Nando Varela Pagliaro
“De niño me violaron. En el transcurso de cinco años mantuve
relaciones sexuales con un hombre tres veces más grande yo y entre treinta y
cuarenta años mayor, en contra de mi voluntad, de forma dolorosa, secreta,
agresiva, montones y montones de veces. Fui convertido en algo que utilizar. El
dolor lo podía sobrellevar. Pero lo que no te cuentan es que las consecuencias
extienden sus manos frías y tóxicas más allá de tu propia persona. Instauran en
ti la finísima creencia de que todos los niños atraviesan la infancia sufriendo
de las formas más abominables y nadie los puede proteger de ello”. El que habla
es James Rhodes, un pianista londinense que se ha convertido en lo más parecido
a una estrella pop dentro del mundo de la música clásica. Instrumental, su conmovedora autobiografía, es la historia de un
sobreviviente, de alguien que intentó suicidarse varias veces, que se enfrentó
cara a cara con sus demonios, pero pudo salir. La música lo curó, lo mantuvo a
salvo, le dio esperanza cuando no la había en ningún otro lado. Comenzó a tocar
el piano de muy pequeño, pero nunca se planteó dedicarse en forma profesional.
Cuando llegó la época de ir a la Universidad, se inscribió en Psicología en
Edimburgo, pero al poco tiempo terminó en un psiquiátrico. Entre los 18 y los
28 años, consiguió un trabajo en la City en el que le pagaban muy bien y abandonó
el piano. Se casó, tuvo un hijo, se compró una casa y llevó la vida que todo
pequeño burgués añora. Pero las heridas del pasado lo seguían atormentando y huyó
de esa vida. En ese momento pensó que solo podía estar bien si estaba cerca de
la música. Por eso, su primera intención fue dedicarse a ser agente de
pianistas. Sin embargo, gracias a la ayuda de un amigo que ofició como un
antiguo mecenas, fue él mismo el que terminó siendo concertista. Ahora, con
cuarenta y dos años, la vida de Rhodes es mucho más feliz de lo que hubiera
imaginado. Vive con su segunda mujer, cuida a su hijo y recorre distintos
países tocando el piano y hablando de música clásica. Pero de cualquier modo
las secuelas de la violación nunca lo dejan. Sabe que sólo dos semanas lo
separan de acabar en un psiquiátrico y terminar otra vez hundido.
En esta entrevista,
hablamos del poder sanador de la música, con James Rhodes, el pianista que huye
de las formalidades y los trajes de etiqueta.
-Me imagino que debe estar cansado de remover su pasado en cada entrevista,
¿es así?
-A veces sí, pero creo que es muy importante hablar de
ciertas cosas de las que es difícil hablar. Sentirse expuesto y a veces
avergonzado no es una razón válida para quedarse callado. Además, también puedo
hablar mucho de música, lo cual es fantástico.
-Al
leer el libro queda claro que no se puso ningún límite a la hora de contar su
propia historia. Ahora que el libro está publicado, ¿se arrepiente de algo?
-De nada. La pelea legal para publicarlo fue agotadora y
costosa en todos los niveles, pero no me arrepiento.
-Su ex mujer quiso prohibir la
publicación del libro porque las cosas que usted contaba temía que le podían
hacer daño al hijo de ambos. A usted, ¿le preocupa la lectura que pueda
hacer su hijo del libro?
-No me preocupa. Sé que no es un libro para niños. De todos
modos, si por un minuto sintiera que él sufriría al leerlo, nunca lo habría
publicado. Siguiendo el mismo criterio, ¿los directores de cine o los
escritores que son padres no deben hacer películas o escribir libros que tratan
temas difíciles? Yo creo que sí.
-Además de la música,
su hijo y su mujer, ¿cuán importante fue poder contarle su historia a todo el
mundo para sentir que la vida tiene sentido?
-Mi vida todavía no tiene sentido. Pero creo que es
importante hablar de enfermedades mentales, abuso infantil y música clásica.
Todos ellos son temas sobre los que necesitamos hablar más para ser más
abiertos al respecto.
-Y la terapia,
¿cuánto ayudó? ¿Qué piensa hoy de los hospitales psiquiátricos?
- Fue una mezcla
de todo lo que me mantuvo vivo. Un buen terapeuta puede hacer un trabajo
increíble. A menudo hay demasiada burocracia en los hospitales, pero todas las
enfermeras que conocí querían hacer el mejor trabajo posible y también debo
reconocer que las drogas eran geniales.
