Por Nando Varela Pagliaro
El
escritor chileno Alejandro Zambra acaba de publicar Mis documentos, una antología con once relatos sobre temas muy
variados. Hay textos atravesados por la relación entre padres e hijos; el Chile
de los años ochenta y el actual; la memoria y los recuerdos de la infancia; las
dinámicas de pareja y la frustración; un tratamiento para dejar de fumar e
interesantes reflexiones sobre la lectura.
“Los cigarros son los signos de puntuación de la vida. Ahora vivo sin
puntuación, sin ritmo. Mi vida es un tonto poema de vanguardia”, escribe en Yo fumaba muy bien. “El título del libro suena como a algo muy
personal, pero esa carpeta está en los computadores de todo el mundo. Todos
tenemos esa carpeta y esa ilusión de vida propia”, dice el autor de Bonsái.
Sobre
su último libro, pero también sobre la clase media, la crítica literaria, los
límites en la escritura y la posibilidad de transformarse en director de cine,
hablamos en esta entrevista con uno de los narradores más destacados de su generación.
Pedro Mairal cuando completa su tarjeta de embarque prefiere poner que
es docente antes que poeta o escritor. Le parece que poniendo docente queda
menos sospechoso. En tu caso varias veces declaraste que preferís pensarte como
lector antes que como escritor, ¿por qué a muchos de tu generación les cuesta
asumirse como escritores?
Yo creo
que al decir eso Pedro Mairal demuestra algo que yo siempre he pensado de él:
que en el fondo es chileno. Pero yo tengo un par de amigos que en la papeleta
ponen poeta, por joder, o quizás porque afuera suena mejor poeta chileno que
narrador chileno.
En Camilo, uno
de los once relatos de Mis documentos,
recurrís al fútbol como manera de relacionarse, como un lugar de encuentro
entre padre e hijo, ¿pensás que la literatura puede llegar a ocupar ese lugar o
eso es imposible?
Creo
que la literatura es un lugar de encuentro. Siempre lo ha sido y siempre lo
será. No sé si entre padres e hijos, aunque justamente Pedro Mairal (quiero
seguir hablando de Mairal, quiero que toda esta entrevista sea sobre Pedro)
publicó hace poco un libro con prólogo de su padre, qué lindo eso. Aunque no
transmita algo así como un mensaje unívoco, o justamente por eso, la literatura
sirve como lugar de encuentro y también de desencuentro. Quizás la literatura
sirve para lidiar con una cierta incertidumbre que compartimos. Hacer presentes
las ausencias.
“Nunca tuve, en todo caso, esos devaneos racionales sobre
la existencia de Dios, porque después empecé a creer, de manera ingenua,
intensa y absoluta en la literatura” escribís en un pasaje de Mis documentos. Juan Forn, en alguna
entrevista dijo que para él la literatura es una religión politeísta, ¿estás de
acuerdo con esa concepción de la literatura?
¡Qué
buena definición! Estoy de acuerdo, sí creo que hay algo de religioso en la
escritura, una religión sin Dios, o con muchos dioses, como dice Juan, ninguno
de ellos omnipotente, ninguno de ellos tan autoritario. En mi caso fue así.
Dejé de creer en Dios más o menos al mismo tiempo en que empecé a creer en la
literatura.
Mucho de tus textos son autorreferenciales, en Yo fumaba muy bien son muy claras las
alusiones a personajes del ambiente literario argentino, por ejemplo. ¿Te ponés
algún límite a la hora de sentarte a escribir o todo y todos pueden ser
incluidos dentro de un texto?
No me pongo límites,
o más bien no pienso en esos límites, porque al escribir no estoy pensando
tampoco en incluir esto o lo otro. Hay un momento, en la escritura, en que ya perdiste todas las certezas que
tenías antes de escribir. Me gusta eso. En general tomo una imagen o una
situación e indago en ella. A veces me parece absurdo inventar, no le veo
sentido. Además que siempre, de algún modo, aunque no queramos, inventamos.
Algunos de los cuentos de Mis documentos, en cierta forma constituyen un guiño a tus
ficciones anteriores. Fabián Casas dice que él suele dar vuelta sobre los
mismos temas y que son esos mismos temas los que luego se transforman en
poesía, ensayo, cuento o novela. En tu caso, ¿el proceso de trabajo es similar
o tu imaginación ocupa un lugar más relevante que los elementos de la realidad?
