Nando Varela Pagliaro
“Hay algo de la literatura que tiene que ver con la voz del
escritor, con su lenguaje y con su mundo que para mí va más allá de la cuestión
de los géneros”, dice Guillermo Martínez, sentado en el mismo escritorio en el
que trabaja todas las mañanas, en su departamento del barrio de Belgrano. El
escritor y matemático acaba de ganar el prestigioso Premio Nadal en su 75
edición con su novela "Los crímenes de Alicia", una suerte de secuela
de su anterior Crímenes imperceptible,
que fue llevada al cine por el director español Álex de la Iglesia como Los crímenes de Oxford. Si en la
primera, el eje narrativo tenía que ver con la lógica matemática, en esta
ocasión el motor son los símbolos que se encuentran detrás del universo del
clásico de Lewis Carroll Alicia en el
país de las maravillas. En esta entrevista con Quid, el autor nacido en
Bahía Blanca habló de su flamante novela, pero también de la literatura del yo,
del lugar de las redes sociales y la coyuntura política de nuestro país.
-La primera idea que tuve para esta nueva novela tuvo que
ver con un prólogo que me encargaron para un libro sobre Lewis Carroll que se
llama Lógica sin pena. Realmente, hasta
ese momento, no sabía nada sobre su vida y empecé a leer algunas biografías,
otros artículos, uno de los prólogos de un libro con su obra completa. Dentro
de los materiales que leí para ese prólogo había un texto en el que se
comentaba que él había escrito sus diarios íntimos, que los familiares habían
arrancado varias páginas y había una en particular, que correspondía al año 1863,
que tenía que ver con una pelea que él había tenido con la madre de Alice
Liddell, que es la niña que inspira Alicia en el país de las maravillas y a
partir de esa pelea le habían impedido seguir viendo a Alice y a su hermana. Entonces,
empecé a investigar qué había pasado exactamente, qué más se sabía y me
encontré con una historia fascinante. Porque en el año 94, que es el año en el
que sitúo mi novela, y que corresponde al año siguiente de mi novela anterior, Crímenes imperceptibles, en ese año, una
joven dramaturga descubre en la casa museo de Carroll un pedazo de papel que
tenía las anotaciones que habían hecho los familiares que habían arrancado las
páginas. En esas anotaciones pusieron lo esencial que decía cada una de las
páginas que arrancaron. Este descubrimiento pensé que podía dar lugar a una
novela en la que se buscara qué era lo que estaba escrito en esa página
arrancada.
-En tus novelas,
mayormente hay mucho de ficción, pero imagino que esta vez también tuviste que
sentarte a investigar mucho, ¿es así?
- Bueno, en Crímenes
imperceptibles podría decirse que el trabajo de investigación fueron los
veinticinco años que estudié lógica matemática, pero esta es la primera vez que
para escribir una novela específicamente hago un trabajo de investigación. Leí
los nueve volúmenes de los diarios de Carroll, varias biografías, artículos y todo
lo que tiene que ver con Carroll como pionero de la fotografía. Todo eso
aparece de alguna manera en la novela, pero lo que se refiere a la Hermandad
Lewis Carroll no tiene nada que ver con la verdadera sociedad Lewis Carroll que
está en Inglaterra y que fue la que publicó los volúmenes. Los biógrafos que yo
imagino en la novela no tienen nada que ver con los biógrafos reales pero sí
algunas cuestiones que se discuten alrededor de la figura de Carroll. Hay una
especie de juicio desde la época contemporánea hacia la forma en que Carroll
amaba a esas niñas. Todas esas opiniones las fui leyendo de distintas
biografías. Es decir, todo lo que es trama ficcional es puramente imaginario,
los personajes son todos imaginarios, pero el contenido de las discusiones
tiene que ver con biografías documentadas, con hechos reales que existieron.
-Recién nombrabas Crímenes imperceptibles, en Los crímenes de Alicia aparecen los
mismos protagonistas en el mismo escenario. Sin embargo, son historias
totalmente independientes. Pensaba que para disfrutar mejor el libro, quizás
nos sea necesario leer Crímenes
imperceptibles antes, pero sí tener bien leído Alicia en el país de las maravillas, ¿Estás de acuerdo?
-En esta novela reaparecen los dos personajes principales de
Crímenes imperceptibles, pero son
historias independientes. En cuanto a Alicia
en el país de las maravillas, ese es un libro que logra un milagro raro que
pocos autores han logrado, pienso en Drácula
o Frankestein, que es que sus
creaciones están más allá de los libros; están en la cultura popular, en
imágenes que todo el mundo ha visto. Por otra parte, del libro de Alicia en el país de las maravillas
utilizo algunos acertijos y algunas frases, pero todo está debidamente citado.
No creo que sea necesario leer el libro antes, pero por supuesto el que
recuerde bien la novela podrá imaginar con más elementos qué otras muertes
acechan.
-Me acuerdo que en
una entrevista que te hice hace algunos años hablábamos de la imagen del
escritor y lo preocupado que están determinados autores en construir una imagen
que ayude a que sus libros sean más leídos. Esta novela, de algún modo tiene
que ver con lo que hay detrás de la obra de Carroll. A vos, ¿cuánto te importa
eso a la hora de abordar un escritor?
