viernes, 1 de octubre de 2021

Qué es Verso a Verso

 


¿Qué es Verso a verso?


A través de conversaciones con destacados autores de la música popular, este ciclo indaga en el misterioso mundo de los letristas.

Cada capítulo tendrá a un autor como protagonista, quien además de dialogar sobre los aspectos más relevantes de su obra, leerá una de sus letras y al final del episodio participará de una sección que llamamos “Verso a verso”.

Esta sección se trata de una especie de cadáver exquisito que vamos a ir componiendo con los versos de cada artista invitado. De modo tal que, al finalizar el ciclo de diez entregas, vamos a tener una letra escrita por todos los autores que participaron del programa.

lunes, 17 de mayo de 2021

Gonzalo Unamuno: "El escritor es la mano de obra más barata del mundo"

 


Nando Varela Pagliaro

Gonzalo Unamuno es autor de los libros de poesía De otra luz (2007), Distancia que nadie ocupará (2011), y de la nouvelle Acordes menores para Marion Cotillard (2011). Sus obras más difundidas, las novelas Que todo se detenga (2015) y Lila (2018) están siendo adaptadas al cine bajo la dirección de Juan Baldana. En estos días, acaba de publicar Tu jardín salvaje, su primer libro de relatos.

De alguna manera, un libro de cuentos se asemeja bastante a un disco. Me refiero a que cuando un grupo arma un disco generalmente trabaja sobre varias canciones y luego en el disco sólo quedan las que más se ajustan al criterio de selección. En tu caso, ¿trabaste con muchos más cuentos de los que terminaron quedando? ¿Cómo fue ese proceso de selección?

El proceso de selección fue, dentro de todo, sencillo. No me propuse de entrada escribir un libro de relatos, sino que advertí, por la cadencia y la respiración de las historias que imaginaba, que acabaría siéndolo. Una vez que tuve ya cuatro o cinco terminados se me hizo fácil la direccionalidad, el horizonte al que pretendía ir o al que ineludiblemente iría. Llegué a escribir una treintena de cuentos y, de ellos, elegí los diecisiete que conforman Tu jardín salvaje.

¿Cómo pensaste el orden?

El orden fue pensado en virtud de los denominadores comunes que hacen al libro y que son, creo yo, el cinismo, la crueldad, la labilidad miserable de los vínculos entre las personas. Cada cuento está narrado de distinta manera que el que le sigue. Los hay en primera persona, en segunda, en tercera. Los hay en tiempo presente y pasado, en formato de diario, de diálogo, de epístola, de guión. Una vez conformada la selección de los relatos, lo que hice fue esparcir aquellos que pudieran tener similitudes entre sí, como una escena, un desenlace, una línea de diálogo de los personajes.

Venís de la poesía y de dos novelas anteriores, ¿te sentiste cómodo como cuentista?

Me sentí muy cómodo. Además, supuso un desafío grande para mí como escritor. Mis dos novelas previas me llevaron muchos años de trabajo y la construcción del personaje principal de ambas, Germán Baraja, ya me resultaba un lugar conocido, pero en el que era fácil también repetirme, girar sobre un mismo eje hasta agotarme. Por eso decidí abandonarlo. Me gusta desafiar y extremar mis capacidades, y nunca es fácil escribir cuentos en el país de Borges, de Cortázar, de Di Benedetto, de Piglia.

¿Sos muy lector del género?

No me considero como alguien muy lector del género, aunque sí soy alguien que leyó las cumbres del mismo y, en esos casos, fue influenciado por ellas. Para dar nombres, en el plano internacional hablo de Lispector, Cheever, Carver, Flannery O` Connor, Nabokov, Lucia Berlin. En el local, Abelardo Castillo, Piglia, Fogwill, Fabián Casas, Di Benedetto (y podría seguir).

¿Qué libros estuvieron en tu mesa de trabajo mientras escribías Tu Jardín salvaje?

