obsesivos) son involuntarias y que las compulsiones se pueden moderar y limitar muchísimo”. Romina habla de su patología como una especialista. La prueba de esto es TOCada (Editorial Del Nuevo Extremo), una especie de diario íntimo muy conmovedor en el que registra su vida con la enfermedad. “Fue un paño para secar lágrimas o un argumento legítimo para derramarlas. Nunca lo  escribí pensando en que iba a ser publicado. Terminó siendo publicado de una manera totalmente orgánica. De hecho, todavía no caigo. El otro día estaba con una amiga en este bar, lo estábamos leyendo y en un momento salimos a fumar y dejamos nuestras cosas en la mesa. La miro preocupada y le digo: “No, no dejés el libro a ver si alguien lo ve”, me cuenta sentada en su silla del bar Las Cortaderas en el barrio de Las Cañitas. Digo “su silla”, porque antes de que empezáramos a hablar buscó esa silla entre todas las mesas del bar. “¿Cómo la reconocés? Para mí son todas iguales”, le digo. “No —me dice—esta es la única que tiene unos puntitos en el tapizado”.

Es que si bien Romina hoy recuperó prácticamente toda su funcionalidad, todavía le quedan secuelas de su TOC severo. “Aprendí a convivir con algunas compulsiones y no está bueno. Todavía cierro las canillas de la cocina con papel y no con la mano; tengo rutinas del modo de bañarme: tales partes se lavan primero y tales otras después; me baño con la bombacha.  Aunque ya estoy cerca de corregirlo, todavía lo sigo haciendo. No me saco la bombacha y agarro otra, me lavo siempre la misma bombacha. Antes tampoco me sacaba el corpiño, ahora eso pude corregirlo. No tomo medios públicos; ni loca me subo a un colectivo. Tomo remises y aunque siempre trato de que sean los mismos, igual no estoy cómoda. Lo interesante es que del mismo modo que han quedado estas compulsiones, gracias al tratamiento ya conozco el sistema por el cual, si quiero, puedo combatirlas. No es fácil, es una terapia muy dolorosa, pero te quedan las herramientas físicas y emocionales disponibles”.

La escucho hablar y le digo que no sabía que el TOC era una patología en la que se sufría tanto. Le confieso que suponía que era algo muchísimo más leve. “A la mayoría les pasa lo mismo —me dice—pero lo que no se sabe es que es una de las diez patologías más incapacitantes del mundo, incluyendo las físicas. Lamentablemente la mayor parte de la población la toma como un chiste, pero está muy lejos de serlo. Nadie que se ría contando que es “re TOC”, porque le gusta ponerse una remera roja o porque va a devolver un corpiño porque tiene tres manchitas,  tiene TOC. El mal uso del término viene por el lado de que como la gente tiene intrusiones, cree que tiene TOC. Entonces, juegan a llamar TOC a eso que tienen, que no les complica la vida en nada. Le dicen TOC solo porque es cool y divertido. Yo creo que cuanto más tratemos a la enfermedad como algo trivial, más estamos alejando de su tratamiento y su diagnóstico a las personas que realmente lo padecen”. 

Romina se lleva una mano a la cara, hace un silencio breve y sin que le pregunte nada, me mira a los ojos y me dice: “Me gustaría que el libro sirva para educar, para poner la temática un poco más en el tapete, para incentivar a más psicólogos para que se especialicen en la terapia cognitivo conductual, que les sirva a chicos o chicas que pueden estar atravesando lo mismo que pasé yo. Pero además de estos objetivos, tengo un objetivo más egoísta: a mí el TOC me debe años, guita, tiempo, amor. Perdí horas de mi vida haciendo compulsiones, horas evitando el placer, el bienestar; evitando un beso, un abrazo, un laburo y la posibilidad de avanzar en mi carrera”.

