martes, 4 de febrero de 2020

Entrevista a Cielo Latini: “No me perdono haber publicado Abzurdah de tan joven”



Nando Varela Pagliaro

“Yo no digo que Adiós tenga una escritura prodigiosa o que me vaya a ganar algún premio, pero sé que es un libro que de alguna manera te pega, te toca, te hace sentir. A mí me gusta esa literatura”, dice Cielo Latini sentada a la mesa del Club House del country en City Bell, donde vive junto a sus dos hijas.
Luego de muchos años de silencio, la autora de Abzurdah volvió otra vez a la vida pública con la publicación de Adiós, una novela sobre una relación tóxica, que pone el foco en la violencia invisible, en el maltrato psicológico que muchas veces es indenunciable.

-Supongo que cuando publicaste Abzurdah no imaginabas ni cerca lo que terminó pasando con el libro, con Adiós, ¿tenías algún miedo con lo que pudiera llegar a pasar, con que no tuviera la misma repercusión?

-Yo siempre tengo miedos. No solo si va mal, si algo tiene mucho éxito, también me da un poco de miedo. Soy una persona muy ansiosa. Además, sentía que después de nueve años sin publicar, necesitaba volver con algo que me hiciera muy feliz a mí, para estar segura de que le iba a gustar a la gente. Yo creo que entiendo a mí público, y si me gusta a mí, sé que a ellos también les va a gustar. No podía volver con un librito así nomás, tenía que volver con algo que pisara fuerte. Eso me generó muchísimos nervios y estuve por no publicarla.

-¿Por qué no querías publicarla?

-Porque tenía miedo de que me fuera mal, de que no gustara lo que yo hacía. Hay una parte de mí que siempre piensa “quién va a querer leer lo que escribo yo”. Por suerte, tuve mucha influencia de mi editora y de gente que quería para que la publique.

-Antes dijiste que entendés a tu público, ¿lo tenés en cuenta cuando te sentás a escribir?

-Para mí los libros tienen diez mil instancias. En la primera, que es de desagote de las ideas, no estoy pensando en nadie. Después, cuando ya está terminada la historia, sí voy puliendo el texto hasta llegar a algo que me guste a mí. Sé que cuando me gusta a mí, le gusta a mi público. Abzurdah, en su momento, me gustaba un montón y pegó re bien.

-Con todos tus libros te fue bien a nivel ventas, ¿te ves como una persona exitosa?

-Me veo cero exitosa. Yo creía que cuando llegara el éxito iba a ser mega feliz y la verdad es que no es así. El éxito es “vendí un montón de libros y ahora qué hago”. Yo siempre estoy pensando en lo siguiente, no sé pararme y disfrutar el momento. Puedo ser un éxito en 2006 y después la gente se olvida de mí hasta que vuelvo en 2010. Por suerte, cada vez que volví me fue bien, pero yo siempre estoy esperando que sea un desastre y pensando a qué me voy a dedicar después.

-Pensabas que el éxito te iba a traer felicidad y eso no pasó. Ninguno de los tres libros que escribiste nacieron de momentos felices, ¿creés que podrías escribir una historia feliz?

-Creo que la felicidad es muy difícil de contar, es mucho más difícil de contar que la tristeza. Es aburrido contar algo feliz, una historia en la que está todo bien. No me gustaría leer un libro así. Por otro lado, ¿existen libros en donde todo esté bien?

-Bueno puede que no existan libros completamente felices, pero no necesariamente tienen que ser tan trágicos.

-Sí, es cierto, pero yo me baso siempre en lo que pasa a mi alrededor. De todos modos, dentro de mis tres libros, siempre hay momentos de felicidad.

-Sí, claro. En Adiós, Helena, la protagonista de la novela, muchas veces siente que toca el cielo con las manos.

-Exacto, es como el ying y el yang, no hay luz sin oscuridad. Si fuera todo tétrico, tampoco sería divertido de contar.

-En alguna nota que hiciste te escuché decir que Adiós es tu novela favorita, ¿por qué sentís eso?

- Porque me encuentra a mí mucho más madura como escritora. De alguna manera, yo no me perdono haber publicado Abzurdah de tan joven.

-Y que encima le haya ido tan bien.

-Claro, arrancás a los 21 con una bomba así, ¿qué hacés después? Todo va a ser para abajo. Es horrible eso.

-No, no es horrible, no todos tienen un libro al que le haya ido tan bien.

-Sí, lo sé. Pero volviendo a lo que te decía antes, yo siento que de Abzurdah a hoy crecí muchísimo como escritora, me pasaron diez mil cosas. Bueno, pasaron quince años, ¿no? Entonces, con Adiós ya me senté como escritora, no como una chica que contaba su vida como en un anecdotario.