Es la pregunta más difícil de responder dado que es un libro que escribí durante más de dos años –desde que publiqué Lila, a mediados de 2018-, hasta que lo terminé, a principios de 2021. Por ende, nunca hubo libros que estuvieran en mi mesa de trabajo por un tiempo mayor al que me llevase leerlos. En ese tiempo pasaron cientos de libros por mi escritorio, mesa de luz, sillón y cama.

En varios cuentos hay cierto cinismo, cierta violencia que también aparece en tus novelas. En una entrevista reciente con Cristina Mucci dijiste que “fracasás en los intentos de hacer una literatura más feliz”. ¿Realmente te interesaría hacerla? Como lector, ¿leerías la historia de un tipo feliz?

A veces creo que me interesaría lograr personajes sin esas cuotas de cinismo y de maldad, más que nada por no repetir fórmulas como escritor. El asunto es que, por más que lo intente, cuando logro una historia, llamémosle, agradable para quien la lea, siento enseguida una sensación de falsedad, una impostación. Como lector leería la historia de alguien feliz, aunque anteponiendo la condición ineludible de toda historia: que esté bien contada.

En una entrevista que salió hace un tiempo en Clarín junto con otros escritores de tu generación decías que tal vez en el futuro ibas a “escribir algo menos honesto con otras herramientas literarias”. En este libro, ¿cumpliste con eso que decías?

Cumplí al escribir con otras herramientas literarias, aunque hoy no sabría puntualizar qué quise decir con “menos honesto”. Quizás ya no crea en la honestidad de la ficción y posiblemente la misma no tenga ninguna importancia.

En los ´90 Fabián Casas decía que ya no quedaban lectores de poesía que no escribieran sus propios poemas. Vos también dijiste que “hoy encontrás más tipos que escriben que tipos que leen”. ¿Pensás que el mundo en el que circulan los libros es un mundo cada vez más chico?

No diría que el mundo en el que circulan los libros es cada vez más chico, sino lo contrario. Ocurre eso que señala con tanto acierto Fabián: cada día son más las personas que se autopublican, que buscan un andarivel paralelo, alternativo del circuito tradicional, que salen del rol de lector pasivo y se animan a la creación literaria, cosa que antes pasaba mucho menos, porque era un universo inaccesible, distante y ajeno de la mayoría de la gente. Desde la crisis del 2001 en adelante, con los fenómenos de las editoriales independientes, de los Blogs, y del arribo definitivo de la tecnología al universo de las letras, las circunstancias cambiaron para siempre.

Hablando del mundo del libro, ¿por qué pensás que hay tan pocas regulaciones? ¿Por qué cuesta tanto que se reconozca la mano de obra del escritor?

Por la simple razón de que así funciona el circuito del libro, donde pareciera haber un contrato silencioso, una regla no escrita pero sí ampliamente aceptada de que el escritor es la mano de obra más barata del mundo y que no se le puede ocurrir vivir de su trabajo, siendo que casi todos los eslabones de esa cadena que nace del autor sí pueden hacerlo. El famoso 10% de regalías que percibe el autor por la venta de su obra viene desde el siglo XIX, cuando el libro era un objeto manual, casi artesanal, y las facilidades de impresión y de transporte para su distribución eran completamente diferentes. ¿Cómo puede ser que eso no se haya modificado desde entonces habiéndose modificado todas las instancias previas de sus engranajes de producción? ¿Cómo puede ser que en ninguna otra expresión artística suceda algo equiparable en materia de porcentajes? Pongo un ejemplo: si contando con dinero para la inversión inicial, yo fundase mi editorial, no debo pagarle a ningún autor o autora al recibir su obra porque, como sabemos, con su sola publicación, basta. El premio es la publicación, que automáticamente te coloca, como autor, en una situación de desventaja. Ahora bien, si yo mañana hiciese una versión de determinado tema musical, tengo que pagar los derechos para su usufructo comercial. Un cineasta que quiere adaptar un guión que no es suyo, lo tiene que comprar e incluso el precio está estipulado. Los actores cobran por las semanas, meses o años de filmación –es decir, su trabajo- y luego tienen anexado un porcentaje de la taquilla que genere el material en el mercado, asuntos que, por si fuera poco, se encarga el sindicato de anoticiarles, lo mismo que si reproducen la obra en otro país. En Argentina, los escritores no tienen aportes, sindicato, obra social, ni regulación alguna de su suerte en el mercado. Uno recibe un Excel con liquidaciones semestrales y solo le queda aceptar lo que se ve reflejado en la planilla. Incluso editoriales que apenas si tienen presencia equitativa en el país hacen contratos donde se quedan por siete, diez, hasta quince años todos los derechos universales de una obra. Esto implica que son quienes deciden si se traduce, si no, a qué idiomas, a qué mercados, a qué valores; si se adapta al cine, al teatro, etc. Es gente que la mayoría de las veces no tiene la capacidad siquiera de llegar a una treintena de librerías pero en el contrato de ninguna manera se circunscriben a su rango de acción y de alcance. Un disparate por donde se lo mire. Es un robo descarado, una falta total de respeto.

