Nando Varela Pagliaro
Diez años atrás, Ildefonso Falcones era un abogado de
profesión, casado y padre de cuatro hijos. Ni en sus sueños más extraordinarios
era capaz de imaginar lo que iba a suceder con la publicación de su primer
libro. La catedral del mar -así se
llamó su primera incursión literaria- fue un éxito editorial descomunal. A la
fecha, lleva más de seis millones de ejemplares vendidos y fue traducida a más
de quince idiomas. Luego de otras dos novelas, La mano de Fátima (2009) y La
reina descalza (2013), el autor
catalán retoma en Los Herederos de la
tierra la historia del libro que cambió su vida.
-Su
primer libro, La catedral del mar, es
de 2006. De algún modo, se podría decir
que empezó a publicar relativamente tarde. Pero imagino que hasta que llegó esa
primera publicación hubo un largo recorrido previo. ¿Cómo comienza su relación
con la literatura?
-Yo he escrito siempre. Antes de La Catedral del mar tengo alguna novela que no me la quiso publicar
nadie. Incluso, La Catedral del mar
tampoco me la quiso publicar nadie durante tres años. Por lo tanto, escribo
desde hace mucho, pero sí soy un escritor publicado tardíamente.
-
¿Tuvo contacto con los editores que no quisieron publicar La Catedral del mar una vez que el libro fue un éxito increíble de
ventas?
-Claro que los he visto, pero no creo que tenga nada que
ver. Tal vez si la publicaban ellos, no se vendía tanto. Una novela triunfa
según las circunstancias, tienen que coincidir muchas cosas y uno nunca sabe
cuáles.
-Antes decía que empezó a publicar
tardíamente, pero que siempre escribió. ¿Era su sueño poder vivir de la
literatura o era un abogado feliz que en sus ratos libres se dedicaba a
escribir?
-Creo que toda aquella persona que escribe y que siente
pasión por la literatura sueña con poder dedicarse por completo a su escritura.
Ser escritor es una profesión maravillosa y no es comparable a otras
profesiones por bonitas que sean. Yo llevo treinta y cinco años como abogado y
estoy francamente hastiado del Derecho.
-A los
escritores se les suele preguntar cuánto piensan en los lectores a la hora de
escribir un libro. En su caso, tiene seis millones de lectores en los que
pensar. ¿Eso fue una carga a la hora de
sentarse a escribir o no lo tuvo en cuenta?
- No, no hay que tenerlo en cuenta. ¿Cuánto pienso en el
lector? Mucho. Principalmente porque intento ofrecerle lo que a mí me gusta
como lector, y creo que en eso coincido con el gusto del común de la gente.
Vuelvo a insistir: es aventura, es divertirme, es entretenimiento sin más
aspiraciones. Por lo tanto, en el momento en que escribo voy pensando en lo que
a mí me gustaría, que creo que es además lo que le va a gustar a esos lectores.
-Tanto
La catedral del mar como este libro
son novelas históricas. En este tipo de género, que lleva tanto trabajo detrás,
¿qué parte del proceso de escritura es la que más disfruta?
-En el proceso de
escritura se disfruta al apagar el ordenador, porque es un trabajo solitario
como cualquier otro. Incluso, más solitario que otros, en el cual estás muchas
horas trabajando y muchas otras corrigiendo. Quizás haya escritores a los que
les salga todo con mayor facilidad o con mayor inspiración, pero a mí me
cuesta. Tengo que trabajar mucho y corregir mucho más, porque me exijo
demasiado. Por lo tanto, la satisfacción llega cuando apago el ordenador o
cuando la obra ya está escrita y el lector dice que le ha gustado: yo creo que
esa es la gran satisfacción.
- En
este estilo de novelas, ¿qué lugar ocupa la ficción? ¿A veces termina estando
encorsetada por los acontecimientos históricos?
- La ficción tiene el noventa por ciento de la novela, sin
que ese diez por ciento histórico deje de ser importante. Lo interesante de la
novela histórica, por lo menos desde donde yo la planteo, es la ficción, la
historia solo acompaña. Lo importante es mostrar cómo los personajes se
entremezclan con los sucesos históricos, viven esos sucesos y les influyen en
sus vidas personales. En Los herederos
de la tierra hay tres sucesos históricos que son importantísimos. Uno es el
ataque a la judería de Barcelona, en donde empieza un momento realmente
dramático para los judíos en España y que culminará con la expulsión de 1492.
Otro es el compromiso de Caspe, que implicó la llegada de un rey castellano a
Cataluña, y el tercero es el sisma de la iglesia de Occidente con un Papa aragonés que en ese momento siguió
siendo el anti Papa. Esos tres momentos históricos hacen que la trama ficticia
se entrelace con la historia. Eso es lo más difícil de conseguir, porque yo no
varío la historia, sino que me ciño a ella, pero ya se sabe, la imaginación es
infinita. Siempre se pueden encontrar tramas suficientes como para enlazar esos
momentos históricos que quieres definir.
- Para
escribir una buena novela histórica, ¿qué ingredientes no pueden faltar?
- Yo creo que una buena novela histórica debe ser veraz y
fiel a los hechos históricos. Después,
al menos en mi caso, no puede faltar mucha aventura, algo que capte al lector
desde la primera hoja, que lo enganche a la novela como para no querer
soltarla. Para todo eso, hay que darle tensiones dramáticas que son lo que hace
que el lector se interese por la novela.
-Su
escritura, al menos en los cuatro libros que lleva publicados, va por el lado
de la novela histórica, ¿sus lecturas también tienen que ver con el mismo
género?
-No, leo de todo. Histórica, thriller, novela negra,
aventuras, romántica. La verdad, leo todo tipo de novelas.
