Nando Varela Pagliaro
“Soy un anarquista ideológico y un peronista sentimental.
Soy peronista cultural, sentimental y hasta religioso, te diría. Por eso me
alucina Capusotto, porque es peronismo puro. Cuando el peronismo se cruza con
alguna manifestación de vanguardia, me parece que da las cosas artísticas más
sublimes. Lo digo por Lamborghini, por Favio, por Santoro, por Capusotto y por
Agustín Guerrero, un pianista y compositor fuera de serie”. El que habla, desde su PH en el barrio de San
Telmo es Pablo Marchetti. El mismo que fue uno de los ideólogos de la revista
Barcelona, el que está al frente del Conjunto
Falopa, del programa de radio Hoy
lloré canción (AM Once Diez) y el que acaba de publicar Puto el que lee. Diccionario argentino de
insultos, injurias e improperios (Planeta, 2017).
- ¿Cómo surge la idea
del libro?
-Va a sonar muy cheto lo que digo, pero se me ocurrió porque
una vuelta, en un puesto de libros usados a orillas del Sena, conseguí un ejemplar
de un diccionario de injurias en francés. Después investigué más y vi que había
algunos en español, pero ninguno de la Argentina y que tuviera ejemplos no sólo
literarios, sino también del habla callejera. Además, me parece que los
insultos, las malas palabras son una de las zonas más ricas y dinámicas del
idioma. Existe un dispositivo de creatividad puesto en función del insulto que
es increíble. El insulto es una especie de cloaca del idioma y las cloacas son
absolutamente necesarias. No podemos vivir sin ellas, sin embargo, las
ocultamos todo lo que podemos. También me interesaba mostrar el hecho de que
hay muchos insultos que son más fuertes que lo que llamamos malas palabras.
Imbécil, por ejemplo, es mucho más fuerte que boludo. Sin embargo, imbécil no
está considerada una mala palabra. Boludo es la palabra insignia de la
Argentina y fíjate que puede ser un insulto, pero también un vocativo neutro.
En esto es muy importante la dicción y la potencia con que se dice una letra.
Si pensáramos en boludo y pelotudo, no hay diferencia en cuanto al significado,
serían casi sinónimos. Sin embargo, pelotudo es más fuerte. Yo creo que
claramente es por la P.
-Fontanarrosa
hablabla de esto en su famosa ponencia en el Congreso de la Lengua.
- Exactamente. El título del libro lo tomé de Palabras iniciales, un magnífico cuento
suyo. “Puto el que lee esto.” Nunca
encontré una frase mejor para comenzar un relato. Nunca, lo juro por mi madre
que se caiga muerta. Y no la escribió Joyce, ni Faulkner, ni Jean-Paul Sartre,
ni Tennessee Williams, ni el pelotudo de Góngora.
-Tanto en el diccionario como en casi todo lo que hacés siempre hay
mucho humor. ¿Pensás que el humor es visto como un arte menor?
-Sí, claro. Yo me niego a decir que lo que hago es humor.
Una cosa es que tenga humor y usar el humor como un recurso y otra es decir que
hago humor. El humor en sí, no me interesa. Me interesa el humor solo como una
forma de comunicar. Lo que más me interesa es la comunicación y el humor
comunica. Tenemos muchos ejemplos de cosas que contienen lo humorístico y no
son necesariamente humorísticas. El hallazgo de Página /12, cuando surgió, fue poner en un diario de noticias
serio, títulos que muchas veces tenían un gancho humorístico. Eso lo que
generaba era mayor empatía, mayor deseo de leer. No hay nada más genuino que la
risa porque no se puede caretear.
-Hablás de los
títulares de Página y es inevitable no asociarlo con la revista Barcelona. Me
acuerdo de que cuando murió Kirchner, el título de la revista fue “La fuerza
del tomuer”, un título bastante polémico que no fue tan bien recibido. ¿Pensás
que hay límites para el humor?
- Si somos honestos, el límite está en nuestras
convicciones.
-¿Y cuál es tu
límite?
-A mí no me causa
gracia reírme del débil, me causa gracia reírme del poderoso. Lo que me gusta
es poner en evidencia las construcciones de poder desde el lenguaje, lo que
vemos como natural desde la comunicación y no es natural. Desnudar esas
construcciones de poder es todo lo que puedo hacer. Me encantaría destruirlos o
que mi intento por desnudarlos sirva para destruirlos. Muchas veces me pregunto
por qué hablamos de inseguridad para determinados casos y no para otros. Los
casos de gatillo fácil no son de inseguridad y un asalto en el centro sí lo es.
Habría que replantearse algunas cosas, ¿no? En Barcelona, para un 24 de marzo
hicimos una contratapa que decía 24 de marzo Día nacional de la inseguridad.
- Hace poco lo
entrevisté a Lanata y él me decía que cuando se fue de Página para él, el diario
dejó de salir. Ahora, ¿cómo es tu relación con Barcelona?