 Antes de despedirme, le pregunto si cree que aprendió algo bueno después de haber sufrido un TOC tan severo. Romina se pone aún más enfática que durante el resto de la charla y me explica:

“Nosotros siempre damos por sentada la salud, vamos por la vida caminando y damos por sentado que tenemos dos brazos, dos piernas; que vemos y que nos pasa la comida por la garganta. El día que no te pasa, te das cuenta de lo importante que es que la garganta esté abierta para que pase la comida. Lo que me dejó llegar al fondo del agujero del TOC es una especie de respeto mayor por la idea del bienestar. Ahora soy consciente de esas pequeñas y enormes cosas que solemos dar por sentadas. Hoy puedo tomar, ayer no podía. Hoy valoro más poder subirme a un escenario o terminar una canción. Viví tantos años achicada a lo más mínimo que cuando puedo desplegarme valoro mucho el despliegue. Esas son las cosas que más disfruto.

Publicada originalmente en la Revista Viva, enero 2016.

jueves, 14 de enero de 2016

Mis Discos: Pablo Guerra y Pablo Wehbe

Nando Varela Pagliaro

La última entrega de Mis discos es en realidad una entrega doble. En esta ocasión los que respondieron el cuestionario fueron dos Pablos: Pablo “Huevo” Wehbe, cantante de Aztecas Tupro y Pablo Guerra, ex guitarrista de Los Piojos y Caballeros de la Quema  y autor de su hermoso disco debut como solista: Guerra suelto.

 Pablo “Huevo” Wehbe



¿Cuál fue el primer disco que compraste?

El primero de Los Pericos, en 1988. Estaban de moda y escuché por la radio Jamaica Reggae y me volví loco. Yo estaba en sexto grado, ya me habían flasheado varios discos pero me los habían regalado o me habían caído. Este fue el primero que fui a buscar a una disquería después de ahorrar los manguitos. Fue mi primer acercamiento al reggae, un estilo que después se volvió un amor para toda la vida.

¿Cuál fue el último?

La banda de sonido de la película Into The Wild de Eddie Vedder. Enganché de casualidad la peli en cable y me partió la cabeza, y la música es increíble. Es un disco íntimo y emotivo, un verdadero viaje sin regreso.

¿Qué disco jamás prestarías?

Un Box-Set de Sublime de tres discos y un DVD, Everything Under The Sun. La edición es un lujo y no se consigue, me tenés que poner un chumbo en la cabeza para que te lo preste.

¿Cuál fue el disco que más veces prestaste o regalaste?

Legend de Bob Marley & The Wailers, lo presté, lo regalé, me lo afanaron, creo que tuve como 5 o 6 ediciones diferentes en todos los formatos que existen. Me parece la mejor compilación de la historia de la música popular.

¿Hay algunos discos en tu discoteca de los que tengas vergüenza?

Ninguno, con todos mis discos tengo una relación especial, por algo los tengo, de ninguno reniego.

¿Qué disco que antes escuchabas, ahora ya no escucharías?

Ninguno, todos los discos encuentran su momento y lugar, antes o después.

¿En qué lugar ponés los discos que vos grabaste?

Están primeros en mi discoteca. Más que por una cuestión ególatra tiene que ver con que son los que más me costaron: trabajo, dedicación, esfuerzo, dinero y también los que mayor retribución me dieron y me dan. Los de otros artistas vinieron hechos y yo solo tuve que ir, comprarlos y disfrutarlos.

¿Cuál fue el primer disco que bajaste? ¿Cuál fue el último?

 Ninguno, si no lo tengo lo escucho on-line.  No me gusta bajar discos, excepto que sea algo que no haya podido conseguir, pero cuando busco un disco soy perseverante, lo busco hasta abajo de la tierra.

¿Cuál fue el disco que más veces recomendaste o linkeaste?