- Y te gustaría hacer el proceso inverso ahora, ¿participar de talleres de escritura por ejemplo?

-Yo no hice un taller en mi vida y ahora estoy muerta de ganas de ir. Siento que llegué hasta acá casi sin herramientas y mi única gran herramienta fue haber leído mucho.

-¿Seguís leyendo mucho?

-No hay nada que me guste más que leer. Culpo a la lectura de mi poca vida social. Estoy todo el día leyendo encerrada. Necesito un planazo para que me saquen del sillón y de leer. Esta semana leí cinco libros.

-¿cómo elegís qué leer?

-Le doy mucha bola a la gente que admiro, estoy suscripta a Bukku. De ahí todos los meses me mandan un libro, con una lista de Spotify hecha por el autor del libro, un señalados y algún regalo.

-Son siempre libros de escritores argentinos, ¿no?

-Sí, estuve leyendo muchos autores de acá. Leí La sal de Adriana Rivas, que me encantó; leí Los años felices de Sebastián Robles; leí Nunca llegamos a la India de Juan Sklar, que me voló la peluca y el que más me gustó de todos fue Todo nos sale bien de Julia Coria.

-¿Te considerás un poco outsider del ambiente literario?

-Sí, totalmente.

-¿Te gustaría formar parte de ese mundillo?

-Me encantaría, pero siento que conmigo hay un prejuicio. Tal vez es más una cosa mía y me da un poco vergüenza. Yo tengo el síndrome del impostor, siento que no pertenezco ahí.

-¿Después de tres libros seguís sintiendo eso?

-Bueno, lo que uno siente nunca es lógico.

-Imagino que lo hablarás en terapia.

-No hago terapia.

-¿En serio no hacés terapia?

-Hice desde los 18 hasta los 33.

-¿Por qué dejaste?

-Dejé porque hice un cambio importante en mi vida. Me dije: “Todos estos años intenté con terapia y no me funcionó, ahora voy a intentar otra cosa”. Dejé la terapia, dejé las pastillas y no volví nunca más. No es algo de lo que haga apología ni que les pueda servir a todos, pero yo tengo mucha fuerza de voluntad. Cuando digo no como más, no como más. Cuando digo no tomo más pastillas, no las tomo más. Apenas dejé las pastillas, yo tomaba antidepresivos y ansiolíticos, me empecé a encontrar conmigo misma y ya no estuve más triste.

-Recién dijiste que cuando te propusiste dejar de comer, pudiste hacerlo. Ahora, ¿cómo es tu relación con la comida?

- Siempre tuve una relación muy complicada con la comida, pensá que pasé de ser muy gorda de chiquita a ser anoréxica y no comer nada de nada. Pasaba de muchísimo a nada, en el medio no me podía encontrar. A partir de haber dejado las pastillas y haberme interesado en mejorar, también decidí ser vegana, no comer harinas y la verdad es que me mejoró muchísimo la vida.

-¿Estás cansada de hablar de estos temas? Me imagino que con el fenómeno de Abzurah todo esto fue muy pesado.

-Hubo un momento en el que me cansó muchísimo porque no quería que me etiquetaran. Me molestaba que cada vez que una famosa caía en la anorexia, me llamaban a mí como a la pelotuda que puede hablar de esto en la televisión. Claro que puedo hablar de eso, pero yo soy mucho más que eso. Además, es algo que me pasó hace 25 años.

-Bueno, a partir de Adiós seguramente te empiecen a llamar para hablar de violencia, de abusos, de psicópatas.

-Amo hablar de psicópatas. Cuando salió Abzurdah, no estaba recuperada del todo y lo que pasó fue una bomba demasiado grande. Imaginate que venía saliendo de una depresión horrible y de repente empecé a ir a todos los canales de televisión y a todas las radios a hablar de lo mismo. Eso hizo que me enfermara de vuelta.

-¿Tu familia cómo vive cada vez que sacás un libro y te exponés tanto?

-Mi familia confía mucho en mí. Están ahí siempre y yo dependo mucho de ellos, los necesito y los amo mucho. Me apoyan en todas las boludeces que se me ocurren. Cuando digo que voy a dejar de escribir y me voy a poner a hacer velas, que ha pasado, me han dicho “vas a hacer las velas más lindas del mundo” y eran una cagada mis velas.

-¿Tuviste muchas otras ideas como la de hacer velas?

-Muchísimas. Cada tanto digo no escribo más y me dedico a otra cosa.

-¿Pasás mucho tiempo sin escribir?

