Por Nando Varela
Pagliaro
Guillermo
Arriaga está por estrenar Hablar con
dioses, una película que forma parte del proyecto colectivo "El pulso del mundo". Son cuatro
largometrajes sobre religión, sexo, política y vicios. En esta primera entrega explora la mirada
que tiene de la religión junto a un grupo de directores que se completa con
Emir Kusturica, Héctor Babenco, Warwick Thorntonel, Bahman Ghobadi, Mira Nair,
Hideo Nakata, Amos Gitai y Álex de la Iglesia. Como si faltaran nombres, la
música la hizo Peter Gabriel y el orden de los cortos lo curó Mario Vargas
Llosa.
La
muerte, los accidentes y la cacería son
tres de las obsesiones de Guillermo Arriaga y las tres tienen un porqué. La madrugada del 26 de diciembre de 1985, tuvo
un accidente en la ruta. “Íbamos por una
zona montañosa de México y el hombre que venía conduciendo mi camioneta se
distrajo picándole las costillas al que venía acostado en el piso de la parte
trasera. Yo venía completamente dormido y acostado en el asiento trasero.
Perdió el control del automóvil y caímos en un precipicio. Una caída libre de
10 metros. Comencé a despertarme a mitad de la caída y terminé de hacerlo
cuando mi nariz se estrelló contra una roca.
Me obsesionó tanto el accidente que luego empecé a escribir películas
sobre ello, sobre cómo milésimas de segundos pueden ser la diferencia entre la
vida y la muerte”. Termina de hablar del accidente, me mira a los ojos y
señalándose su cabeza calva, me pregunta, ¿sabes qué es esto?
Es
la lengua de la muerte que me lamió para recordarme que me voy a morir.
Su
relación con la muerte y sobre todo con matar es extraña. Ocho veces al año se
refugia en el desierto de Coahuila para cazar. Ama la caza, la vida frente a la
muerte, la belleza frente al horror. “A
veces dices: “acabo de matar a un animal hermoso y te entra una profunda
tristeza”. Pero no lo puedo dejar de
hacer. Todo lo que he aprendido de la
vida, lo he aprendido de la cacería. De la cacería, del amor y también del
deporte, pero la cacería ha sido fundamental porque la cacería no solamente es
un acto, es una actitud. Yo vivo con la actitud del cazador. Todo el tiempo
estoy cazando, todo el tiempo pienso como cazador. Eso es lo que ha permeado mi
forma de ser”. La cacería, para Arriaga, es uno de los grandes últimos
ritos, una forma de entender al pasado y a la naturaleza. “Ahora, estar en contacto con la naturaleza es ir a pasear un labrador.
La gente tiene más perros que hijos, y los han humanizado. Hay una generación
que no entiende qué crueldad animal es vestir a un perro con chalequitos. Eso
es faltarle al respeto a su condición de perro”.
Antes
de escribir los guiones de Amores perros,
21 gramos y Babel, Guillermo Arriaga vivía en México, en un barrio de clase
media, muy violento. En esas calles, a los trece años, perdió el sentido del olfato
por las golpizas. En la adolescencia, incluso empezó a preparase para ser
boxeador profesional, pero a los veinticuatro años tuvo una infección en el
pericardio, la membrana que envuelve al corazón. Nada serio si uno toma
medidas. Pero él no lo hizo. Descuidó el dolor en el pecho y se siguió
entrenando. “Se complicó y tuve que ir
dos meses a la cama. Ahí decidí que sería escritor: no quería morirme sin antes
dejar una obra que le diera sentido a mi vida”. Se suele decir que la
literatura tiene dos fuentes: la literatura misma y la vida. La vida para
Arriaga era la calle.
“El tener calle no
significa que vivía en una villa. Era una colonia de clase media y mis papás
siempre trabajaron y se esforzaron para pagarnos la mejor educación posible. De
hecho, de donde vivíamos éramos casi los únicos que íbamos a escuelas privadas.
Mis padres siempre hicieron un énfasis muy fuerte en lo importante que es
estudiar. Además, los sábados mi papá los dedicaba a una actividad cultural:
nos llevaban a algún museo, a alguna exposición y los domingos a alguna
actividad de campo: montañismo, pesca o un picnic. Por otro lado, mi padre
siempre estaba rodeado de libros. A la fecha, mi madre y mi padre tienen
noventa años y es común oírles hablar de Kant, de Schopenhauer. Son personas
muy cultas”.