Sublime, su disco homónimo. Es un disco con el que tengo una relación muy profunda, con su audio, con su historia, con lo que me generó cuando lo escuché por primera vez, con cómo está ejecutado, con la influencia que ejerció sobre mí. Puedo decir que es un disco que me cambió la vida. Y a todo el que no escucho nunca Sublime intento que trate de apreciar a ese trío que suena como una big band y que reinventó una manera de tocar tantos géneros. Igual al que le gusta, se fanatiza y al que no, no le va a gustar nunca, es una banda que no te gusta más o menos. Esa es su fuerza, tómalo o déjalo, para mi es el equivalente yanqui a Sumo. Siempre pensé eso y una vuelta me tomo un taxi, el tachero venía escuchándolo y me dijo esas mismas palabras sin que yo le diga nada más que: “che, ¿estás escuchando Sublime o es la radio?

 ¿Escuchás tus discos en mp3?

Muy rara vez. No soy muy amigo del mp3, la música comprimida para mí es como imagen pixelada.



 Pablo Guerra



¿Cuál fue el primer disco que compraste?

Creo que 30 minutos de vida de Moris.

¿Cuál fue el último?

No se lo digas a nadie de los Pérez García.

¿Qué disco jamás prestarías?

Presto todos.

¿Cuál fue el disco que más veces prestaste o regalaste?

Guerra suelto.

¿Hay algunos discos en tu discoteca de los que tengas vergüenza?

No. Ninguno me da vergüenza.

¿Qué disco que antes escuchabas, ahora ya no escucharías?

Cada tanto vuelvo a todos los discos.

¿En qué lugar ponés los discos que vos grabaste?

Casi no tengo disco que grabé.  Los regalé o los perdí.

¿Cuál fue el primer disco que bajaste?

Catch a fire de Bob Marley.

¿Cuál fue el último?

Mean old man de Jerry Lee Lewis.

¿Cuál fue el disco que más veces recomendaste o linkeaste?

Time out of mind de Bob Dylan y Harvest de Neil Young.

¿Escuchás tus discos en mp3?

Sí, claro.




Mis Discos: Tweety Gonzalez


Nando Varela Pagliaro

Tweety Gonzalez comenzó su carrera como tecladista de Fito Páez, con quien trabajó durante seis años. Como tecladista y productor grabó los discos más emblemáticos del artista rosarino. Luego pasó a los teclados de Soda Stereo, con quienes compartió escenario durante más de ocho años y fue parte de la grabación de discos como Canción animal, Dynamo o Sueño Stereo

Paralelamente, desarrolló su carrera como productor artístico. Entre otros, produjo trabajos de Illya Kuryaki & The Valderramas, Bersuit Vergarabat, Man Ray, Los Tipitos, Celeste Carballo y Fabiana Cantilo, solo por citar algunos nombres.

Además, hace casi dos años, este exquisito productor presentó Twitin Records, un sello propio en el que busca renovación y un catálogo original.

Por ahora, son parte de su sello artistas como, Amel, Juguete Ruidoso, Martín Rodríguez, Leandro Lacerna, Ulises Butrón, Agosto, Fabio Cadore y Hernán Jacinto. Si tienen ganas de escuchar nueva y buena música, pongan esos nombres en Youtube o entren en el canal o el Souncloud del sello.

Cuando a comienzos de 2015, le mandé a Tweety un mail con el cuestionario de Mis Discos, estas fueron sus respuestas.



¿Cuál fue el primer disco que compraste?

El  primero de Serú Girán.

¿Cuál fue el último?

Compro mucho en Itunes, Let Dance de David Bowie porque no sé dónde tengo el cd.

¿Qué disco jamás prestarías?

Ninguno jamás prestaría.

¿Cuál fue el disco que más veces prestaste o regalaste?

No recuerdo.

¿Hay algunos discos en tu discoteca de los que tengas vergüenza?

Ya desaparecieron hace décadas.

¿Qué disco que antes escuchabas, ahora ya no escucharías?

Muchos de jazz rock.

¿En qué lugar ponés los discos que vos grabaste?

Arriba de todos o abajo de todos depende de las épocas.

¿Cuál fue el primer disco que bajaste?

No recuerdo.

¿Cuál fue el último?

Un compilado de Music Alliance del mes pasado.

