martes, 6 de mayo de 2014

Del infierno grande al infierno íntimo


Por Nando Varela Pagliaro

Si en la tapa no hubiera una perra con el hocico manchado, sería fácil pensar que estamos ante otro libro más de los tantos que ya hay sobre el Sumo Pontífice. Pero no, San Francisco, el título que eligió Luciano Lamberti para su libro de poemas, no tiene nada que ver con Jorge Bergoglio, sino que hace referencia a la ciudad ubicada al Este de la provincia de Córdoba. Es en este paisaje donde se mueven los protagonistas de sus versos: caminan sus calles, respiran su falsa tranquilidad, ese viento que sopla tímido y nos deja escuchar la respiración propia, la voz propia. Ahí todo se apaga y se enciende, avanza y retrocede. Nada sobra y nada falta: un verano en la pileta del club, un invierno leyendo enciclopedias junto a la estufa a kerosén, un heladero siniestro, tres profesores de karate y hasta un alemán que recorre los pueblos para mostrar una colección de boas. Luego, cambia el paisaje y en sus versos, sencillos y cotidianos, Lamberti nos lleva del pueblo a la ciudad, de San Francisco a Córdoba Capital, del infierno grande al infierno íntimo.
“Y a veces va de Córdoba a San Francisco, mirando un thriller en un descompuesto televisor de colectivo, con toda la buena gente de campo roncando y tosiendo en los asientos paranormales del Expreso”.
Una vez en la ciudad, en la feria marciana de la peatonal, los sonidos y los personajes son otros. Sin embargo, su mirada, teñida de infancia y melancolía, es la misma.
“Él no ha dejado de ser el que nadaba en una pileta nocturna, el que afilaba las ramas con un Tramontina, el que jugaba a la guerra entre el sorgo”.
Lamberti desplaza su voz y se corre del mandato que impone el género. Algunas veces evita el sentimentalismo y otras pocas lo transita en “su bicicleta, con una bufanda alrededor de la cara y las manos moradas y pálidas”, pero no por eso cae en el lugar común. Su territorio cobra sentido en lo familiar, en lo natural, en el cuestionamiento, en los silencios, en lo no dicho como una elección y no como una falencia. Si un universo y un horizonte personal son necesarios para que la literatura sirva como una puerta de ingreso a otros mundos, Luciano Lamberti se puede quedar bien tranquilo. Esos dos elementos ya los tiene de sobra en su escritura, en estos versos que se cruzan y se mezclan con la narrativa.
San Francisco es un libro vital, sencillo y profundo, ideal para leer en una reposera al lado del río o arriba de un colectivo que va a ninguna parte.
Publicado en Eterna Cadencia, mayo 2014.

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