martes, 6 de abril de 2010

El Holocausto que no conmovió al mundo

Por Valenka

Hoy, 6 de abril, Ruanda está de luto. Se conmemoran dieciséis años del genocidio que ensangrentó al país durante cien días. Este mismo día, pero de 1994, el presidente en ejercicio, Juvenal Habyarimana, sufrió un atentado en el avión que lo transportaba, el cual cayó en los jardines de la Residencia Presidencial en Kigali. Como resultado de la muerte del mandatario, el grupo tribal dominante en el Gobierno, denominado hutu, organizó una matanza sistemática de la étnia tutsi: como resultado, 800.000 personas - el 10% de la población- murieron, a un promedio de 10.000 personas por día, bajo un plan de eliminación cruento, sólo equiparable al Holocausto. Se organizaron violaciones grupales a las mujeres tutsis, para embarazarlas y evitar que su descendencia fuera de la sangre contraria –todo ello atravesado por el flagelo del SIDA y por una cultura donde la víctima de violación queda excluida de la sociedad-, se violentaron iglesias para matar a los refugiados, mataron a miles de niños delante de sus madres.
Como sucedió en todos los trágicos golpes militares que sufrió Lationamérica, esta vez también una superpotencia estuvo detrás de tan aberrantes hechos. Los galos son acusados por el actual Gobierno ruandés, de estar implicados en haber entrenado y armado a los autores del genocidio antes de las masacres, y haber facilitado la fuga de los genocidas en el marco de la operación humanitaria y militar llamada "Operación Turquesa" en 1994.
El pasado febrero, el presidente Nicolás Sarkozy viajó a Ruanda y recorrió uno de los Memoriales del Genocidio erigido para el recuerdo de las víctimas de la masacre. Es el primer presidente francés que visita al país africano desde los sucesos de 1994, y el primero también, que lo hace luego de la ruptura de las relaciones diplomáticas en 2006.
Durante años las dos tribus habían sido enemigas, pero desde 1992 el Gobierno hutu comenzó una campaña de odio contra sus rivales argumentando que eran un pueblo inferior, e instó a la población a deshacerse de ellos. Testimonios de los asesinos, casi 20 años después, lo confirman: “Nos dijeron que nos estaban atacando. Que las “cucarachas” iban a matarnos a todos, y que teníamos que luchar y responder o morir. Que debíamos acabar con todos, hasta el último tutsi, porque eran demonios y, si no los eliminábamos, siempre existiría la amenaza…Nos recordaron que todos los tutsis eran nuestros enemigos, todos eran cucarachas, incluídos nuestros vecinos; el mismo mensaje que habíamos oído durante todos los meses anteriores, cada vez con más frecuencia, en la radio del Gobierno”. Todavía se conservan grabaciones de esas radios, donde se difundían con nombre, apellido y domicilio a los “traidores” que la población debía ajusticiar.
Ruanda es un país poco más grande que nuestra provincia de Tucumán, en el cual habitan más de 9 millones de personas, aproximadamente tres veces los habitantes de la Capital Federal. La tierra es un bien muy preciado dado que la densidad poblacional es alta, y el Gobierno implantó la noción de que los tutsis querían apropiarse de ella a cualquier costo. En una nación donde la expectativa de vida es de alrededor de 50 años, un cuarto de la población no tiene acceso a agua potable, y el analfabetismo alcanza casi el 40%, es muy fácil desencadenar el caos.
El actual Ministro de Justicia ruandés, Tharcisee Karugarama, reflexiona: “Si se tiene un mal gobierno, una mala política y se crea además histeria masiva, entonces se puede generar un genocidio en cualquier parte del mundo. Fue posible aquí en Ruanda porque la gente que quería el poder político estaba dispuesta a usar cualquier medio disponible para obtenerlo. Entonces usaron una población analfabeta, generaron miedo, provocaron histeria masiva y crearon enemigos potenciales. Si existieran esas condiciones en cualquier parte del mundo, sucedería un genocidio. Lo que es común en todos lados es que se comienza creando un enemigo imaginario y después se lo despersonaliza. En Ruanda eran llamados “cucarachas”, “serpientes” o “gente con cola”. Entonces ya no eran más seres humanos como Ud. y yo, sino criaturas, muy diferentes a uno. Actúan en las mentes de las personas analfabetas para crear una percepción de que, al enfrentar a personas diferentes, ellas son cucarachas, enemigos que han llegado para liquidarte”.
Hermann Goering, miembro del partido Nazi, explicó, en el Juicio de Nüremberg: “Siempre se puede lograr que la gente haga lo que quieren sus dirigentes. Lo único que hay que decirles es que los están atacando”. No tengo dudas de que el mismo principio se viene utilizando desde hace tiempo, en forma diaria y subrepticia, en tantas sociedades del supuesto mundo civilizado, para manipular la voluntad popular.
Sobre este tema, recomiendo el documental “Los cien días que no conmovieron al mundo”, con producción y dirección de Vanessa Ragone, en el cual se acompaña a la única jueza latinoamericana –argentina- que integra el Tribunal Penal Internacional de la ONU en Tanzania que juzga a los genocidas de la masacre. Además de una visión local sobre el conflicto, también ofrece una fotografía espectacular.

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