De alguna forma, ¿el mejor camino no termina siendo la independencia editorial?

Sin ninguna duda. Este tiempo de pandemia y de hacinamiento nos chocó de frente con muchas realidades. Una de ellas es que no se necesita de un catálogo, de un nombre ni de una distribuidora para circular, para vender libros. Por el tradicional y perimido carril por el que nos manejamos siempre, la cuestión fracasa. Una editorial nunca paga las horas, los días, las múltiples inversiones que lleva escribir un libro. Incluso el famoso “adelanto” no es más que eso: dinero que te pagan de entrada y te descuentan después.

Vendiste los derechos de tus dos novelas para ser llevadas al cine, ¿cómo viene ese proyecto? ¿Vas a participar también de la escritura del guión?

El proyecto viene bien, aunque ralentizado por las cuestiones obvias de una coyuntura tan impredecible como la que nos toca vivir. Voy a participar de la escritura del guión aunque no comulgue mucho con la idea. Lo estoy haciendo por la amistad que logré con Juan Baldana, su director, pero no soy alguien que crea en la fidelidad de las obras cuando se mudan a otras órbitas. Entiendo que la literatura y el cine son dos ramas del arte y cada una debe respetar su idiosincrasia y naturaleza. Y yo, de momento, no sé escribir guiones ni me los puedo figurar delante de cámara.

 Por último, en una charla que tuvimos cuando publicaste uno de tus libros anteriores recuerdo que hablamos mucho de peronismo y si bien me decías que no te interesaba ser una especie de “peronólogo”, por tus años de militancia y por tu historia familiar, tenés espalda como para hablar del tema, así que, si tenés ganas, me gustaría que me dijeras ¿cómo ves al movimiento hoy?

Lo veo, como desde su nacimiento hace 75 años, en un conflicto permanente, en un estado de eclosión producto de su dinámica, de su verbo, de su matriz, de su protagonismo. Tanto en el orden interno como externo del movimiento, entiendo que la puja es por ocupar la centralidad ideológica en una nación tan joven como la nuestra. Necesitamos lograr la identidad, la pregnancia que nos defina de una vez por todas, que represente la voluntad de las mayorías populares y que ello baste para que las candidaturas políticas estén supeditadas al único orden admisible de todo pueblo: el de la justicia social. En nuestro país, a mi juicio y con el rango de movimiento, solo existen dos grandes vertientes: la del peronismo y la del anti peronismo.  Y en ellas se nos va la vida.

Entrevista realizada el 17/05/2021



lunes, 3 de mayo de 2021

Dejar de escuchar música con el cerebro en modo avión

 


Nando Varela Pagliaro

Rafael Varela es productor musical, compositor, docente, guitarrista, cantante y arreglador. Con una pata en el tango nuevo y otra en el rock, sus participaciones y proyectos son de lo más variados.

En la actualidad, lleva adelante Tangócratas, un dúo de tango nuevo junto a Pablo Marchetti y a fines del año pasado editó Horizonte de Sucesos, su primer disco solista de composiciones electroacústicas en el que confluyen todas sus inquietudes musicales en canción de autor.

