No pido mucho.
Una vida sencilla.
Nada más.
Una familia, un trabajo, una casa.
Así, en ese orden.
Levantarme por la mañana,
leer los diarios,
llevar a mis hijos a la escuela.
Sentir junto a ellos como se despierta el barrio.
Sí, ya sé.
Siempre lo mismo:
el barrio, la infancia, el bendito pasado.
No pido mucho.
Sólo una vida común.
Andar con el rebaño,
dejarme llevar,
seguir la corriente.
Por la noche,
llegar a casa,
sacar al perro,
comentar el día con mi mujer,
ver cómo crecen los chicos,
mirar un poco de fútbol y
acostarme.
Apoyar la cabeza en la almohada
y tener la certeza de que mañana
va a ser otro día igual.
En serio.
No pido mucho.
Sólo eso y que por favor
me quiten mis sueños.
Ya no los quiero.
No puedo más.
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