- Y de
nuestro país, ¿hay algún escritor que lo haya influenciado?
- No, influenciar no. Yo siempre he vivido la Argentina a
través de Mafalda. Me parece el personaje más maravilloso que se ha podido
crear, no solo en la Argentina, sino a nivel mundial.
-
Volvamos a la novela: en Herederos de la
tierra, Barcelona ocupa un lugar central, ¿qué queda de esa ciudad que
narra en el libro en la Barcelona actual?
-Aparte de algunos edificios, quedaba -porque creo que está desapareciendo- un
sentido mercantilista, una forma de entender el comercio muy importante, que
viene de esas épocas. Quedaba también, que no sé si se está destruyendo con
estos tipos de políticas, una visión global, una universalización de la ciudad,
una creatividad magnífica.
-Decíamos
recién que todo lo que lleva escrito hasta ahora está basado en sucesos
históricos del pasado, ¿la actualidad no lo atrapa como para utilizarla de
materia prima en sus novelas?
- Me atrapa
muchísimo la actualidad, pero yo escribo novela histórica. Estoy cómodo con la
novela histórica y la editorial y el
público me piden que escriba novela histórica. Ir a contracorriente es un poco
absurdo porque me funciona muy bien. Por otra parte, la trama de esta novela la
puedes trasladar al siglo XXI, con algunos retoques y se sostendría igual solo
que con otro ambiente y otro entorno. Desde ese punto de vista, las pasiones
son universales y atemporales. Cambiar de registro, creo que sería una apuesta
que, si sale mal, sería un desastre.
- Ya
que hablamos de actualidad, después de 314 días de limbo político, Mariano
Rajoy fue reelegido por el Congreso como presidente del gobierno español. ¿Cómo
ve la actualidad en su país?
- La estoy viendo con preocupación porque se ve una tensión
social que no debería existir. Los políticos siempre pueden discutir, pero se
está trasladando esa tensión a las calles a través de movimientos populistas y
eso no creo que sea pertinente. No debe ser así. La democracia está para
ejercerla, la gente puede manifestarse, pero no hay que crear alarma o tensión
social, sino todo lo contrario; hay que crear el clima suficiente como para que
la sociedad pueda avanzar. Eso lo veo con bastante preocupación, amén de todos
los problemas con los que nos estamos encontrando como la inmigración y los
refugiados. Por lo visto, hasta ahora parece que somos incapaces de
controlarlos y solventarlos.
- Y
viniendo de un lugar como Cataluña, ¿qué opinión tiene de los movimientos
separatistas?
- No estoy a favor de la independencia, me parece un error
tremendo. Además, creo que Cataluña a nivel identitario ya casi es
independiente. Se puede profundizar más, pero en todas aquellas cosas que
definen al pueblo catalán como ser sus costumbres, lengua, legislación civil y
tradición ya somos independientes y tenemos las competencias absolutas. Ahora
se está buscando una independencia a nivel económico, pero yo creo que en la
época de la globalización, de la universalización, en la época de las grandes
industrias, el cerrarse y pretender
separar y romper lazos en lugar de crear más lazos, me parece un error
estratégico tremendo. A mí no sé si me afectaría o no, supongo que sí, pero lo
que no quiero es que afecte a mis hijos, porque creo que sería la ruina para la
juventud de Cataluña. Quizás dentro de treinta o cuarenta años se podría
empezar a levantar la cabeza, pero estratégicamente y desde el punto de vista
del sentido común es un error absoluto.
- Me
decía que le preocupa la tensión social que ve en su país. En ese contexto,
¿qué lugar ocupan los intelectuales?
- Estamos en un momento en que está venciendo el populismo,
que es una doctrina que no tiene exclusivamente un medio para alcanzar algo, en
este caso el poder. Tanto puede ser de izquierda como de derecha, como ateo o
católico; vas saltando de un sitio al otro. Estamos en la época del pragmatismo,
en la época de lo políticamente correcto; incluso al lenguaje lo estamos
autolimitando para no entrar en lo políticamente incorrecto. Todo eso afecta al
intelectual, porque un intelectual ante todo debe ser una persona libre, que
pueda decir lo que piensa en todo momento, sin sufrir el insulto que en estas
fechas está sufriendo por dar su opinión. Hoy a
cualquiera que se manifieste fuera de lo políticamente correcto, lo
primero que le dicen es que es un fascista. Hemos llegado al punto en que dicen
que Felipe González es un fascista.
-
Hablábamos del éxito que tuvo La catedral
del mar, y esta nueva novela sale con cuatrocientos mil ejemplares en la
primera edición, una cifra impensada para cualquier libro actual. Hace muy
poco, entrevisté a Guillermo Martínez, uno de los escritores que más vende en
nuestro país y él me decía que el éxito a nivel literario es vivido como un
pecado para el mundillo literario, ¿en España pasa lo mismo?
- Para cierto mundo intelectualoide o pretendidamente
intelectualoide -unas especies de dioses literarios- sí. Pero es un movimiento
sectario; creo que a fin de cuentas es una autodefensa. Si se permite ese éxito
y hay gente que no lo tiene, mucha gente se está poniendo en evidencia.
Entonces es mejor criticar al éxito y tratar de revestir el fracaso con una
pátina de hechizo o magia intelectual, algo incomprendido, pero que en el fondo es magnífico, cuando
probablemente no lo sea.
-Es
casi imposible que en el mercado literario actual, se vuelvan a vender seis millones de ejemplares, ¿qué le gustaría
que pasara con este libro?
-Más allá de los números, lo que me importa es que
satisfaga a la gente, que el lector quede contento y se divierta con ella.
Publicada originalmente en la revista Quid, diciembre 2016.
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