Nando
Varela Pagliaro
Romina Vitale es cantante y compositora. Tiene dos discos
editados, el último (Étnica, de 2009)
recibió los premios Clarín y Gardel como Revelación en Música Popular y Mejor
Álbum Nuevo Artista Pop. Ese mismo año, fue diagnosticada con TOC severo. En
estos días, Del Nuevo extremo acaba de publicar TOCada, un libro en el que la cantante cuenta de manera conmovedora
cómo fue atravesar una enfermedad de la que en el país todavía se sabe muy
poco.
-¿Cómo fue escrito el libro?
-Es
un libro que escribí casi como un diario íntimo. No lo hice pensando en que iba
a ser publicado. Terminó siendo publicado, pero fue de una manera totalmente
orgánica. En un comienzo el libro para mí era un lugar en donde podía hacer
catarsis, donde podían anclar mis compulsiones. Registraba lo que me pasaba
para quedarme tranquila. Ahora cuando lo leo, veo que lo escribí con un nivel
enorme de ingenuidad a lo que me estaba exponiendo. De todos modos, yo soy así
de intensa y honesta. Pero una cosa es escribirlo en canciones que están llenas
de metáforas, que es lo que venía haciendo, y otra muy distinta es escribir un
libro. Toda la vida amé los escenarios, la música, las cámaras y lo
intelectual. Por eso siento que TOCada es como una especie de bisagra porque me
permite ser yo como artista, como ser humano, como enferma de TOC y no tener
que disociar una cosa de la otra. Ser la que soy, con mis recursos y lo que me
falta.
-¿Creés que te vas a arrepentir de algunas
cosas que contaste?
-No me voy a arrepentir, pero
sí tengo una cierta preocupación con respecto a la gente que nombro. No porque
haya dicho nada malo de ellos, pero entiendo que la decisión de exponerme es
mía y no de los demás.
-Y la gente de tu entorno que lo leyó,
¿qué devolución te hizo?
-De mi entorno más cercano lo
leyó muy poca gente. A mi madre que sí lo leyó le pasaron dos cosas. Por un
lado, el libro la atrapó, le pareció que estaba escrito muy lindo; pero por
otro, cada cosa que leía no la podía creer y me preguntaba: “Pero cuando
escribiste esto vos ya estabas mejor, ¿no?”.
-¿Cuándo tomaste la decisión de llevar
el libro a una editorial para que fuera publicado?
-No sabría decirte cuándo
tomé la decisión, quizás en el mismo momento en que hacía catarsis ya
fantaseaba con el libro. En ese momento estaba muy mal y no lo recuerdo bien.
La que me incentivó a que me contactara con la gente de la editorial fue mi
madre. Yo los contacté pero desde un lugar muy light. A ellos les interesó ese
primer mail y me pidieron que les mandara un sumario y una síntesis. En ese
entonces, debía tener escrita la cuarta parte del libro, pero les armé lo que
me pidieron y para mi sorpresa me contestaron que lo querían. Les avisé que no
lo tenía terminado, pero a ellos no les importó porque me esperaban el tiempo
que necesitara. De algún modo, ellos creyeron en el proyecto antes y más que
yo. Se podría decir que construyo un libro porque ellos lo llaman libro, porque
ellos me habilitaron.
-En un pasaje de TOCada decís que a la
gente con TOC les encanta escribir libros. ¿Leíste otros libros similares al
tuyo?
-No
leí libros completos, pero sí fragmentos y artículos. El TOC es una patología
muy particular porque es como si tuvieras el cerebro partido en dos. La mitad
de tu cerebro dice cualquier ridiculez, cosas tan irracionales que rozan lo
delirante, pero no lo son. ¿Por qué no lo son? Porque la otra mitad de tu
cerebro sabe perfectamente que ese pensamiento es ridículo. Por eso hay tanta
gente que sabe tanto de su propio TOC y sabe muy bien qué comunicar a la hora
de darle un consejo a otra persona que lo padece. Esto lo viví mucho en Estados
Unidos, donde mis compañeros de grupo tenían un gran nivel de psico-educación
sobre su patología.
-Te trataste en Los Ángeles. ¿Acá
también hay buenos lugares y profesionales para tratarse?
-Acá
hay menos lugares que en Estados Unidos porque Estados Unidos e Inglaterra
fueron los creadores de la terapia cognitivo conductual. En nuestro país hay
demasiado psicoanálisis y el psicoanálisis no trata al TOC como corresponde,
sino que en muchísimos casos lo empeora. Las facultades de psicología están
superpobladas de materias vinculadas a lo psicoanalítico y la terapia cognitivo
conductual recién ahora está empezando a entrar de una manera más potente. De
todos modos, acá también hay excelentes profesionales. Yo me traté con Fernando
García de la Fundación Aiglé, otra gran profesional es Tania Borda, que es la
presidenta de la sucursal argentina de Bio Behavioral. Te nombro a ellos dos,
que son mis principales referentes, pero seguramente habrá otros más.
-Para curarse ¿ayuda muchísimo
interactuar con otras personas que también tienen TOC?
-Claro, eso ayuda muchísimo.
Yo en la Argentina no conocía a nadie con TOC, me sentía un bicho raro. A
partir de que expuse mi historia en distintos artículos, empezaron a lloverme
mensajes de gente con TOC, que te dicen lo mismo que me pasaba a mí cuando me
encontré con la otra gente con TOC que conocí. Sentís que no estás solo. Nadie
va a entender a una persona con TOC como otra persona con TOC; ni siquiera un
terapeuta.