Además de músico, Varela tiene un podcast, que se llama precisamente «El musicópata», en el que invita a sus oyentes a dejar de escuchar la música con el cerebro en modo avión.

Es muy común preguntarle a un escritor por qué escribe. De hecho, la mayoría de los escritores ya tienen una repuesta armada ante esa pregunta. Fogwill tenía una respuesta buenísima, decía que “escribía para no ser escrito”. A los músicos, en cambio no es una pregunta que se les haga tanto. En tu caso, ¿por qué escribís canciones?

Puedo decir muchas cosas al respecto, podría decir “porque es el sueño que tenía de chico”, “porque es mi manera de expresarme”, “porque quiero dejar algo en el mundo”, y cosas así, pero con la respuesta que me siento más cómodo es que hago canciones porque me sirven mucho más para estar en eje conmigo mismo que ir al psicólogo o hacer yoga, por decir algo. Cuando termino una canción y me gusta, no me importa si tengo dramas emocionales, económicos o de salud, me voy a dormir feliz y sintiendo que la vida es hermosa.

Como músico mayormente te movés entre el tango y el rock, ¿qué diferencias encontrás en ambos ambientes?

Muchas y de muchos tipos. Quizás para empezar hay diferencias de idiosincrasia, y no sólo entre esos dos ambientes entre sí, sino dentro de ellos, por ende es difícil responder sin que se haga infinito. Pero para reducirlo, el ambiente del rock en general tiene a la música como algo más accesorio, digamos que en general es más una excusa para vivir “un tipo de vida”, a veces más cercana al estereotipo del rockero (drogas, joda, noche, etc.) y a veces menos, pero me da la sensación de que es así. En el ambiente tanguero en cambio, por más de que por supuesto también están esos factores, quizás vienen algo detrás. Pienso que puede ser porque el tango tiene naturalmente más compromiso poético, no sólo en la poesía propiamente dicha, sino simbólicamente, y mucho más hoy que el Buenos Aires aquel de la época dorada ya no existe; por ende, en el ambiente tanguero hay algo más de compromiso artístico creo, pero ojo que eso a veces es positivo y a veces no, porque el exceso de respeto por algo determinado hace que uno lo aborde con una distancia que no necesariamente es provechosa para lo artístico. Por supuesto que igual es relativo y depende de quiénes; de hecho, como yo, hay muchos músicos y público que comparten los dos ambientes y forman un ambiente mixto de tangueros con remeras de los redondos.

A nivel formación, ¿es la misma la calidad de músicos que hay en un ambiente o en otro?

No me siento capacitado para juzgar calidad, o más bien estoy en contra del término en cuanto a cuestiones artísticas. Lo que sí puedo decir es que para tocar tango es necesario cierto estudio que para tocar rock no necesariamente. El rock es un género en el cual lo musical esta mixturado con una actitud, una cualidad que tiene más que ver con la personalidad que con la música en sí. Por otro lado, el tango tiene vericuetos musicales más refinados, tanto en lo armónico y melódico como en lo rítmico, entonces eventualmente un músico de tango necesita más formación que uno de rock en algún punto. Pero por otro lado, el “estudioso” del tango que no tiene personalidad tampoco llega a sonar lindo, entonces la palabra “calidad” pasa a requerir un mayor desarrollo para poder responder la pregunta, habría que definirla porque es muy relativa.

En tu caso, ¿qué cosas hacés para ser mejor músico?

Primero que nada, trato de no darle bola a lo que “se está haciendo” o “no se está haciendo”. Creo que en toda disciplina hay un camino que está marcado por las convenciones sociales en algún punto, y es algo que me choca bastante, sobre todo porque no estoy muy convencido de que me guste el universo artístico actual. Por ende, primero trato de ir a los lugares que me gustan a mí, más allá de cómo crea que eso vaya a ser tomado en el ambiente o en el público. En síntesis, prefiero ser un mejor artista a un mejor músico. Al mismo tiempo, para tomar partido por un lado u otro en cuanto al “universo artístico actual”, hay que estar actualizado, sino no se puede tener una postura al respecto, por ende, también trato de escuchar todo lo nuevo que pueda, lo cual me da mucha pena porque en general siento que el mayor porcentaje de propuestas de hoy son recauchutes del pasado.