-En el principio de la novela, el personaje que narra la
historia dice que él siempre prefirió dedicarse más a la criatura de ficción
que al creador de carne y hueso. En general, ese siempre ha sido mi modo de
pensar los escritores. He leído muy pocas biografías de escritores en mi vida,
creo que las podría contar con los dedos de la mano. Antes de leer sobre sus
vidas, prefiero creer en la maquinaria y en el acto de ilusionismo que es cada
novela o cada cuento. En este caso si me interesé por la vida de Carroll, fue a
partir de este hecho, que era para mí el hecho central del enigma que había
alrededor de su vida y entonces leí para escribir esta novela.
-¿Los diarios de
escritores tampoco te interesan como género en sí?
-No he leído muchos diarios de escritores. Leí los cuadernos
de notas de Henry James, el diario de anotaciones de Bioy sobre Borges, que es
extraordinario, pero no recuerdo muchos más.
-¿Vos llevás o
llevarías un diario tuyo?
-No lo llevo, me encantaría hacerlo pero me cuesta tanto
escribir que si además llevara un diario, sería demasiado. Escribo de una
manera muy lenta y prefiero dedicarme a las historias de ficción.
-Se viene hablando
cada vez más de la literatura del yo, de la autoficción. En este contexto, vos
elegís escribir una novela clásica de enigama, ¿cómo te llevás con esa otra
literatura?
-Yo no veo ninguna novedad en la literatura del yo. Es algo
que corresponde a una literatura en primera persona que se viene haciendo desde
Robinson Crusoe. Es decir, es un género totalmente clásico como cualquier otro.
Si vos te fijás, todas mis novelas se pueden leer como pertenecientes a la
literatura del yo porque están todas escritas en primera persona y con algunas
referencias que se podrían asociar a una biografía si no fuera porque en
general serían citas falsas. A mí me parece que la literatura del yo puede ser
interesante en la medida que el mundo de ese yo lo sea.
-¿Qué es lo que te
interesa de la novela de enigma?
- La analogía que a mí más me interesa tiene que ver con el
acto de ilusionismo y eso está muy presente en la novela policial de enigma. La
solución final, ese reordenamiento, esa nueva lógica con que se iluminan los
hechos ya leídos, tiene algo del acto de ilusionismo. Además, es un género que
siempre me ha dado mucha felicidad como lector y por ser un género que ha
quedado desacreditado o anticuado respecto a la supuestamente más moderna
novela negra, justamente me interesa hacer un rescate del género. Me parece que
se pueden abordar una cantidad de cuestiones interesantes desde la novela de
enigma. Lo que yo intento en Los crímenes
de Alicia es una recreación de la idea de Borges alrededor Pierre Menard.
Hay una relectura contemporánea de los mismos hechos que a Carroll le habían
dado fama como fotógrafo y que serían delitos infames si los vemos con la
óptica de hoy.
-¿Como lector hay
algo que te interese de la literatura del yo?
-No leo por géneros, leo cuando me llegan noticias o voy a
una librería y veo algo que me interesa. Últimamente, leí La familia de Gustavo Ferreyra y me pareció una novela
extraordinaria, fuera de catálogos, imprevista, una gran novela de ideas con
una enorme ambición literaria. Es una novela que seguramente alguien podría
incluirla dentro de la literatura del yo, pero es muchísimo más que eso.
También leí la Una muchacha muy bella
de Julián López, que estaría más cerca de este género y me gustó mucho. Leí La hija del criptógrafo, la última
novela de Pablo De Santis, que es un paso más allá en su obra porque logra
incorporar la historia política argentina reciente de una manera absolutamente
original.
-En tus novelas, los
personajes siempre tienen un nivel intelectual bastante alto, ¿imaginás a tus
lectores de ese mismo modo?
- En mis novelas me interesa que los personajes sean más
inteligentes de lo que podría ser yo. Me parece que también es un desafío
interesante para los lectores sentirse que están rodeados de gente inteligente,
con ambiciones intelectuales. Me gusta esa clase de mundo. Para decirlo en el
sentido opuesto: no me gustan las novelas que caricaturizan a la marginalidad,
esa especie de estereotipo en la que se simula cómo hablaría un pibito chorro.
Yo veo ahí cierto paternalismo o ciertos estereotipos que se filtran. Por eso
prefiero que mis personajes pertenezcan a mundos más cercanos al conocimiento,
al estudio, a la literatura o al arte.
-Por segunda vez
volvés al mismo escenario y retomás personajes de Crímenes imperceptibles, ¿Se puede pensar en una tercera novela
o es muy pronto?
-Me encantaría encontrar una buena idea pero sería para un
futurísimo. Yo sentía que la idea que tenía para esta novela era tan buena que
no podía dejar de escribirla. Además, como naturalmente el hallazgo transcurre
en el año 94, era casi imposible no hacerla con estos mismo personajes.
-Me acuerdo que en esa
nota anterior que te hice mencionaste que tenías una carpeta con todos los
libros que tenés pendientes de escribir. ¿Ya estás trabajando en algo de esa
carpeta?
