Por Nando Varela Pagliaro
Liliana Heker, escritora
Kant decía que “la felicidad, más que un deseo, alegría o
elección, es un deber”. ¿Está de acuerdo?
-En lo personal, no considero
a la felicidad como un deber; en cambio la siento una responsabilidad respecto
de los otros. Creo, sí, que una debe estar abierta a esos momentos plenos
–felices-- en los que, de pies a cabeza, se siente en perfecta armonía consigo
misma y con el mundo. Que hay que vivirlos intensamente y atesorarlos. Pero,
según mi propia elección de vida, son solo eso: momentos privilegiados. No un
estado permanente, ya que la percepción de la inarmonía, de la injusticia, que
impide sin duda que una sea feliz, permite en cambio una actitud de lucha que
impulsa a cambiar aquello que una considera que está mal. Otra cosa distinta es
la alegría. Reconozco que estoy bastante dotada para la alegría, para disfrutar
intensamente con los innumerables y diversos placeres que me ofrece la vida.
Pero esas experiencias vitales, vividas hasta el hueso, no deben confundirse
con la felicidad que, como estado permanente, se parecería bastante a la
comodidad, o al egoísmo.
-¿Se puede ser feliz en un contexto adverso?
-Sí. Siempre he sostenido que
la verdadera sabiduría de vivir consiste en saber estar bien en los momentos
malos, ya que en los buenos resulta bastante fácil y natural.
-¿Cree que hay una correlación entre la felicidad y el
nivel de ingreso?
-Si fuera así, yo sería una
persona bastante desdichada ya que, durante buena parte de mi vida, mis
ingresos hicieron que llegara a fin de mes con la lengua afuera. Lo que tuve,
sí, fue una excelente educación –gracias
a la escuela pública y el estímulo de los que me rodeaban--, una buena
alimentación, gracias a mis padres sabios y maravillosos, un techo bajo el cual
resguardarme, y todo el cariño y la protección que necesitaba. Creo que toda
persona debería recibir como mínimo ese caudal para tener luego la posibilidad
de elegir su propio camino y, tal vez, acceder a la felicidad.
-¿Se puede ser feliz en soledad?
-Sí, la soledad tiene un
encanto muy especial, incanjeable, y, cuando se da, hay que saber descubrir y
disfrutar ese encanto. Creo que quien sabe ser solo es capaz de ser libre. Y,
también, de elegir y valorar --sin presiones-- la compañía.
-Si tuviera que elegir solo uno, ¿cuál diría que fue su
día más feliz?
-Afortunadamente, tuve muchos
momentos felices, cada uno con su propia belleza y su propia intensidad. Pero
recuerdo de una manera muy especial el primero de esos momentos. Yo estaba por
cumplir ocho años, un tío nos había prestado un departamento en Mar del Plata,
y mis padres, mi hermana y yo nos levantamos a las cinco de la mañana para
esperar el auto que nos iba a venir a buscar. Yo, que era ferozmente insomne,
por primera vez me sentía autorizada a
estar despierta a la madrugada. Conocí la calle a esa hora maravillosa. Mi
hermana y yo, abrazadas –no era habitual entre nosotras ese cariño tan manifiesto-- caminábamos por la vereda cantando un bolero.
Y teníamos por delante algo todavía más hermoso que el mar: el sueño del mar.
Mauro Libertella, periodista y escritor
- Kant
decía que “la felicidad, más que un deseo, alegría o elección, es un deber”.
¿Está de acuerdo?
-Diría
que no estoy de acuerdo, aunque objetar a Kant se me antoja algo desmedido.
Seguramente él lo pensó mejor que yo. Diría, en todo caso, que lo que me hace
ruido es el concepto de deber asociado a algo tan personal, tan subjetivo e
inexplicable como la felicidad. Perdón, Immanuel.
-¿Se puede ser feliz en un contexto adverso?
-Supongo
que sí. Mi canción preferida de Franco Battiato termina diciendo esto: "Mi
maestro me enseñó que es difícil encontrar el alba dentro de las sombras".
