Por Valenka
La semana pasada, a raíz de los atentados en estaciones de subterráneos que sufrió la capital rusa, el primer ministro de ese Estado, Vladimir Putin, mencionó:
"Sabemos que (los terroristas) están ocultos en sus guaridas, pero está en juego el orgullo de los organismos de seguridad. Sé arrastrarlos de las cloacas a la luz del día. Estoy seguro de que los órganos de seguridad harán todo lo que puedan para encontrar y castigar a los criminales. Los terroristas serán liquidados. El atentado fue horrible por sus consecuencias y repugnante por el carácter del crimen cometido contra civiles".
El premier tiene acostumbrados a los medios a este tipo de declaraciones. De hecho, es conocido por su carácter duro, frío y grosero. Sin embargo, entre los rusos, su imagen es positiva. El apeló a la estrategia de encarnar las duras tradiciones del Estado ruso con un fuerte toque de nacionalismo eslavo.
No es casual que incluya la palabra “orgullo” en su reciente manifiesto y que afirme, además, que este ataque “fue contra toda Rusia”.
Los soviéticos le perdonan el sufrimiento por la falta de ciertas libertades, la corrupción reinante en que se ha sumido al Estado, y las acusaciones que lo señalan como autor ideológico de la muerte de periodistas como Anna Politkovskaya o el ex espía Alexander Litvinenko. La primera, crítica acérrima del régimen de Putin, fue asesinada a balazos en el interior de su propia casa. El segundo, había sido espía para los servicios de inteligencia soviéticos, y murió luego de una agonía de 23 días, en la que poco a poco fueron cayendo sus funciones vitales y envejeció a pasos acelerados, envenenado con Polonio 210. Litvinenko había denunciado y aseguraba tener pruebas de que en el año 2000, ciertos atentados que se produjeron en la ciudad de Moscú y que dejaron centenares de muertos, habrían estado orquestados por el gobierno para atacar a Chechenia en represalia, lo que terminó garantizando la presidencia de Putin. De hecho, a pesar de que Litvinenko se había exiliado en Londres desde hacía 6 años, se comprobó que el origen del Polonio con el que se lo había envenenado era de la mismísima Ex¬ Unión Soviética.
Es curioso que Putin haga mención de la repugnancia del crimen por la muerte de civiles inocentes. En octubre de 2002, terroristas chechenos tomaron el teatro Dubrovka, en Moscú, en el entreacto de la función de la comedia musical “Nord Ost”. Para recuperar las instalaciones, hombres de las fuerzas militares ingresaron al teatro con máscaras antigás, mientras se inundaban las habitaciones con gas paralizante. Una versión más cruda de los hechos supone que el fluido, sobre el cual el Kremlin no quiso dar precisiones, era una sustancia prohibida por las convenciones internacionales. Como resultado, más de cien rehenes civiles murieron junto a 50 guerrilleros.
En septiembre de 2004, la escuela rusa de Beslán, a sólo 50 km de Chechenia, fue tomada por un grupo comando de entre 15 y 20 terroristas. El grupo proclamó volar la escuela si las fuerzas de seguridad asaltaban las instalaciones. Luego de casi tres días, desoyendo la amenaza, en un confuso episodio los militares rusos ingresaron al establecimiento y se produjo un enfrentamiento armado; el saldo fue de 370 muertos -181 de ellos niños- y centenares de heridos. Como en esta ocasión, Putin dijo: “Toda Rusia sufre”.
Después de estos casos, no cabe la menor duda de que no hay un dejo de exageración en las afirmaciones mediáticas de Putin. Su gobierno no está dispuesto a hacer concesiones ni negociar con los chechenos, ni siquiera al costo de evitar la muerte de inocentes. Bajo este panorama, no puede augurarse más que una nueva escalada de violencia en la región. Como dijo cuando aún era premier de Yeltsin, “perseguiremos a los terroristas por todas partes. Si están en el aeropuerto, será en el aeropuerto. Si los encontramos en el baño, los aniquilaremos en el inodoro”.
Inclusive hoy en día no son pocos los que especulan que detrás de los terribles atentados que sufrió la ciudad de Moscú, y más tarde el distrito de Daguestán, se encuentra la excusa ideal para reanudar los ataques del Kremlin en la zona del Cáucaso.
Sobre este tema, recomiendo “Rusos, Postales de la Era Putin” de la periodista argentina Hinde Pomeraniec, quien investigó desde la misma Federación Rusa la filosofía de esta sociedad.
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