Nando Varela Pagliaro
Además
de la ropa y los juguetes, con nuestros hermanos también compartimos los
primeros discos y las primeras canciones. Las que cantábamos todavía sin
entender de qué se trataban y las que recién empezábamos a entender; las que disfrutaban
nuestros padres y las que los horrorizaban. Muchas veces sólo por eso las
elegíamos: para espantarlos, para provocarlos, pero sobre todo para
diferenciarnos de ellos y de la buena música que querían inculcarnos. Fue así
que mi hermano y yo dejamos de lado a Queen y Los Beatles y tuvimos nuestra
etapa heavy metal. Él, por ser el mayor, llegó incluso a andar con el pelo
largo hasta la cintura y los pantalones negros pegados al cuerpo. Yo no, con
apenas ocho años mi rebeldía se agotaba en lo musical. De esas incursiones metaleras
hubo un disco que sobrevivió. Se llama Ácido Argentino y fue el segundo trabajo
de estudio de Hermética, la mítica banda que formó Iorio luego de V8.
Más
de veinte años después, cuando en algún lado escucho que suena “Memoria de
siglos” o “En las calles de Liniers”, todavía subo el volumen y vuelvo a sentir que soy
otra vez un chico, como cuando compartía el cuarto con mi hermano en nuestra
casa del barrio de Floresta.
Publicado originalmente en el Suplemento de Cultura de Tiempo Argentino, abril 2015.
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