Otra cosa que diría que va por otro lado es que trato de escuchar y analizar todas las instancias de una música por separado: la composición, el arreglo, la producción, la interpretación, la técnica etc. Escucharlos y analizarlos como cosas separadas me nutre mucho para entender muchas cosas que suceden que si no se analizan así quedan empastadas como en una tortilla que quizás tenía buenas papas, pero el huevo estaba pasado.

¿Por qué creés que en la música se da tanto el autodidactismo?

Creo que en el arte sucede, no sólo en la música. Un escritor empieza a escribir seguramente antes de estudiar algo que tenga que ver con la literatura, o solo habiendo estudiado lo que estudia cualquiera, y un pintor lo mismo, y un fotógrafo seguro sacó su primera foto sin haber ido a ningún taller. No hay forma de que un artista se enamore de su disciplina si no lo hace de forma autodidacta al menos al principio. Luego, cuando se llega a lugares satisfactorios en esas instancias o momentos, uno puede considerar el proceso autodidacta como un proceso totalmente válido y muchos artistas siguen ese camino y está perfecto. En un punto yo no creo en el artista que se expresa desde la técnica, por eso no me suelen gustar los músicos que ponen su técnica por delante en sus laburos. Creo que el arte pasa por otro lado. Luego el manejo técnico de cada artista obviamente va a brindar más herramientas para un fin, pero eso es otra cosa. El punto es llegar a hacer lo que tenés la pulsión de hacer, si lo hacés a través del estudio o de la intuición es lo mismo, la obra puede estar buenísima de cualquiera de las dos formas. A alguno le funciona una, a otro otra, y a muchos las dos dependiendo del momento o la instancia de la obra.

¿Se puede aprender un instrumento solo mirando canales de Youtube? ¿Cuán importante es la figura del maestro?

Habría que definir aprender. Se puede tener una noción y se pueden lograr objetivos a corto plazo, entonces si te dedicás a un género que no requiere mucha data, creo que sí. Por ejemplo, si aprendés tres acordes por youtube y después componés una canción con esos tres acordes, no hay nada que impida que sea una gran canción excepto tu talento, más allá de cómo los aprendiste. Ahora, si te dedicás a estudiar violín clásico para entrar en el Colón, sin un maestro o maestra es absolutamente imposible. Las artes tienen muchas instancias, variantes, enfoques y perfiles, a veces con muy poco se puede hacer mucho y otras al revés. Además, me gusta la idea de que no haya prejuicios con respecto a cómo se hace arte, creo en el arte en libertad, con YouTube y con Bach en la misma bolsa manchándose de un profesor de la primaria y la Berklee.

Muchas veces a los que se quieren dedicar a la literatura les aconsejan que no estudien Letras porque van a terminar siendo críticos y no escritores. En la música, ¿cómo incide el conocimiento? Saber demasiado, ¿puede jugarte en contra a la hora de sentarte a componer?

Puedo saber de primera mano lo que decís porque estudié tres años letras, y son los comentarios que recibía, tal cual. Creo que es posible que suceda, pero no por tener el conocimiento en sí, sino por la manera que tenemos de ejercerlo. El conocimiento siempre suma y nunca resta, eso yo lo entiendo como algo absoluto e irrefutable, el tema es confundir “conocimiento” con “arte”. Una canción no es mejor porque use más recursos, y eso a veces parece funcionar así en los músicos estudiosos, como si la capacidad de usar herramientas los llevara a entender que la música “son” las herramientas, y las herramientas son herramientas, no son un escalafón entre arte mala y buena. Si eso se tiene presente y se le da la importancia que merece, estudiar siempre es bueno sin dudas. Muchos artistas caen presos de esa trampa, quizás porque confunden la admiración por la cantidad de recursos de sus maestros (tanto presenciales como ídolos) con el camino a tomar por ellos mismos; piensan que para ser bueno hay que usar los recursos que usan los músicos que admiran, y eso puede llevarte a perder personalidad, a repetir esquemas sin sentido, o a que quede evidenciado que lo que estabas haciendo cuando hiciste esa obra es estudiar algo en particular y que termine pareciendo más un ejercicio que otra cosa. Es un peligro estudiar si no se está atento o atenta a eso, pero sin estudiar la mecha es mucho más corta también obviamente. Recuerdo una vez en un show escuchar a un músico tocar muchísimas más notas de las que yo creía que eran necesarias y yo decirle a la persona que tenía al lado “está tocando demasiado”, y me respondió “pero está usando un montón de recursos”, como algo bueno. De eso hablo. ¿Qué me importa cuántos recursos está usando? A veces la pizza es de muzzarella. Por otro lado, sin recursos, estudio ni herramientas no existiría Piazzolla. Así que depende de cada uno. Creo que el equilibrio sería algo así como saber usar el estudio, pero con el alma autodidacta intacta.

