martes, 17 de noviembre de 2009

Un dulce olor a muerte


"La muerte se presenta de golpe. La combatimos: toda esta mendicidad de cirugías plásticas, de trasplantes de pelo, productos light, de juventud permanente. Pareciera que la muerte se ha convertido en algo obsceno y sin embargo somos pueblos completamente destructivos. Pueblos que no han dejado de matar. Todos nosotros estamos sentados en un trono de sangre. No hay acto humano que no derrame sangre. Los vegetarianos que creen que no matan animales olvidan que para poder sembrar zanahorias tienen que arrasar bosques enteros. Yo he visto cómo queman bosques, cómo los ciervos quedan completamente achicharrados, cómo las codornices tratan de volar y no pueden porque tienen las alas quemadas. Hay muerte. Este hermoso edificio seguramente fue un bosque que fue aplastado con tal de que los seres humanos tuviéramos un espacio. Eso no es malo: somos una especie vinculada con la muerte. Hemos hecho de la muerte la forma de vincularnos con la naturaleza. Somos la parte más alta de la cadena alimenticia. A veces lo olvidamos: lo que un escritor tiene que hacer es devolver la mirada a aquellas cosas sobre nosotros mismos queremos negar y una de ellas es cómo nos vinculamos con la muerte".
Guillermo Arriaga.

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