¿Cuál fue el disco que más veces recomendaste o linkeaste?

Últimamente todo lo de St Vincent.

¿Escuchás tus discos en mp3?


Por necesidad o practicidad a veces sí.

miércoles, 13 de enero de 2016

Mis Discos: Vandera


La biografía de Vandera dice que es un cantante y compositor nacido en Rosario, que desde hace varios años forma parte de la banda de Fito Páez. También dice que comenzó su carrera con el grupo Certamente Roma y que luego inició su etapa solista. Al frente de su proyecto ya lleva cinco discos editados: Dinero a tus pies (1992),Todo lo que quieras hacer (1994),Banda Original de sonido de una película inconclusa (2005), Gravedad (2008), W (2012) y en su página de Facebook ya se puede escuchar el adelanto de Filtra el amor, su último trabajo, próximo a editarse. Además, ha producido y colaborado con varios artistas y ha realizado la música de más de cuarenta documentales de History Channel, Discovery Channel y Canal Encuentro.
Lo que no dice su biografía es que Vandera es uno de los compositores y cantantes más refinados del Pop nacional. Hace unos años, cuando en el diario El ciudadano, un periodista le preguntó qué tiene que tener una canción para que lo emocione,  el músico rosarino respondió: “Hay algo sobre las canciones que no se puede explicar, la conexión de uno con ellas puede tener huellas muy intensas, ancladas en tu formación emocional. Pero creo que hay una forma de canción honesta, que es la que a mí me atrae, donde lo que pasa en la canción lo vivís como una verdad absoluta y se te hace muy fácil ponerte en esa piel. Siempre agradezco una buena melodía y que se vea el corazón del que la hizo”.
Usando sus palabras, podríamos decir que en muchas de sus melodías a Vandera se le ve el corazón. Por si no me creen, abajo les dejo Soundtrack of my life, una canción hermosa como pocas. A continuación algunas de sus respuestas al cuestionario de Mis discos, que me envió hace ya varios meses. 



¿Cuál fue el primer disco que compraste?

El primer disco que me compré fue Dressed to Kill de KISS . Estábamos de vacaciones en Mar del Plata y entramos con mis padres a una disquería de vinilos importados. Apenas vi la portada quedé hechizado y me lo compré , sin saber de qué se trataba.

¿Cuál fue el último?

La reedición de Armchair theatre de Jeff Lynne.

¿Qué disco jamás prestarías?

Los vinilos creo que no se prestan.  Si querés vení a casa y lo escuchamos toda la tarde, pero prestarlo es un acto de arrojo que no estoy dispuesto a cometer. 

¿Cuál fue el disco que más veces prestaste o regalaste?

Friendly fire de Sean Lennon. Sentía que era mi misión que todo el mundo se enterara de lo lindo que es ese álbum.

¿Hay algunos discos en tu discoteca de los que tengas vergüenza?

No, lo que entra a la discoteca tiene que ver conmigo y no con el juicio de los demás.

¿Qué disco que antes escuchabas, ahora ya no escucharías?

Los discos que dejas de escuchar siempre son los que escuchaste sin parar y siempre después de un tiempo es una linda sensación reencontrarse, porque de alguna manera el reencuentro es con vos en ese momento.

¿En qué lugar pones los discos que vos grabaste? 

En la V corta.

¿Cuál fue el primer disco que bajaste?

One nite alone de Prince, es del 2002 y era la única manera de tenerlo.

¿Cuál fue el último?

El úlitmo de Ben Harper . Ahora bajo para ver de qué se trata y luego lo compró porque necesito tenerlo completo con el arte y todo.

¿Cuál fue el disco que más veces recomendaste o linkeaste?

Full Moon de Tom Petty.

¿Escuchás tus discos en mp3?