Hablemos de El Musicópata, ¿cómo llegaste al formato podcast? ¿Tenías otros podcasts como referencia cuando arrancaste?

Me da un poco de vergüenza decirlo, pero la verdad es que no escucho podcasts. Más que nada porque en la mayoría de los que escuché, el formato radial está muy presente, y no soy un gran escucha de radio. Yo en El Musicópata trato de presentar algo diferente, primero no tratando de hacerlo fácil de escuchar en el contenido o en las formas, ni que sea “rápido”, “canchero” ni nada de eso; sino de amalgamar conceptos con la música que uso en pos de una especie de producto final entre música y concepto. Un poco como sumarles data a las canciones, y que esa data sea data no fácil de hablar en otros espacios. Encuentro en el formato una forma de lograr transmisión de información dialéctica junto con la música misma, y eso me atrae mucho y me parece un juego hermoso, por eso los episodios los trato de encarar como pequeñas obras de arte, al menos en la intención. En la mayoría de los podcasts se busca otra cosa que a mí personalmente no me parece tan atractiva, más cercana a las formas actuales de comunicación que a veces me atosigan y abruman un poco.

En uno de los últimos episodios suena mucho el tema de Jorge Drexler No pienses de más en la versión de Jaime Roos. ¿No creés que, si se la piensa tanto, si se la mira con una lupa todo el tiempo, la música se disfruta menos?

Absolutamente. Yo trato de hacer el ejercicio de escuchar sin protagonizar, y al mismo tiempo en otra capa escuchar como músico; a esta altura creo que lo he ejercitado lo suficiente como para hacerlo al mismo tiempo. No me interesa poner en la escucha toda la información que puedo llegar a tener, pero a veces esa información me ayuda a disfrutar la misma música, por eso es más bien “dónde” y “qué”, o sea, para disfrutar de Miles Davis a veces la data es necesaria y otras no, por eso tener las dos escuchas “preparadas” simultáneamente es la mejor opción, y se puede ejercitar.

¿Nunca escuchás música en modo avión?

Sí claro (me hiciste reír). Pero cuando lo decido a conciencia para bajar un cambio. Puedo escuchar A Hard Days Night y disfrutarla como cuando era un nene, o escucharla como músico y disfrutarla como eso, es una decisión que tomo según el momento. La frase igual me gustó, por eso la uso en el podcast, para exhortar a quien lo escuche a tomar esa decisión, pero en el momento en que se decida.

En otro episodio decís que tanto el rock como la industria de la música pasaron de moda, que hoy la vanguardia está en otros géneros. ¿Pensás que estos nuevos géneros como el trap o el reggaetón pueden cambiar paradigmas como sí lo hizo el rock?

En cuanto a cambio social no, en cuanto a paradigmas musicales sí, en algunos casos. El rock particularmente fue la banda sonora de un cambio radical de la sociedad en occidente, y hoy se sigue manteniendo como actitud. Por ejemplo, la actitud del trap en algún punto es rockera, tiene denuncia, calle, transgresión, desfachatez y volumen, características rockeras, por eso en ese sentido no pasó de moda y lo explico en un episodio que se llama Lo que queda es la actitud, en el cual hablo de que la actitud del rock se traspasó a otros géneros y a la vida en general y sigue muy vigente. Ahora, en lo estrictamente musical, el rock sí está viejo.

