lunes, 27 de junio de 2011

La arquitectura de la mentira


"Creo que para ser autobiográfico hay que agregar muchísima ficción. El riesgo que se corre es muy grande. Si quiero transmitir un dolor profundo y te cuento tal cual fueron los acontecimientos, no funciona. Pero si le agrego una escena de ficción, como la de la mujer de las uvas al principio de la novela, armo con esa arquitectura de la mentira una verdad que siento en el corazón y así es más probable que logre transmitir lo que quiero.
Creo que como escritor hay que ser honesto con lo que uno está escribiendo. Escribir sobre mi vida no significó decir la verdad sobre mi mamá, la verdad sobre mí, que por otro lado no existe. Uno va a contar una historia y tiene una sensación de esa historia. Si por temor o por cobardía no hace todo lo que tiene que hacer para intentar comunicar y compartir esa sensación, falla. Y la honestidad radica en que cada escena sea puesta por una necesidad de la historia. No hay ningún otro motivo para que algo esté ahí. A mí me interesa mucho rozar el lugar común como lugar estético. Tal vez sea más fácil esquivar esa mención a lo sentimental, pero yo prefiero arriesgar ese roce con el lugar común, con mi intuición como única herramienta y creo que a veces me sale".
Pablo Ramos

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