-Estoy trabajando en una novela que empecé hace poco más de
una semana. Apenas tengo la primera página. Es una novela que tiene que ver con
mi libro La mujer del maestro, es una
especie de recreación de un tema de Henry James, de su novela La próxima vez y la mía se va a llamar La última vez. Ahí vuelvo al mundo de
los escritores, no quiero contar mucho más porque recién estoy empezando, si
bien la tengo toda pensada soy muy lento para escribir.
-Hace tiempo fui
entrevistar a Antonio Dal Masetto y él arriba de su escritoria tenía una frase
que decía “Justificá tu día”. Desde entonces, tengo la costumbre de preguntarle
a los escritores cuándo sienten que tuvieron un día productivo. En tu caso,
¿cuándo te sentís asÍ? ¿Qué tiene que pasar para que estés conforme con lo que
hiciste durante el día?
-Hay una frase en latín que alguna vez me dijeron que es que
no pase un día sin que escribas una línea, parece que es un lema famoso en
latín para los escritores. En mi caso, siento que justifiqué mi día cuando
escribí una página de la que estoy conforme.
-¿Solo con escribir
alcanza para que tu día esté justificado no son importantes otras cosas? ¿Jugar
al tenis por ejemplo?
-Por supuesto que es importante para mí jugar al tenis, pero
como escritor te digo lo otro. Como persona me pasan cosas fantásticas en
muchísimos otros aspectos. Seguramente si le hago un game a mi entrenador,
también justico el día.
-¿Te da más felicidad
hacerle un game o una página bien escrita?
-No, una buena página es mucha felicidad. Terminar una
novela es una felicidad infinita.
-En esta relación con
la productividad y el tiempo, ¿qué lugares ocupan las redes sociales?
-Desde hace un par de años tengo una cuenta de Twitter que
se llama Leo y subrayo y la tomo como
una especie de libreta de subrayado de los libros que estoy leyendo. Me resulta
agradable saber que yo anoto alguna frase y hay unas quinientas o mil personas
que leen la frase y por ahí después se interesan por el libro. Yo siempre creo
que en todos los libros hay literatura, pero no todo el tiempo. Cada tanto
aparece la literatura en una analogía feliz, en una buena frase, en un
epigrama, esos momentos muchas veces se pueden capturar en un tweet. Mayormente
uso mi cuenta para eso, por supuesto también aviso si hay una presentación de
mis libros, una nota o ese tipo de cosas que tienen que ver con mis
actividades, pero lo esencial de la cuenta son subrayados de otros autores.
-¿Y estar en las
redes no te quita tiempo valioso de lectura?
-No porque no estoy mucho ahí, es algo muy esporádico. De
todos modos, también me sirve para enterarme de cosas que tal vez no salen en los
diarios.
-¿Los diarios sí los
seguís leyendo todos los días?
-Las noticias sí trato de seguirlas todos los días. Es algo
que me interesa mucho, que me angustia. Siempre hay una angustia con las
noticias del país, vivimos en un estado de angustia. Desde la dictadura, la
posdictadura fue tremenda también porque había una situación de zozobra, lo que
fue el menemismo, el fracaso de la Alianza, los primeros años del kirchnerismo
con todo el tema del no pago a la deuda, el terrorismo que había alrededor de que
se dejara de pagar la deuda. Siempre hubo momentos angustiantes. Dentro de
todo, para mí los años que fueron más normales fueron los años del
kirchnerismos, que ahora los demonizaron, pero si uno mira a la distancia la
historia argentina es una historia de angustia y sobresaltos permanentes.
-¿Te ves incluyendo
la coyuntura política de nuestro país en un próximo libro?
-La verdad es que no. He militado mucho en mi vida, he
participado en política, he tenido muchas discusiones y desencantos porque acá
siempre se gira a la derecha, nunca nadie mira a la izquierda. Entonces llega
un momento en el que decís “y bueno, les gustará esto”. De todos modos, escribí
un par de piezas que tienen que ver con la política argentina. Pienso en Infierno grande y en un cuento que se
llama Retrato de un piscicultor, pero
no me imagino escribiendo muchas otras cosas. Para mí la ficción tiene que
tener algo de mundo autónomo, obviamente siempre habrá un pie en la realidad,
pero me gusta mucho la idea de la imaginación en la literatura. Me siento mejor
inventando que tratando de hacer un retrato donde los personajes de algún modo
reflejen situaciones contemporáneas.
-Por último, ¿caíste
en la adicción a las series?
- La verdad que no, al contrario, lamento mucho que ya no se
hagan tantas películas. Pareciera que ahora que el consumo obligatorio tiene
que ser en formato serie, como si te quisieran vender un Big Mac de cinco pisos
y uno por ahí solo quiere comer una hamburguesa sola. De todos modos, algunas
vi. Mad men por ejemplo, después de
verla por comparación todas las demás me parecían muy malas. Y por supuesto, mi
serie favorita de todos los tiempos siempre fue Seinfeld.
Publicada originalmente en Revista Quid.
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