Nando
Varela Pagliaro
Fernando Aramburu es un escritor vasco que
desde hace más de treinta años vive en Alemania. Desde Hannover, la ciudad a
orillas del río Leine en la que pasa los días junto a su esposa alemana, ha
escrito su Trilogía de Antíbula, Los peces de la amargura y Años lentos,
entre otros. Su última novela, Patria
(Tusquets), ha sido señalada por unanimidad de la crítica ibérica como uno de
los mejores libros del año. El éxito no solo fue acompañado por la crítica sino
también por el mercado: en España superó ampliamente los 300 mil ejemplares y
en nuestro país ya agotó una primera edición.
Con el anuncio del abandono de las armas
emitido por ETA como punto de partida, en sus más de seiscientas hojas, Patria recorre la vida de dos familias a
las que un atentado coloca a un lado y al otro de las ideologías que dividieron
al pueblo vasco. Se podría decir que Patria
es una novela sobre los múltiples efectos de la violencia, pero sobre todo es
una profunda reflexión sobre la imposibilidad de olvidar y la necesidad del
perdón en una comunidad fragmentada por el fanatismo político.
-En
muchas entrevistas que dio, debido al gran éxito de la novela termina hablando
más de ETA y de política que de literatura, ¿le molesta que pase eso?
-Conocer el éxito y sentirse molesto se me
figura a mí que es una actitud de hombre mimoso. Confieso, no obstante, que me
preocupa contribuir a la simplificación de mi libro, en cuyo caso sí me siento
molesto, pero conmigo mismo.
- ¿Cree
que falta cierto compromiso intelectual de los escritores a la hora de
involucrarse en cuestiones que tienen que ver con acontecimientos históricos y
políticos?
-No he
llevado a cabo el recuento. Mi impresión es que cada vez hay más intelectuales
que solicitan el turno de palabra y se pronuncian en público sobre las
cuestiones históricas o de interés colectivo relativas a las últimas décadas de
mi tierra natal vasca.
- ¿Piensa
que su libro, de algún modo, servirá para que otros escritores se animen a
publicar otras historias relacionadas a ETA?
-Cabe esa posibilidad, de igual manera que
yo me he inspirado en otros escritores actuales o del pasado. Al respecto he
oído de todo. Hay quien considera que mi novela abre una vía para el relato de
nuestra historia reciente y quien está deseando que Patria sea refutada e ideológicamente neutralizada.
- Desde
hace muchos años usted reside en Alemania, ¿cree que esa distancia le dio otra
perspectiva sobre el tema?
-Supongo que debido a esta circunstancia
he tenido a mi disposición durante largo tiempo una perspectiva panorámica, la
del jugador de ajedrez que observa la partida desde el aire. No he tenido otra
posibilidad. Según para qué cuestiones, quizá sea preferible esta perspectiva
abarcadora de todo el tablero, que la del alfil o la torre en su rincón.
- ¿Cuán
necesario cree que fue que ETA anunciara el cese definitivo de los atentados
para que usted pudiera escribir esta historia? ¿Hubiera sido posible un libro
así en el contexto anterior?
-El mencionado anuncio desencadena el
arranque de Patria. Sin él mi novela
no habría existido. Habrían sido posibles otras historias, pero ésta en
concreto no. Patria comienza en el
instante en que la violencia se detiene y los personajes principales vuelven la
mirada al pasado.
- Miren
y Bittori, las dos mujeres que protagonizan la novela, son las referentes de
las dos partes en que quedó dividida la sociedad vasca. ¿Qué queda aún de esa
división? ¿Cómo se hace para construir a partir de una sociedad fragmentada?
-Ya me gustaría a mí conocer la receta
adecuada que permitiera la recomposición de los lazos sociales y afectivos
rotos. No tengo dicha receta, pero sí conozco uno de sus ingredientes
principales: la superación del odio.
-Patria
es una novela sobre los efectos de la violencia, pero más que nada es una
reflexión sobre el perdón. ¿Todo puede perdonarse?
-Esta misma pregunta se la he trasladado,
cuando tuve ocasión, a algunas personas que perdieron la esposa o el marido,
quizá un hijo, como consecuencia de un atentado. Son ellas las únicas
legitimadas para responderla. Los demás podemos caer rápidamente en el hoyo
helado de la teoría. Descubrí que la pregunta resulta muy incómoda, pues obliga
a la víctima a una reacción que en muchos casos implica reactualizar un
sufrimiento. El perdón en público, con fotógrafos y cámaras, incumple dos
principios indispensables: la franqueza y la intimidad del acto. Quizá la
religión pueda sugerir a algunos el gesto de generosidad suprema del perdón.
Fuera de ella, yo diría que el asunto se presenta muy difícil.
- ¿Cómo
ven las nuevas generaciones a ETA? ¿Ya no es una amenaza para el País Vasco?
- Leí recientemente en un periódico que
los jóvenes están poco informados de lo que pasó en las calles por las que
ellos ahora transitan con tranquilidad.
- Dentro
de la sociedad vasca, ¿ahora qué lugar ocupan las víctimas de ETA y sus
familiares?
- Las
víctimas estorban. Elevan sus reclamaciones de justicia, acusan y reprochan,
traen recuerdos de épocas nada gloriosas, se las identifica con el dolor y la
pena. No faltan quienes las consideren un obstáculo para la paz; para una paz
basada, claro está, en la impunidad y el olvido calculado.
- Mientras
escribía la novela, ¿tenía algún modelo de lector en mente? ¿Le preocupaba la
recepción que podía llegar a tener el libro a ambos lados de la grieta?
-Lo único que me preocupaba durante el
tiempo de escritura era fracasar en el plano literario e incurrir en alguna
afirmación, escena, pasaje, que pudiera ofender a los que sufrieron.
- El
éxito de “Patria” trascendió las fronteras de su país, de hecho, en Argentina
ya agotó una primera edición. ¿Imaginaba que algo así podía pasar?
-No. Abrigaba las ilusiones habituales del
escritor que hace público el resultado de su esmero; pero en modo alguno
sospeché que mi novela habría de recibir tamaña atención de la crítica y los
lectores.
- Después
de un libro tan intenso, ¿cómo continúa su proyecto literario?
-Patria
me ha apartado del escritorio más tiempo de lo aceptable; pero pronto volveré a
mi soledad querida y me consagraré como de costumbre a un nuevo proyecto. Está
decidido. El próximo mes de junio echaré a andar hacia un nuevo horizonte
creativo, regresaré a mi incertidumbre y mis dudas cotidianas, y con un poco de
suerte y la ayuda inestimable de la paciencia, la salud y el tiempo, tal vez
llegue algún día al final de una nueva obra.
Publicada originalmente en Revista Quid.
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