Con el reggaetón pasa otra cosa, no creo que sea tan fuerte como para cambiar un paradigma al nivel social pero sí estableció ciertas cosas que se propagaron, como el sonido mainstream latinoamericano que abordó la forma de producir en todo el mundo, aunque ya había empezado con Shakira o con Cristina Aguilera. Creo que los géneros latinos comerciales ganaron lugar en toda la industria, inclusive la angloparlante, y eso es algo que hay que mencionar en este punto, porque es algo social claramente. Después, si eso es bueno o es malo, es lindo o es feo, es otro tema. No hace falta que diga cual es mi opinión y mi gusto al respecto creo.

¿Tanto el trap como el reggaetón son músicas que van a quedar?

No lo podemos saber, podemos pensar, teorizar e imaginar, pero no saber. Del trap creo que no porque lo considero un género mixto, o sea, una mezcla de otros géneros (rap, rock, hip hop, soul, funk). No creo que tenga todavía una personalidad musical marcada, creo que su personalidad va más por lo estético y lo combativo, la actitud. El reggaetón es más claro en lo musical, tiene un patrón rítmico base concreto y eso es algo muy potente como para dejar algún rastro en lo estrictamente musical, más allá de los gustos. Habrá que ver.

Si le tuvieras que hablar a alguien que todavía no escuchó tu podcast, ¿cómo se lo describirías? ¿por qué debería escucharlo?

En principio no creo que nadie deba escucharlo, pero puede estar bueno eso sí. Creo que primero es un espacio en donde se hablan cuestiones que tienen mucha importancia en la música, tanto si sos músico o música como si sos escucha, y eso me parece interesante. Se plantean cosas que están muy presentes en la actividad musical, (aunque no sea actividad profesional) que en pocos lados se plantean, digamos está fuera de la forma de encarar la divulgación musical en la mayoría de los espacios en los que se hace. Por otra parte, se toman en cuenta enfoques de otras disciplinas como la psicología, la filosofía, la tecnología, la física, y muchos más factores presentes en toda actividad humana que por supuesto influyen en el comportamiento musical o artístico, pero no están contempladas en la enseñanza musical en ninguna escuela, lo cual me parece un gran error. Además, creo que propone cierta nobleza en cuanto a la forma de encarar la música y el arte, lo cual a veces puede ser inspirador. Mucha gente me dice que se siente inspirada por mis episodios, lo cual me da mucho gusto y honor. Por último, es un podcast que busca ser amplio, no meterse en gustos, hablar objetivamente y considerar todas las opiniones, siempre buscando aprender, y eso me parece una forma de encarar las cosas que creo que es sana y productiva. Pero por sobre todas estas cosas, porque uso muy buena música y de todos los géneros, en un episodio podés escuchar a Los Chalchaleros y a Queen junto a Piazzolla o Coltrane enfocados desde el mismo concepto, hablando de lo mismo, y eso hace que puedas agrandar tus conocimientos musicales y descubrir cosas nuevas que antes quizás no habías entendido porque no te lo habían hecho ver (o escuchar) de esta manera.

Para terminar, suelo hacer esta pregunta: ¿cuándo sentís que tuviste un día productivo? ¿medís el día en esos términos?

Sí, lo hago, pero con una salvedad. En general cuando considero que hice algo que deja una semilla para que germinen cosas en el futuro que quiero que sucedan lo considero un día productivo. Cuando hago una canción, cuando mezclo un disco, cuando le dedico tiempo a mis hijos, en síntesis cuando genero algo que antes fue un deseo, ahí.

Si hago muchas cosas, pero todas me aburren, lo considero un día agotador, pero no necesariamente productivo. Ahora, hablando de términos y lenguaje, no me gusta la forma en la cual se usa “producir” en el mundo moderno, creo que nos acerca a una batería o a una polea en un engranaje y nos deshumaniza.

Entrevista realizada el 03/05/2021