En esa búsqueda pasa el tiempo mucha gente. Nunca se vive en la adversidad
total, pero sabemos bien que tampoco se puede vivir en la felicidad total.
-¿Creé que hay una correlación entre la
felicidad y el nivel de ingreso?
-El
capitalismo nos hizo creer que sí. Ya citamos a Kant, a Battiato, así que ahora
evoquemos a Los Auténticos Decadente: "El dinero no es todo, pero cómo
ayuda".
-¿Se puede ser feliz en soledad?
-A mí me
gusta mucho la soledad, la busco, disfruto especialmente los momentos en los
que estoy solo, pero supongo que los disfruto porque son la excepción y no la
norma de mi vida. La soledad estructural, dicen los que saben, produce
depresiones irreversibles.
-Si tuviera que elegir solo uno, ¿cuál diría
que fue su día más feliz?
-Qué
difícil. Son muchos, aunque no tantos. Quizás suene snob, pero el
primero que aparece ahora es este: un día completo que pasé en Londres (mi
ciudad preferida), solo, sin nada que hacer más que caminar. Era otoño (mi
estación preferida), hacían 19 grados, me sentía bien, tenía un poco de dinero
para gastar y ninguna preocupación en la cabeza. Tuve en todo momento la
consciencia plena de que era un día irrepetible, y lo fue.
Hinde Pomeraniec, periodista y escritora
-Kant decía que
“la felicidad, más que un deseo, alegría o elección, es un deber”. ¿Está de
acuerdo?
- Bueno, en general
no me gusta sentirme “obediente” en relación con algo gozoso, aunque sí encaro
la vida con una idea similar de imperativa que es la de disfrutar todo lo
posible lo que hago y lo que vivo, pero también lo que hacen y lo que viven
todos mis seres amados.
-¿Se puede ser feliz
en un contexto adverso?
- Sí, claro. En mi
caso yo tenía 15 años cuando fue el último golpe militar y, sin embargo, en
medio de ese contexto de tragedia, en esa oscuridad social, política y
económica crecí como toda adolescente vital y tuve muchos momentos felices,
naturalmente reservados a los espacios familiares y más íntimos, aunque también
-con las limitaciones del caso- en algunos pocos espectáculos que nos llevaban
a socializar la alegría. Recuerdo por ejemplo recitales de rock nacional, obras
de teatro en el San Martín y también recuerdo la loca felicidad de ver a una
sindicalista reclamar en una fábrica por sus derechos en medio de aplausos. En
realidad, fue en un gran cine de la calle Santa Fe (si no me equivoco, el Grand
Splendid donde hoy está El Ateneo) y hablo de “Norma Rae”, la película con
Sally Field que pude ver ahí, posiblemente como parte de algún ciclo. Hubo
gente que sobrevivió a los campos de concentración y que recuerdan la felicidad
efímera que encontraron en un libro, un relato o en una canción.
-¿Cree que hay una
correlación entre la felicidad y el nivel de ingreso?
- Creo que sin tener
resueltas cuestiones vitales la felicidad es un sueño completamente ajeno.
Comer, tener buena salud y una buena educación son trampolines a momentos de
felicidad, sin eso garantizado, todo es más triste y sobre todo más injusto.
Por otra parte, se sabe que el dinero no garantiza la felicidad, pero puede
ayudar. En mi caso, pocas cosas me hacen más feliz que viajar y conocer otros
mundos. Y eso, sin plata, se complica mucho. En definitiva, todo siempre es
relativo y lo que para uno es plata, para otro puede ser un vuelto y para otro,
una fortuna imposible.
-¿Se puede ser feliz
en soledad?
- Si,
definitivamente. Leer -aunque puede ser una actividad colectiva- es la mayor
parte de las veces una actividad solitaria. Escuchar música o ver arte,
también. Esas son cosas que a mí me hacen feliz. También viajo mucho sola y
disfruto de eso. Posiblemente porque sé que son momentos solitarios y no largas
etapas. Soy una persona muy aferrada a la familia; me cuesta imaginarme sola
del todo y por mucho tiempo.