-Siempre escribo. Al final del día es muy posible que yo abra un Word y escriba algo que me pasó y lo guarde con la fecha del día. Así, después de un año, leo todo lo que escribí y empiezo a ver si hay algún hilo. Así se gestó Adiós.

-Adiós no deja muy bien parado al género masculino y con justa razón. Los hombres que salgan con vos, supongo que deben tener miedo de terminar dentro de tu literatura, ¿no?

-Todos mis ex quieren estar en mis libros. Me dicen “no vayas a escribir esto” y por dentro sé que se mueren de ganas de aparecer. Además, en todo caso a los que escracho son a los que hicieron las cosas mal. Si te portás bien, no hay nada que contar.

-En Adiós reflexionás mucho sobre el amor. Helena dice que un amor ideal sería un amor en el cual uno pudiera hablar como mejores amigos y coger con la intensidad de los amantes. ¿Pensás que a cierta edad uno ya deja de buscar eso y lo que más busca es estar tranquilo?

-Siempre digo que la felicidad es estar tranquilo.

-Sin embargo, siempre tuviste relaciones muy intensas.

-Bueno, esto lo digo ahora que tengo 35. De cualquier forma, yo si estoy en pareja sigo queriendo que esa persona me provoque cosas. No quiero estar con una persona con la que me dé igual estar. Porque como disfruto mucho de estar sola, si voy a estar con alguien, tiene que ser más divertido e intenso que estar sola.

-¿No te cuesta estar sola?

-Para nada.

-¿Nunca te costó?

-Bueno, siempre tuve el deseo de estar en pareja. Ahora ya no tengo ese deseo. En el pasado, cuando estaba sola, pensaba que había algo mal en mí. Tenía un hueco que necesitaba llenar con una persona, ahora ya no tengo huecos. Quiero amar con intensidad, pero sé que la persona que esté a mi lado no va a venir a llenar ningún hueco porque no lo hay. En todo caso va a venir a acompañar esta linda experiencia que estoy viviendo yo. A la vez me pasa que nadie me llama la atención, hace tres años que no me gusta nadie.

-¿Pero tenés contacto con el exterior o estás muy metida dentro de tu propia burbuja?

-Estoy muy metida en mi burbuja. Hay días que ni salgo de mi casa.

-No salís mucho al exterior, pero sí estás mucho en las redes. Estuviste un tiempo fuera de las redes sociales, ¿qué aprendiste de esa experiencia?

- Con las redes sociales todos somos como robotitos mirando todo el tiempo para abajo y cuando uno levanta la mirada, existe otro plano de las cosas. Aprendí que tengo una adicción muy fuerte al teléfono. Me pasó casi todos los días más de siete horas mirando el celular.

-¿Qué es lo que más mirás?

-Cada vez menos Twitter, Instagram un montón y después contesto muchísimos mensajes. Aunque veas que mi feed no se mueve mucho, yo estoy en Instagram. Bueno y obviamente uso mucho WhatsApp.

-¿No las ves como una pérdida de tiempo?

-Sí, estoy esperando que pase lo de Adiós para volver a irme. No quiero vivir así, yo soy una esclava. Pero también me pasa que ya me siento aislada así, qué me queda si también me voy de las redes. ¿Con quién hablo?

-Con tanta red social, ¿pensás que es cada vez más difícil encontrar un amor sano?

-Para mí está buenísimo ver cómo interactúa la otra persona. Enseguida te podés dar cuenta si es un pelotudo o no. Igual, como mis parejas no han sido muy activas en redes sociales, nunca tuve muchos celos por eso. La verdad es que no le doy mucha pelota a las redes sociales de los otros. Fijate que en el mío no pongo casi nada, apenas hay una foto de mis hijas y recién ahora empecé a compartir mis lecturas.

-Nombraste a tus hijas, ¿la maternidad te deja tiempo para hacer el resto de las cosas que querés hacer?

- La maternidad, como todo lo que hago, me la tomé muy en serio. Me leí todos los libros que existen sobre maternidad porque quería ser la mejor y quería que mis hijas fueran felices. Creo que hice un muy buen trabajo, pero sacrifiqué mucho de mí. Durante cinco años de mi vida desaparecí completamente y solo me dediqué a ser madre. Eso, para Cielo mujer, no estuvo muy bueno, pero sí para mis hijas. Yo hoy las veo y siento que valió la pena. Todo el mundo cuando las ve me dice: “es obvio que a estas chicas las criaste vos y son así porque vos siempre estuviste ahí. Por eso, estoy orgullosa de haber hecho ese sacrificio. Y ahora las disfruto más porque están más grandes, tienen 10 y 9 años, ya charlamos y salimos juntas a comer. La maternidad me pegó mal al principio y ahora me hace muy feliz.

Gentileza de Revista Quid.

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