-Y la mirada y el apoyo de la familia,
¿cuánto influye?
-La familia pasa por muchas
etapas. Una etapa de negación, en la que primero creen que no es tan grave y
otra en la que caen y te ven en estados de mucha sintomatología y no saben bien
qué hacer. Me acuerdo de mi mamá, mirándome con mucha tristeza y diciéndome:
“Devolveme a Ro, devolveme a Ro”. Y yo la miraba y me quería matar. El gran
problema es que como la familia ve que uno es consciente, quieren que
resolvamos lo que nos pasa pronto. Después, cuando ven que no es tan simple,
que uno no lo puede resolver solo, empiezan a entender de qué manera ayudar y
cómo reaccionar ante la angustia. Porque si bien hay un tratamiento, e incluso
medicación, no hay nada que sea mágico. Lo ideal para una familia es psico-educarse
e ir a grupos de ayuda.
-¿Cuánto creés que te perjudicó en tu
carrera?
- Cuánto
no lo sé, pero está claro que se detuvo. En realidad se detuvo todo, se detuvo
mi vida, como si hubiera quedado capturada en una cápsula de tiempo rígida. Con
eso y todo, la mayor parte del tiempo seguí grabando canciones, salvo en una
etapa en la que mi estudio también apareció contaminado. Pero la música fue mi
único cable a tierra durante la época en que yo no podía salir de casa. Tenían
que llevarme a rastras a los lugares porque ni me podía asomar al exterior. En
ese tiempo me asocié con una amiga mía canadiense y compuse muchas canciones.
Ella hacía la letra y yo la música y luego las grababa. Hacer esas canciones y
mi enamoramiento de John Mayer fueron mis dos cables a tierra durante lo que
fue una de las etapas previas al diagnóstico.
-Luego de la publicación del libro ¿seguís
escribiendo el día a día de tu enfermedad?
-No, porque hay un momento en
el que es conveniente parar, si no se puede transformar en otra compulsión.
-Decís en el libro que se habla de TOC con
cierta liviandad, ¿pensás que eso sucede por culpa de los medios o ya es algo
que está instalado socialmente?
-No sabría contestarte si fue
primero la gente o los medios, pero sí te puedo decir que es un fenómeno
mundial. En todo el mundo hay un uso liviano del término. La confusión tal vez
tenga que ver con que todos tenemos intrusiones. El TOC está compuesto de
intrusiones y compulsiones. Las intrusiones son pensamientos obsesivos y las
compulsiones son las respuestas a esos pensamientos, el que tiene TOC lo que
hace es sobrevalorar esas intrusiones y al sobrevalorarlas les da más entidad
de la que tienen y responde con compulsiones. El que no tiene TOC desestima ese
pensamiento bastante rápido. Te puede angustiar un segundo, pero después
seguís. Te dio por cerrar la puerta con llave dos veces porque tenés miedo de
dejarla abierta, te fuiste y una vez que te fuiste, arriba del auto te
preguntás ¿la habré cerrado o no? El que no tiene TOC sigue sin ningún
problema, como mucho le queda una duda. En cambio el que tiene TOC va a
retornar, va a volver a cerrar, se va a volver a subir al auto, en el medio del
camino, va a volver a hacer lo mismo y por ahí es capaz de hacer ese recorrido
cinco o diez veces. Lo hace llorando porque no puede parar y porque sabe que lo
que hace no tiene sentido.
-¿Existe la posibilidad de que con un
buen tratamiento nunca vuelvan este tipo de intrusiones?
-Yo dudo de que exista la
posibilidad de remover las intrusiones cien por ciento. Primero porque se
trabaja más con el intento de remover las compulsiones, porque las intrusiones
las tenemos todos. El problema es sobrevalorar esas intrusiones y que
respondamos con compulsiones que nos cagan la vida. No sé si alguien puede
considerarse completamente curado, pero sí el TOC se puede tratar de una manera
tal que vos puedas recuperar prácticamente toda tu funcionalidad. Yo no la recuperé
toda, pero sí en un altísimo porcentaje y con eso estoy feliz.
-¿Hacés el ejercicio de verte cómo
estabas antes y cómo estás ahora?
-A veces lo hago con mi
entorno, cuando parece que nos olvidamos de cómo estaba antes. Cuando hago un pequeño
síntoma y ya se enojan, entonces les digo: “¿no se acuerdan de dónde
venimos?”. Pero en general no pienso en
eso. Uno se va habituando a los nuevos logros. Sí me pasa que cuando me
enfrento a situaciones nuevas y me veo fracasar, me doy cuenta de que todavía
me queda un largo camino por recorrer.
-Vi que en tu Facebook subiste una foto
y aclarabas que estabas “sentada en el piso contaminado” grabando el video de
tu nueva canción. En algún momento, ¿lográs reírte de tu TOC?
-Los
que atravesamos el TOC podemos hacer humor con esto. Me he cagado de risa con
mis terapeutas, pero lo que no admito ni siquiera de mis amigos es que se rían
cuando les estoy hablando de algo serio. A veces estoy intentando comprar una cartera y
elijo una, después la otra y la otra, hasta que los vendedores me entran a mirar
con mala cara. Entonces, voy y les explico que me tengan un poco de paciencia
porque tengo trastorno obsesivo compulsivo. En general, cuando les digo esto se
me cagan de risa. Está bien, nos podemos reír del TOC, pero en tanto y en
cuanto se entienda lo que es.
Publicada originalmente en la revista Quid, marzo 2015.
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