-Si tuviera que
elegir solo uno, ¿cuál diría que fue su día más feliz?
- Me resulta difícil
elegir uno solo y como soy bastante convencional, me cuesta creer que haya
momentos que puedan superar los nacimientos de mis tres hijos. Sin embargo,
podría pensarlos a los tres juntos y elegir alguna noche de vacaciones, con
ellos mucho más chicos y ya durmiendo, después de un día de sol, arena y agua.
Y cosas ricas. Y muchas risas. Si me tocara salir de mi círculo más íntimo,
seguramente elegiría el 30 de octubre de 1983, porque fue un día de felicidad
única y colectiva, cuando todavía la mayoría de nosotros pensaba que la mejor
Argentina, la más democrática, estaba ahí nomás, al alcance de la mano y de una
elección.
Diego Frenkel, músico
-Kant decía que “la felicidad, más que un deseo,
alegría o elección, es un deber”. ¿Está de acuerdo?
-La felicidad desde nuestro punto de vista
occidental es una palabra utópica. Para mí es un estado del alma, temporal y
transitorio, como todos los estados. Desde ningún punto de vista la puedo
pensar como un deber porque ya la palabra deber opera prácticamente en contra
del estado de felicidad. Toda idea de deber es un poco una coerción a la
libertad y la felicidad justamente se trata de un estado de libertad. Deber
significa hacer o buscar algo que no necesariamente está en el espacio del
deseo ni de lo creativo. La felicidad es un estado transitorio que considero
que está conectado con lo creativo, el amor y el encuentro con el otro, ese
otro en un sentido amplio tanto como ser genérico: hijo, madre, amor, mujer,
hombre, cualquier forma de género, naturaleza o espacio. La felicidad también
tiene que ver con el Yo que se despliega, se sale de su mirada autorreferente y
conecta con la profundidad y la infinitud de la otredad.
-¿Se puede ser feliz en un contexto adverso?
-Se puede ser feliz en un contexto adverso porque
los contextos en su mayoría son adversos. La adversidad, entendida como
obstáculo, puede incluso hacer propicia la felicidad porque la felicidad tiene
que ver también con el esfuerzo y el logro con el logro de la apertura, de lo
creativo. Ahora, hay niveles de adversidad en los que en realidad la palabra
adversidad no aplica, podría ser otra palabra tal como traba vital, asfixia,
muerte en vida, sujeción del yo. Es decir, la esclavitud, la sujeción de uno a
un otro, la pérdida de las libertades básicas y el derecho a existir de
cualquier ser, humano o no, obviamente no hacen propicia la felicidad, pero eso
no se trata de adversidad, eso es algo más , es estar envuelto en una situación
de malestar profundo hoy, en general
dado por una injusticia acometida por un
otro paranoico y egoísta o estar envuelto en una sicopatía social e histórica
como suele ser en nuestra sociedad en gran escala, esto incluye la pobreza material
y de las otras, el ser convertido en objeto en la maquinaria de producción o
quedar afuera cual resto inmundo, destruye la felicidad.
-¿Cree que hay una correlación entre la felicidad y
el nivel de ingreso?
-La relación felicidad y nivel de ingresos implica
que estamos pensando dentro del paradigma del capitalismo. Es decir, nos
planteamos dentro del capitalismo en esta pregunta como si viviéramos en él como
en un paradigma ineludible de la existencia.
Cuando en realidad la idea de ingreso, si nos
referimos al ingreso económico, está directamente vinculada con la idea de que
el dinero es parte de nuestra naturaleza.
En principio, dentro de este contexto social de un
capitalismo históricamente de los más injustos que ha habido, de los más
desbalanceados, obviamente considero que las personas que están en el escalafón
más bajo desde el punto de vista de quienes miden estos escalafones, en el
estrato más bajo, en el más deshumanizado y desconsiderado como sujeto, la idea
de felicidad es más difícilmente plausible. Porque aquí el dinero está
conectado con la posibilidad de “ser" en el sentido más básico de lo que
eso significa. Es decir, tener un estado corporal- químico y anímico básico.