-¿Puede ser escritor
alguien que sólo tiene vida o calle, pero no tiene ninguna formación
intelectual?
-En
algún punto siempre necesitas una cierta formación intelectual porque el lenguaje
es una herramienta intelectual. Necesitas cierta profundidad del lenguaje, cierto
conocimiento de técnicas narrativas. La calle sí te ayuda para hacer la materia
de lo que vas a contar, pero para saber cómo contarlo, necesitas herramientas
culturales. Necesitas no sólo leer libros y ver películas, sino también ver
cuadros, conocer de arquitectura y de historia, entre otras cosas.
-Entonces, ¿en un
taller de escritura sí se puede aprender a escribir?
-Yo
creo que en un taller se pueden dar herramientas para que quien quiera escribir,
pueda hacerlo. Lo que aprendes como maestro es que lo que hay que dar son
herramientas. No les puedes dar un mundo interior, no les puedes dar historias,
pero sí les puedes dar herramientas a aquel que tiene un mundo interior y tiene
historias que contar. Ahora, yo siempre les dije a mis alumnos, nunca jamás
traten de ser profundos, ni lo intenten. Ustedes escriban una historia
sencilla. Si ustedes son profundos, la historia va a ser profunda. Si ustedes
son superficiales, la historia va a ser superficial. No hay forma de tratar de
ser profundo per se. No se puede.
Para
Arriaga, escribir es un placer y no entiende cómo otros dicen sufrir mientras
lo hacen. Cuando está trabajando en un
guión, escribe todos los días menos los festivos, desde las diez de la noche
hasta las cuatro o cinco de la mañana.
Durante años no ha parado ni un solo día aún estando de viaje. Por la tarde, a veces le vienen
ideas que luego aprovecha, pero nunca toma notas. Sólo le hace caso a lo que
permanece en su memoria. Si no lo recuerda, quiere decir que no es bueno. “Hay momentos muy áridos en la escritura,
pero la recompensa supera por mucho las horas y horas interminables que estás
sentando frente a un texto. A mí me gusta porque me parece que es como estar
resolviendo ecuaciones matemáticas o como estar jugando a un videojuego y poder
llegar a la meta”. Varias veces ha dicho que para él los escritores vienen
sólo con un galón de tinta y cuando se acaba, se acaba. Vive aterrado porque
esto le suceda pronto. “Lo he discutido
con actores y directores porque un pensamiento que me acompaña es saber en qué
momento se van a dar cuenta que soy un fraude. Y esto también lo dicen desde Faulkner a
García Márquez. Uno siempre teme eso ¿y si yo no era tan bueno como pensaba?”.
Además de los guiones de Los tres entierros de Melquíades Estrada que dirigió Tommy Lee
Jones, de la trilogía – Amores perros, 21
gramos y Babel- que dirigió
Alejandro González Iñárritu y de Lejos de
la tierra quemada, que dirigió él mismo, Guillermo Arriaga escribió un
libro de relatos -Retorno 201-, y tres
novelas – Escuadrón guillotina, Un dulce
olor a muerte y El búfalo de la noche. Hace tiempo recibió una carta desde
una cárcel donde le decían que El búfalo
de la noche era el favorito de los presos y que para ellos leer era
liberarse, que sus libros les estaban dando la libertad que no tenían.
-¿Cuando te
suceden cosas como ésta sentís que cobra sentido tu literatura?
-Absolutamente.
Yo siempre he dicho que uno escribe para los de su propia especie. De qué tamaño
es tu tribu o tu especie, no lo sabes. Puede ser de cincuenta millones o sólo
de diez personas, pero uno escribe pensando que alguien siempre te va a
entender. Cuando este alguien vive en los márgenes de la vida, como puede ser
una cárcel, y te dice que tu libro le es importante, obviamente te conmueve. Es
muy emocionante saber que gente que está al margen aprecia lo que estás
escribiendo.
-Alguna
vez dijiste que en un mundo capitalista es difícil elaborar una interioridad
para poder crear ¿Por qué pensás que el capitalismo es malo para el surgimiento
de un escritor? ¿No puede ser al revés?
-Yo
no dije en un mundo capitalista sino en el mundo contemporáneo.