En general escuchó en mp3 el material sobre el que estoy trabajando, ya sea propio o de alguna producción que esté haciendo.

martes, 12 de enero de 2016

Entrevista a Fabián Casas: “Admiro a la gente que no tiene deseo de trascendencia”


Nando Varela Pagliaro

Después de diez años, Fabián Casas vuelve a publicar una ficción. Lo hace con Titanes del coco, una novela en la que se corre de su zona de confort y asume nuevos riesgos. En esta entrevista con uno de los escritores más influyentes entre las nuevas generaciones, hablamos de su nueva novela, pero también del periodismo, del paso del tiempo, del reconocimiento literario y de sus próximos proyectos.

-Siempre decís que tratás de trabajar en contra de tu voz personal. En ese sentido, ¿Titanes del coco es tu libro que más se aleja del resto de tu obra?

-Durante mucho tiempo yo pensaba que lo que estaba haciendo era un fracaso absoluto. De hecho, los que me demuestran que el libro no fue un fracaso fueron los lectores. Inclusive en Planeta pidieron un informe de lectura porque les resultaba muy inquietante y pese a que la lectura fue negativa, apostaron a publicarlo como estaba. La que hizo la lectura era alguien a quien le gustaban mis libros pero esta novela no le gustó y hasta se enojó conmigo. Sin embargo, en esa lectura lo que ella ponía como negativo era algo que a mí me gustaba, que tenía que ver con cosas que no se entendían. De la editorial, lo que se me  pedía era que fuera más conservador, que volviera a lo que había hecho en mis libros anteriores pero eso para mí era improductivo.

-Desde Los Lemmings a Titanes del coco pasaron diez años, ¿cómo fue el proceso de escritura de la novela?

-Yo tenía cuatro carpetas separadas, con la narración de los peruanos, la del triping, la de Galarraga y la del diario. Esas cuatro carpetas las fui escribiendo a lo largo de ocho años. A veces crecía más una, a veces otra, hasta que en un momento me dije: “voy a unir todo”. Con eso lo que quería lograr era que el lector se encontrara frente a una constelación. Cuando mirás una constelación en el cielo, uno puede ver un oso y otro puede ver un perro. Cada cual identifica lo que quiere. Trabajé mucho en la incerteza absoluta.

-Entonces, ¿primero no pensaste al libro como una novela, sino como cuatro relatos separados?

-Los pensé así, pero me di cuenta que por separado me resultaban insuficientes. En cambio, si había una arquitectura que los iba uniendo, aunque no con una pretensión de explicar todo, era mejor. Que todos esos relatos armaban una constelación y si eso es una novela, entonces es eso. Pero yo no tengo la pretensión de que se lea como una novela, me es indiferente de qué forma quieren leerlo.

-Como le pasó a la lectora de la editorial, ¿vos también creés que este es el libro en el que más traicionás a los lectores que te siguen?

-Puede ser que los traicione, pero también surgen otro tipo de lectores más intensos. El lector que viene a buscar lo que yo escribía antes se va a sentir defraudado siempre. Lo que estoy escribiendo ahora no tiene nada que ver con todo lo anterior. Esa es la única forma en que puedo trabajar. No me gustaría ser como Los Redondos que fueron escritos y cantados por su público. A mí me gusta el riesgo de pensar que no existe el público.

-Me imagino que muchos, sobre todo en las redacciones, leen el libro buscando quién es quién. ¿Tuviste algunas devoluciones de esa gente?

-El otro día me paró un chico que no conozco, que es periodista de Clarín y me dijo que en el diario lo están leyendo todos para ver a quién encuentran. Muchos llegan al libro y piensan que es una novela sobre periodistas, pero enseguida se sienten defraudados porque esa novela se difumina y se metamorfosea en otro relato, en otras historias. No es una novela que sucede y que termina adentro de un diario, ni es una novela solo sobre periodistas.

-Hay una especie de subgénero de novelas que transcurren en redacciones. Para hacer la tuya, ¿leíste algunas de esas novelas?