-Contar su historia
cambió su vida abruptamente. Ahora es un músico exitoso a escala internacional.
Teniendo en cuenta todo lo que ha pasado, ¿tiene miedo de que el éxito lo
confunda?
- Todo me confunde. Lo bueno es que al menos así puedo
seguir haciendo lo que amo mientras estoy confundido.
-¿Y es difícil seguir
siendo honesto con uno mismo y con su propia búsqueda artística después de un
éxito comercial como el que tuvo?
- Independientemente del éxito, para todos nosotros creo que
es difícil ser honestos. De todos modos, aunque realmente no siento que he
tenido éxito en algo, siempre trato de mejorar y mejorar. Todos los días hago
lo mejor para ser lo más honesto conmigo mismo que puedo ser.
-En estos tiempos de
redes sociales, ¿es posible que la música clásica ocupe el lugar que usted
desea que tuviera? ¿Es posible pensar en un Mozart de estos tiempos?
- Lamentablemente no sé si un Mozart podría existir hoy.
Pero creo que la música clásica puede y necesita ser más escuchada; es el mejor
antídoto para el mundo súper rápido en el que vivimos.
-Instrumental lo escribió por pedido de una editora. Ahora, ¿qué
lugar ocupa la escritura en su vida?
- Casi tanto como el piano. Me encanta escribir. Quiero
mejorarme. Estoy escribiendo todos los días. Me siento muy afortunado.
-Leyendo su historia
uno piensa que los finales felices son posibles. ¿Realmente cree en eso o la
oscuridad y los demonios siempre van a estar ahí, a punto de aparecer?
- Quiero creer desesperadamente en finales felices. Pero
tengo que ser realista y no ser complaciente. Lamentablemente, creo que nunca
estoy muy lejos de estar de vuelta en el hospital o peor. Tal vez eso cambiará
con el tiempo.
-Uno de los
ejercicios que le hicieron hacer en terapia es escribir una carta para que la
lea su violador. ¿Le hubiera gustado que él leyera su libro y viera que a pesar
del daño que le hizo finalmente pudo salir adelante?
-No, que se pudra.
-¿Se puede perdonar
alguien que hizo tanto daño? ¿Usted pudo?
- No, que se pudra de nuevo. La ira es buena. El tiempo no
cura todas las heridas y algunas cosas no merecen perdón.
- Cada capítulo está
encabezado con el título de una pieza musical y una pequeña biografía
-frecuentemente infeliz- de sus autores. ¿Hay una relación entre la existencia
traumática, la locura y la música clásica?
- Todos nosotros estamos un poco locos. Todos experimentamos
traumas hasta cierto punto. Si tenemos la suerte de crear, lo hacemos a pesar
de nuestros traumas, no por tenerlos. Estoy convencido de que la creatividad es
un signo de bienestar mental, no de enfermedad mental.
-Los argentinos somos
muy egocéntricos, así que no puedo dejar de preguntarle por nuestros pianistas
célebres. ¿Qué piensa acerca de Marta Argerich y Daniel Baremboim?
- Si Argerich y Barenboim fueran del Reino Unido, también
hablaría de ellos todo el tiempo. Son legendarios y me encantan los dos. Sergio Tiempo también me encanta. Él es
increíblemente talentoso. Es parte de la razón por la que estoy tan emocionado
de visitar Argentina. Oh Dios, Argerich. La quiero profundamente.
-¿Le preocupa cuánto
pesa su historia personal a la hora de valorar su obra como interprete?
- De ningún modo. La música y la interpretación provienen de
un lugar mucho más profundo que nuestros propios egos e historias.
-“La música no es
difícil, lo que es complicado es invertir tiempo en ella”, ¿ por qué cree
cuesta tanto dedicar tiempo a las cosas que nos hacen bien?
- Tal vez porque ahora hay una aplicación para todo. Y la
idea de 10.000 horas de práctica parece bastante más allá de nuestras
capacidades. Pero no es así y la recompensa de trabajar duro en algo, ya sea
música o meditación, escritura o baile, es milagrosa. Tal vez también no
tendemos a sentir que merecemos invertir tiempo en nosotros mismos. Lo cual es
profundamente triste y espero que esto un día cambie. Lo necesitamos.
Publicada originalmente en Revista Quid.
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