Yo no soy
disciplinado como escritor: soy obsesivo. Escribo un rato todos los días, pero
es una escritura de bocetos, que no entiendo de antemano como “literaria”, y lo
que sucede con los libros es que de pronto ya no puedes pensar en nada más y
entonces sí escribo varias horas al día, pero no por disciplina, digo: por
obsesión. En un sentido pienso como Fabián, y también creo que en alguna medida
cada libro nuevo nace como una respuesta al anterior. Es como si en lugar de
corregirlo hubieras preferido escribir otro. De pronto son más visibles las
continuidades, pero para mí son más importantes las fisuras del proyecto.
Desde hace algunos años llevas, según tus palabras “un diario de vida”
en el que registrás lo que te va pasando. También dijiste que, si fueras
presidente, obligarías a todo el mundo a llevar un diario y nunca publicarlo.
¿Qué le aporta a tu vida y a tu literatura ese registro cotidiano?
Básicamente no joder a los demás.
No responsabilizar a los demás de lo que te pasa a ti. Y desahogarse, claro,
que es el propósito primordial de un diario, al menos del mío. En todo caso, si
supiera que voy a morir pronto, lo primero que haría sería quemar el diario,
porque a veces hablo mal de gente que quiero y bien de gente que no quiero.
Durante un tiempo trabajaste como crítico literario para diferentes
medios. En No leer están incluidas
algunas de esas experiencias de lectura. Teniendo en cuenta que sabés muy bien
lo que es estar a ambos lados del mostrador, ¿cuál es hoy tu relación con la
crítica?
Buena, entiendo ambos
lugares. Nunca hablo sobre las críticas de mis libros, no me interesa, no creo
que tenga sentido. Nunca he pataleado en público por una reseña negativa ni
agradecido una reseña positiva.
Alguna vez dijiste que tu generación en cierta medida está enferma de
nostalgia ¿Por qué creés eso? ¿De qué se sienten culpables los escritores de tu
generación?
No lo sé, no podría
hablar por los demás. Creo que eso lo dije pensando en la moda de la nostalgia,
que tiende a simplificarlo todo, a banalizar la experiencia, a volverla
líquida.
“Pienso que nos encaminamos a un mundo de mierda donde
todas las canciones las canta Diego Torres y todas las novelas las escribe
Roberto Ampuero y en todas las películas actúa Robin Williams. Un mundo donde
es mejor ni siquiera pensar en el postre porque lo único que hay e una fuente inmensa
repleta de nauseabundo arroz con leche”, ¿Cuánto de ficción y cuánto de tu
pensamiento hay en esta cita que forma parte de Yo fumaba muy bien?
En esta entrevista me
has hablado de Pedro Mairal, de Juan Forn, de Fabián Casas: a todos ellos los
quiero y respeto y admiro su trabajo. A los que mencionas en este enunciado,
no. Debo reconocer, en todo caso, que a veces me pinto la cara, no de color
esperanza, pero me la pinto.
En vida de familia,
Bruno le deja a Martín una pila con libros para gente que no lee. Si vos
tuvieras que hacer esa pila, ¿qué libros pondrías?
Martín
piensa que la existencia de libros para gente que no lee es absurda. En esta
pasada estoy con él. Yo tengo un amigo que siempre hace esa broma. Recomienda
un libro y dice: te va a gustar mucho. Y cuando le preguntan si a él le gustó, responde: no, lo encontré
pésimo, pero a ti te va a gustar.
“La clase media es un problema si se quiere escribir literatura
latinoamericana”, escribís en otro pasaje de Mis documentos ¿Qué importancia tiene el hecho de pertenecer a esa
clase y querer ser escritor?
Eso lo
piensa un personaje que está intentando escribir un relato que parezca
latinoamericano, un escritor que piensa más en el público que en la literatura:
un mal escritor. Yo no sé qué es la clase media, al menos en Chile los ricos y
los pobres dicen que son de clase media, porque queda mejor. Me interesa esa
indefinición, esa inestabilidad. Creo que un escritor siempre termina
interrogando su propia clase, sobre todo en un país tan clasista como
Chile.
En alguna entrevista adelantaste que tenés pensado realizar una película
a partir de tu relato Vida de familia,
¿Es un proyecto inmediato o todavía hay que esperar mucho para conocer al
cineasta Alejandro Zambra?
Es más o
menos inmediato. Ya escribí el guión y con dos amigos cineastas que admiro un
montón queremos filmar este verano. No quiero hablar de eso todavía, pero estoy
feliz, creo que de este experimento va a salir algo bueno.
Publicada en Revista Quid, junio 2014.
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