-La única novela que leí y que tuve en cuenta fue la del Turco Asís, que me parece una de sus mejores novelas, pero yo era consciente de que no podía escribir eso. Es una novela que está buenísima, pero siempre trabaja dentro de la redacción. En mi caso, me siento muy esclavizado dentro de los géneros. Por eso la novela rompe con eso.


-En todos tus libros siempre generás un lenguaje propio, pienso en frases como “el palco de Maradona”, “el psicólogo rubio” o ahora “titanes del coco”, ¿Qué es ser un titán del coco?

- Es muy difícil de traducir. Un titán del coco no se sabe qué es, pero ahora hay amigos míos que usan esa frase para referirse a alguien que te vuelve loco o que tiene un cerebro muy fuerte y no se deja dominar. El origen del título viene de una temporada que estuve con Mariano del Águila en Mar del Plata. Yo era el jefe del operativo de Olé y Mariano era uno de los periodistas que trabajaba conmigo. Cuando terminó la temporada, nos quedamos una semana más los dos solos en el Hotel Dos Reyes. Éramos como esos japoneses que se quedaban porque no sabían que había terminado la guerra. Como estaba todo pago por el diario, nos quedamos adentro del hotel y dibujamos todas las paredes con una historieta que se llamaba Los titanes del coco. Ese nombre lo anoté en una libreta y me quedó para siempre. 

-Me imagino que en las entrevistas que venís dando es inevitable que termines hablando de periodismo. En tu caso, ¿el periodismo siempre fue un modo de ganarte la vida o en algún momento fue tu pasión?

-Fue un modo de ganarme la vida haciendo algo que me gusta mucho que es escribir. Nunca tuve una gran pasión como otros periodistas. De hecho, puedo dejar de hacer periodismo y no siento que me afecta demasiado. Por ejemplo, ahora dejé de hacer karate hace un año porque nació mi hijo Julián y ya no veo la hora de volver. Si no lo hago me siento mal, empiezo a perder el ánimo, empiezo a ver el mundo como un guiso espeso que hay que revolverlo con una cucharita; siento lo que debe sentir el Chacho Coudet: que está todo arreglado. Con esto no quiero decir que no me guste el periodismo. Todo lo contrario, me encantan las revistas, me encanta leer los diarios, pero yo ontológicamente no sería un periodista.

-Y después de haber pasado tantos años dentro de una redacción; ahora que dejaste de trabajar en periodismo, ¿no hay nada que extrañes?

-Extraño tener paga la obra social.

-En serio. ¿No hay nada que extrañes? Me refiero a tu etapa anterior a El Federal, porque ahí ya estabas al frente de la revista y tal vez era muy poco lo que escribías.

-Era el director, pero escribía. Por ejemplo, entrevisté a Beatriz Sarlo, a Ricardo Piglia y a muchos otros que para mí entraban dentro del marco de la revista. Igual, nunca tuve una mirada romántica del periodismo. Por eso en el libro traté de marcar el mundo del periodismo real, el que lucha contra la adecuación laboral, contra los cierres de las empresas, ese es el periodismo que yo atravesé. Robinson –uno de los personajes del libro- es el grado cero del periodismo, un tipo que sueña hacer un diario sin periodistas.

-¿Pensás que Internet le hizo mal al periodismo?

-Internet tiene un montón de cosas que son increíbles como el blog de Il Corvino. Ahí el flaco escribe cosas muy interesantes sobre periodismo y él es su propia agenda. Si no existiera Internet, no tendríamos a Il Corvino. Por otro lado, hay muchos escritores que suben sus cosas y enseguida tienen la sensación de que son mirados. Eso debilita mucho tu escritura porque estás ansioso por publicar en vez de estar preocupado por trabajar. La otra parte mala de Internet, en realidad de las redes sociales, es que hay mucha gente que canaliza su resentimiento, muchos que creen que el mundo les debe algo. Con esto no quiero decir que estoy en contra de las redes sociales, simplemente me parece que tenés que usarlas vos, no que te usen.

