"El maltrato que algunos maestros propinan en clase a niños minusválidos no es exclusividad de un solo país. Pero difícilmente se encontrará alguno donde una docente de 103 kg arroja al suelo a un púber discapacitado de 58 kg, lo pone cara al piso, se le sienta encima durante 15 minutos y al levantarse comprueba que está muerto. Ocurrió en Killen, Texas, en el año 2002. La maestra se llama Dawn Marie Hamilton y la víctima, Cedric Napoleon, 14 años, afroamericano. Toni Price, su madre adoptiva, aún busca justicia. Ante un panel del Congreso testificó en mayo pasado que en el informe de la autopsia de Cedric el médico a cargo señala: “Nunca había visto algo así, excepto en occisos como consecuencia de un accidente automovilístico”. Cedric tenía el pecho destrozado. El está muerto, pero la maestra que lo empujó al otro lado sigue teniendo licencia para “enseñar” en Virginia".
Sacar conclusiones a partir de la lectura de esta escalofriante nota de Juan Gelman es muy triste. Como preguntó con indignación el representante demócrata Lynn Woolsey –que formó parte del panel que escuchó el testimonio de la madre adoptiva del niño- es inentendible que en las escuelas de los Estados Unidos sean necesarias leyes contra la tortura. Sin embargo, la sociedad ha llegado a un grado de enfermedad tal, que como opina el escritor, quizás así sea.
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