Cuando el cuerpo ha perdido su condición de sujeto y cuando desde un entorno
social es tratado como objeto es imposible que pueda haber un estado de
felicidad porque sí, la felicidad está conectada con una libertad, la libertad
de ser y poder dar cauce a nuestros deseos como sujetos.
-¿Se puede ser feliz en soledad?
-No sé si se puede ser feliz en absoluta soledad,
lo que pasa es que el concepto de absoluta soledad depende muy profundamente de
uno mismo, de cuán conectado esté con los-lo demás uno. La soledad absoluta es
la falta de amor y ahí es muy difícil encontrar estado de gratitud, de
felicidad. De todas maneras, no creo en la idea de “ser feliz", quiero
destituir esa idea. Para mí la felicidad es un estado transitorio. En todo
caso, sí creo en transitar la vida con el máximo bienestar.
-Si tuviera que elegir solo uno, ¿cuál diría que
fue su día más feliz?
-Me gusta seguir pensando fuera de la escala
de" mejor o peor". Creo que parte de la infelicidad que sostiene
nuestra sociedad es este pensamiento binario. Así como la idea de que el nivel
de ingresos plantea la realidad situada en este paradigma que es nada más y
nada menos que el capitalismo, en donde los niveles de ingresos económicos
determinan el estatuto social de un sujeto y su capacidad de goce, el
pensamiento binario de "lo mejor o lo peor", forma parte de esta
misma trampa filosófica de la que tenemos que salir. Si hay un camino positivo
para encontrar más espacios, ya no de felicidad como estado utópico, sino de
bienestar del alma, de tranquilidad necesaria y de capacidad de darle cauce a
nuestros deseos es salir del pensamiento binario: hombre-mujer, rico-pobre,
oprimido y opresor, el pensamiento binario que determina esta crisis constante
de oposiciones en las cuales se degrada nuestra integridad.
Pamela Stupia, escritora
-Kant decía que “la felicidad, más que
un deseo, alegría o elección, es un deber”. ¿Está de acuerdo?
-Sí, estoy de acuerdo. A veces es
difícil porque nuestra felicidad depende de muchas cosas, sin embargo, creo que
también somos muchas veces responsables de ella. De salir a buscarla, de
entender qué nos hace felices y cómo llegar a eso. Todos deberíamos plantearnos
la meta de ser felices e ir por ello.
-¿Se puede ser feliz en un contexto
adverso?
-Creo que la felicidad son momentos y
podemos tener momentos felices incluso en épocas no tan buenas. El problema es
que muchas veces creemos que solo seremos felices cuando nuestra vida sea
perfecta, lo cierto es que esa perfección no es tan real y, por ende, no es
necesaria.
-¿Creé que hay una correlación entre la
felicidad y el nivel de ingreso?
-Definitivamente no.
-¿Se puede ser feliz en soledad?
-Claro que sí. Todos tenemos metas o
deseos diferentes y no creo que sea necesario estar rodeados de personas para
alcanzarla. Es lindo compartir la felicidad, claro, pero creo que igualmente
debe ser en cierto punto individual, no dependiente de otra persona.
-Si tuviera que elegir solo uno, ¿cuál diría
que fue su día más feliz?
- El día que terminé de escribir mi
primera saga, 14/7. Me sentí muy feliz al entregarla porque significó mucho
para mí: un sueño cumplido, un nuevo camino y una demostración a mí misma de
que se puede ser feliz en momentos adversos. La posibilidad de escribir esa
saga surgió cuando acababa de perder a mi abuela y fue lo que me sacó de ese
pozo del que siempre creemos que nunca podremos salir. Y estuve acompañada
durante todo el proceso de esa saga por mi familia, mis amigos y los que
quiero. Fue especial.
Publicado originalmente en Revista Quid.