jueves, 23 de julio de 2009

El santo oficio de la pelota


Doctrina del fútbol es un texto de Tomás Abraham, publicado en su libro "Pensamiento rápido" de Editorial Sudamericana. Me tomé el atrevimiento de recortarlo y dejar las partes que a mí más me llegan. Espero que Tomás no se enoje.
"El fútbol no es un malentendido por el que 22 varones corren para posesionarse de la pelota. Es un asunto de doctrina. El fútbol es la alegría del pueblo y, esta exteriorización se produce por una comunión. Espectadores y actores se confunden en un fervor común. No se trata de una idiotez llamada pelota considerada un chiche para grandes. Tampoco de la válvula de escape de los sociólogos o de las especialistas en liturgia de masas. Al fútbol se lo vive. Se lo vive con todo, con la cabeza, los pies, la cintura, el taco, pero sobre todo con el disimulo, la gracia, la picardía, las mil formas de la risa. Los juegos populares son un demostración de destreza y de gratuidad. Es una exhibición de lujo, tanto en el fútbol como en el tapa de los negros de Louisiana. No es tan importante ganar como hacer palpable el arte del encantamiento. El poder de acariciar la pelota, de hacerla novia del empeine.
Argentina había estado ausente del Mundial de Suiza de 1954, todavía no nos interesaba participar de esas lides profesionales, pero conocíamos nuestro valer. La prensa se hizo eco y nos coronó Campeones Morales de aquella justa lejana. Pero en el ’58 nuestra participación estaba decidida y nos preparamos para la experiencia sueca. Teníamos un fútbol feliz porque nuestro mundo era feliz. La visión que los argentinos tenían de sí mismos abundaba en poesía. La picaresca argentina sobrevolaba el mundo. Pero era posible que el mundo no estuviera enterado de esa dicha. Suecia nos ofrecía la oportunidad de pasear nuestros valores y talento.
¿Qué íbamos a mostrar al Viejo Mundo? Nuestro estilo de vida. El aliento de los barrios, la presencia del potrero, la niñez en nuestras calles, el fervor en nuestras canchas, nuestro modo gambeteador de vivir.
(…) La pelota es nuestro primer chiche y los pozos del potrero el primer divertimento. Nacemos aferrados en un mismo compás a la teta y a la pelota.
Pero es necesario profundizar un poco. El fútbol es un sentimiento, pero los sentimientos necesitan protección. La doctrina es la guardiana del sentir. La línea fatal que une al hombre argentino con el modo de tratar a la pelota, ese naturalismo sencillo, puede ser un pensamiento perezoso y equivocado.
(…) El fútbol es ante todo juego, por eso es alegría, por eso es infancia. Es necesario preservar los valores infantiles. En la actualidad se vive un proceso complejo en el que los avances en ciertos sectores de la sociedad tiene efectos colaterales negativos. Es el caso de los padres que son mejores que los de antes. Esta mayor dulzura casera daña al fútbol. La represión incentiva la travesura. El fútbol —agrega Panzeri— necesita de chico atorrantes, jovencitos vagabundos con acento picaresco, y no el respetuoso hijo del colegio, muchacho de su casa que se convierte en adecuado dispositivo del orden hogareño. Sentencia Panzeri: “tengo para mí muy fuertemente afirmada como convicción que en gran medida el buen jugador de fútbol es fruto de la miseria y del bandidaje infantil”. Panzeri sabe que está en una posición difícil si se sustrae a esta dificultad: “hemos aquí, en alguna medida, lamentando el progreso…”. Pero se aferra a sus convicciones, enarbola lo que llama el romanticismo —sin el cual, sostiene, hasta el profesionalismo muere—, y se convierte en espectador de la desigual lucha entre el fútbol y la sociedad de consumo. Esto es lo que afirmaba Panzeri en su libro: Fútbol, dinámica de lo impensado, de 1967, resumen de un apostolado de muchos años. Pero una década antes, cuando el resquemor de los nuevos tiempos tenía una menor incidencia y pervivía la frescura del alma futbolera, había oportunidades de apreciar en nuestro jugadores su estampa majestuosa.
(…) El lenguaje ético-futbolístico se extiende por generaciones. Las definiciones nunca son suficientes, las discusiones siempre creen agregar algo más a lo ya dicho. Una vez que aparecerá Maradona muchos dividirán a la historia tal como lo hicieron los apóstoles. El año ’58 será el 17am y el ’93, el 18dm (antes y después del debut de Maradona). Pero lo que no se entiende es que no sólo se trata de lo que pasa en la cancha sino de lo que se dice que pasa en la cancha. Es un asunto de doctrina. Menotti no lo negaba cuando ante la pregunta de un periodista sobre el tipo de fútbol que preferían los argentinos, decía: “un fútbol de calidad. Un día me preguntaron lo mismo y contesté lo mismo, pero el periodista me dijo qué interpretaba yo por calidad y ya con esa observación había motivos para seguir. Calidad es el respeto al pueblo’, señaló en cierta oportunidad el Che Guevara”.
Y el respeto se manifiesta con una propuesta generadora de espectáculos emocionantes. La gente va a una cancha para admirar el talento y para emocionarse. El esfuerzo físico también emociona pero el talento sensibiliza. El fútbol que quiere la gente es el que se juega en el potrero de su barrio. El que está ligado al desenfado, a la burla”.

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