-Decías que hay muchos escritores que están más ansiosos por publicar que por escribir. De esa búsqueda de reconocimiento también habla bastante el protagonista de tu novela. En la literatura, ¿creés que esas ansías por trascender son todavía mayores que en el periodismo?

-Yo admiro mucho a la gente que no tiene deseo de trascendencia social. Mi hermano Juan no lo tiene. Él es fotógrafo, trabaja todos los días, a la noche llega a su casa y cocina con su mujer, lava los platos, ve la tele, los domingos hace un asado en la casa de mi papá. No está pendiente de si aparece su nombre en Google. Es como un verdadero budista, como un actor del teatro noh japonés: está siempre iluminado. Volviendo a tu pregunta, el deseo de trascendencia te vuelve esclavo, pero yo creo que lo tienen tanto los periodistas como los escritores. Lanata, como es un esclavo, lo que más debe estar pensando ahora es que él hundió a Scioli con lo que le hizo a Aníbal Fernández. Le interesa más eso que lo que realmente pueda pasar en el país.      

-En el libro decís que en las fiestas se perdió lo espontáneo. En la literatura, ¿también pasa lo mismo? ¿Todo es demasiado pensado y ya casi no hay lugar para lo espontáneo?

-Hay gente a la que le pasa, son los que te das cuenta que escriben para ser traducidos, para conseguir un agente. A mí todo eso me parece muy improductivo.

-¿No te interesan esas cosas?

-Me interesa que me traduzcan y me publiquen porque es más guita para mí y para mis hijos, pero no pienso en eso cuando escribo. A mí me dieron el premio Konex y al que me llamó le pregunté cuánta guita era; cuando me dijo que nada, le dije que no me interesaba. El tipo me decía: pero te da prestigio. Qué me importa el prestigio, ya tengo cincuenta años, estoy a punto de morir, si vos me querés apoyar, dame guita.

-¿Tanto te pesa la edad, realmente te pensás tan cerca de morir?

-Cuando estoy bien para mí la vida  es pura impermanencia y eso me vuelve invencible. Pero cuando estoy mal, eso vuelve como enfermedad y me abruma. Me convierte en un esclavo. El esclavo es el que piensa en la muerte.

-¿Y vos te considerás un esclavo?

-  Yo soy un esclavo casi el sesenta por ciento de mi tiempo y lucho para detener a ese esclavo. Esa es una de las grandes batallas mentales que tengo. Como dice Joaquín Giannuzzi “un individuo seco, tabacoso y argentino, procurando instalar una fe en algún retroceso de su batalla mental”. Eso es lo que soy. Todo lo que digo es a partir de la experiencia de ser esclavo, no de ser libre. Encuentro momentos de libertad, hago una lucha de ir hacia eso.

-Siempre decís que como no tenés imaginación, trabajás con lo que tenés a mano. Teniendo en cuenta eso, ¿es posible que tus próximos libros sean sobre la paternidad?

-Por ahora no. Lo que estoy escribiendo en este momento es una novela que se llama El parche caliente, que en realidad tiene que ver con el guión que escribí de la película de Lisandro Alonso.

 -Leí que también estás por publicar tus diarios, ¿puede ser?

-Sí, son tres cuadernos que escribí durante los años ´90 y que habían quedado en la casa de Diego Bianchi, un amigo pintor. Esos cuadernos Diego se los regaló a Cucurto y él me dijo que los quería publicar. Yo le dije que sí, así que van a salir por Eloísa Cartonera en una caja con tres tomos. En esos diarios yo registro algunas cosas que hacía, que pensaba y hasta los medicamentos que tomaba. Nunca lo escribí pensando en que iba a ser publicado.

-Esto de llevar un registro diario es algo bastante común en muchos escritores. Hace un tiempo lo entrevisté a Martín Kohan y me acuerdo que él me decía que para sentir que su día fue productivo tenía que al menos leer y escribir una cierta cantidad de hojas. En tu caso ¿cuándo considerás que tuviste un día productivo?