-Bueno, pero en el
mundo contemporáneo impera el capitalismo
-Sí,
pero también en sociedades donde ha imperado el socialismo y se convirtió en
burocracia también era igual de alienante. Yo creo que es un problema de la
sociedad contemporánea. Es un problema
del poder. Las estructuras de poder arrebatan mucho la posibilidad de tener
vida interior. El poder se construye sobre seres dóciles y siempre quiere tener
el control. Siempre quiere tener el poder sobre sus ciudadanos, ya sean
capitalistas, socialistas, tiranía o dictadura.
Siempre hay un deseo del poder de controlar y vaciar las vidas de los
seres humanos para controlarlos mejor.
-Al menos en nuestro
país, es mucho más conocido tu trabajo en cine que tu obra literaria. ¿Te molesta
que las películas, en cierto modo, opaquen tu trabajo como escritor de libros?
-Yo
soy un contador de historias. Las cuento en libros o las cuento en cine. Es muy
difícil que un escritor llegue a ser conocido por sus libros, pero en mi caso
estoy traducido a veintiún idiomas. Hay países, como Brasil, en donde mi
literatura es obligatoria en las escuelas. Además, fueron los libros los que me
llevaron al cine.
A
Arriaga no le gusta la palabra guionista porque los guionistas son los que
escriben una guía y supeditan su imaginación a la de otros. Él, en cambio, es
un escritor y lo que hace es entregar su propio mundo interior para una obra de
cine. Lo que ha procurado es, precisamente, llevar estructuras literarias al
cine. “Yo considero que la misma
preocupación del lenguaje que tiene una novela es la que voy a tener para
escribir un guión”. Sabe que si bien es el guionista el que pone su mundo
interior, la mayor parte de las veces su trabajo suele pasar a un segundo plano
y en las películas sólo se termina hablando de actores y directores. Sin
embargo, dice que el paso para comenzar a dirigir lo dio por el placer de colaborar. “No hay nada más divertido que tener un grupo
de gente con la que estás yendo en una misma dirección. No es por control ni
por reconocimiento, sino porque me gusta mucho la colaboración. Yo siempre
quise ser director de cine. Lo que me
ayudó a dirigir es que una vez caminando por Cancún vi una camiseta con una
frase de Einstein que decía: “La imaginación es más importante que el
conocimiento”. Conocimiento no tengo, pero imaginación sí”.
-Cuando uno te lee o
ve tus películas, tiene la sensación de que en tu escritura no hay límites, que
todo puede y debe ser contado. ¿Es realmente así o hay algo sobre lo que jamás
escribirías?
-
Me tuve que refrenar un poco en una novela que escribí hace quince años.
Hablaba del mundo del crimen, había mutilaciones y otras cosas tremendas. No la
quise publicar porque mi mujer me dijo que le iba a dar ideas a la gente para
que luego hicieran cosas atroces. Igual,
hoy eso ya sería un comic. La realidad ha superado a mi novela ampliamente.
-De alguna manera has
formado parte de Hollywood y sus luces, con lo que eso implica. Muchas veces,
en sus películas, los norteamericanos son una máquina de generar estereotipos de
nosotros los latinos. Para ellos los latinos son narcos, sicarios o delincuentes.
En tus guiones, ¿quisiste revertir algo de esa imagen que ellos construyen de
nosotros?
-Siempre
que escribes hay una perspectiva. Con mis guiones hubo una gran molestia de
ciertos sectores de la derecha americana, pero yo no creo que Hollywood sea una
máquina de estereotipos. Yo te puedo decir, después de trabajar en Hollywood,
que yo admiro cada vez más ese lugar y me han permitido trabajar ahí, me han
pagado por trabajar ahí y me han respetado profundamente por trabajar ahí. No todos son una bola de brutos y
estereotipadores, también hay gente muy pero muy sofisticada.
-Esa gente
sofisticada es la que piensa que hoy la literatura se encuentra más en las
series de televisión como Sopranos, Mad men, Breaking bad o House of cards que en los libros. ¿Estás de acuerdo con eso?
-Yo
creo que eso sucede en Estados Unidos porque el cine entró en la tiranía de los
quinceañeros. Todo se hace para un público de quince años, pero en el resto del
mundo no se hacen series de televisión. En el resto del mundo se siguen haciendo
películas. Lo que sí creo es que las series de televisión son una oportunidad
más para contar historias y afortunadamente en Estados Unidos, en Inglaterra,
se les dio cabida a aquellas voces que pretenden ser originales en la
televisión.
Publicada en Revista Quid, agosto 2014.
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