-Un día es productivo cuando hago todas las cosas sin pensar en las cosas que estoy haciendo, cuando las hago sin escuchar al locutor de la contra que está todo el tiempo adentro mío hablándome. Son los días que detengo al diálogo interno y me entrego a las cosas y cocino para mis hijos, voy a buscar a mi hija al colegio, leo un libro, leo el diario a la mañana, saco a la perra, hablo con mi mujer y todo sucede sin hacerme el Paul Valéry sobre lo que hago.

Publicada originalmente en la revista Quid, enero 2016.

La voracidad del lector


Nando Varela Pagliaro

“Para producir buen material en una publicación periódica hay que entenderse bien con quienes la hacen”, dice Elvio Gandolfo desde el prólogo de La mujer de mi vida, su más reciente libro que incluye una serie de artículos publicados en la revista homónima.
Esta sentencia del autor de Boomerang puede parecer un tanto sencilla, pero la verdad que no lo es.  Se suele decir que muchas veces para un escritor llevar adelante una columna semanal puede resultar un martirio, una especie de cárcel, de obligación impuesta más que de satisfacción. En ese compromiso asumido tanto con el medio como con el lector, son muy pocos los que encuentran un tono y una historia que siempre resulte atractiva. No todos poseen la virtud de tener algo para decir periódicamente.  Así como no es fácil ser certero en cada entrega, es más complicado aún que lo que fue pensado para la inmediatez del género periodístico, para ser leído en una revista,  pasado el tiempo mantenga su interés de modo tal que el mismo contenido resista una edición en otro formato.  Sin embargo, en La mujer de mi vida  (Letra Sudaca), Elvio Gandolfo no solo logra atraparnos en cada una de sus notas, sino que incluso nos deja con ganas de seguir leyendo.  

Con un tono que contagia entusiasmo, Gandolfo  nos habla de las mujeres de los directores de cine, de las manías de los medios por hacer listas y cada vez menos notas,  de lo que debe y no debe hacer la crítica literaria, de la imposibilidad de leer libros largos y de las diferencias entre Argentina y Uruguay. En “El azar o el destino” esboza un perfil del escritor Charlie Feiling y nos revela su misteriosa pasión por ser inglés.  Gandolfo es bien consciente de las dificultades de los distintos géneros y así lo expresa: “Uno cree que lo popular, lo  tal vez bajo, es fácil. Pero no es así: el policial, el terror, la ciencia ficción, el periodismo son tan implacables como Joyce o Beckett: se vengan. Puede verse en los intentos de Beatriz Sarlo de hacer buen periodismo o columnismo”. En otro de sus artículos, el autor rosarino contrasta el cuento con la novela y dice: “El cuento, no solo por su brevedad, sino por su propia tradición interna milenaria, no anda con subterfugios: sea lo que fuera lo que busca, lo encuentra con la mínima cantidad de movimientos y la intensidad máxima. La novela se pierde la mayoría de las veces en rodeos, demoras y garliborleos. Las buenas no: parecen cuentos”.

A esta antología de notas, para conocer más su “perfil de consumidor”, Gandolfo agregó como apéndice final cinco “margaritas”. “Las Margaritas” era una de las secciones más leídas de la extinta revista. El escritor rosarino junto a Sergio Olguín deshojaba la margarita y ambos decían qué les había gustado mucho, poquito o nada del mundo cultural en general o en particular. Así nos enteramos por ejemplo de que le gustó muchísimo Voces en la noche de Isidoro Blaisten y Otro invierno en las trincheras del Cuarteto de nos; poco, los textos de Guzmán, Chitarroni y Kohan y nada, Sábado de Ian McEwan y España en los diarios de mi vejez de Sábato.


La mujer de mi vida es el libro de un escritor que se corre de foco para dejar en primer plano a un lector voraz. A través de su mirada corrosiva, Gandolfo nos cuenta sus lecturas y nos siembra el entusiasmo por salir a buscar cada uno de los libros de los que habla. 

Publicada originalmente en el suplemento de cultura de Tiempo Argentino, enero 2016.