-No vi más la revista desde que me fui. Bueno, vi alguna que
otra cosa que me mostraron, pero muy poco. Barcelona salió en un momento donde
éramos una trinchera. Éramos cinco los que hablábamos en contra de Clarín y
teníamos una lectura crítica del periodismo. Claudia Acuña alguna vez dijo que
Barcelona era el que se vayan todos, pero del periodismo. Ahora, después del
debate que se dio con la ley de medios y con 6,7,8 hablando todos los días contra Magnetto, cambió todo. Hablar
contra Clarín no era lo mismo en el 2003 que en el 2012. Entre eso y que yo
sentía que tenía otras cosas que me interesaban hacer y no tenían cabida en
Barcelona, sentí que la revista ya no me contenía más. Mas allá de que es
cierto que tuvimos algunas diferencias políticas, la idea de satirizar un medio
ya no me interesaba. Porque satirizar a un medio implica una atención muy
grande de aquello que querés satirizar, porque necesitás conocerlo en
profundidad. Para hacer la revista, nosotros leíamos Clarín minuciosamente, hoy
ya no quiero ni leer. No me interesa nada, ni Lanata ni Navarro. Los programas
políticos me aburren muchísimo. Intratables
lo veo alguna vez, si va Vicky. De hecho, me invitaron y no quise ir porque me
siento afuera de esa lógica. Lo único que periodísticamente me sigue
representando es la cooperativa MU.
-¿Y no extrañás nada
del día a día en la redacción, de estar un poco más acompañado?
-La verdad que no. Ahora estoy muy dedicado a la música.
Estoy grabando un disco con mi banda que es Conjunto Falopa y estoy tocando
muchísimo con Rafa Varela. Además, me gusta mucho escribir en soledad.
-En tu web está muy
organizado todo lo hiciste y lo que hacés. Si bajara un marciano y tuvieras que
presentarte mostrándole una sola cosa de todas las que hacés, ¿qué le
mostrarías?
-Esa web.
-Es buena la
respuesta, pero imagino que de todas las cosas que hacés algunas te deben
generar más orgullo que otras.
-Lo que más orgullo me da es no tener que laburar. Eso hace
que tenga que trabajar muchísimo, pero en todas cosas que me alucinan. Digo
muchísimo porque todo el tiempo tengo que inventarme el laburo, pero nada de lo
hago significa un trabajo en serio para mí.
-Muchos se meten en
periodismo porque creen que es una manera de cambiar el mundo. Vos decís que empezaste
porque fue la manera que encontraste de trabajar escribiendo, ¿cuál creés que
es realmente el poder del periodismo, si es que tiene algún poder?
-Me quedé con lo de cambiar el mundo porque me parece muy
importante hacernos cargo de que queremos cambiar el mundo. Si vos te plantás
frente a un micrófono, si escribís o hacés alguna cosa que tiene que ver con la
comunicación, tenés que ser consciente de que lo que hacés es la nada, no estás
construyendo un puente, ni operando a corazón abierto, sino que hacés algo que
no le importa a nadie, que no es vital. Si querés llegar a determinada gente y
querés comunicar algo, ese comunicar algo implica dar una versión de los hechos
e incorporar una mirada que en quien lo vea, lo lea, cause un determinado
efecto. La fantasía siempre es llegar a una mayor cantidad de gente. Algunos solo
quieren llegar a un gran público, esa es su búsqueda. A mí me gustaría llegar a
más gente, pero no voy a cambiar nada de lo que soy, pero porque sé que de
alguna manera quiero cambiar el mundo. Ahora, si pienso que realmente lo voy a
cambiar, soy un pelotudo. No puedo ser tan soberbio de creer que puedo hacerlo,
pero tengo que hacerme cargo de que lo quiero hacer.
-En alguna nota
dijiste que el hecho de haberte casado con Victoria Donda hizo que te alejaras
de la agenda política, ¿por qué fue así?
- Por ver la política desde otro lugar, perdí interés y me
di cuenta de que hay dos cuestiones muy distintas, una tiene que ver con las
convicciones y como uno lleva adelante esas convicciones y en eso tengo una
coincidencia plena con Vicky. Yo estoy muy orgulloso de su laburo parlamentario
y cada vez que sale a la calle, estoy en el mismo lugar que ella. Coincidimos
en la agenda de las cuestiones políticas a resolver. Eso es una cosa y una muy
distinta y con la que yo no tengo nada que ver, son las alianzas electorales y
las fotos.
-¿Te joden esas
alianzas porque pensás que están en la vereda opuesta de lo que ella piensa?
-Me jodió en un momento, hasta que pude acomodarme y ver
cómo eran las cosas. La política es un lugar tan extraño, donde las alianzas
van y vienen. Hay diez mil factores que no tienen nada que ver con las
convicciones políticas.
-Escribiste un poema
que llamaste El chongo de la diputada.
En un punto, ¿te molesta algo de la mirada de los otros?
-La verdad que me río de eso. Si alguno cambió la forma de
ver lo que yo hacía, es un problema del otro. Aparte, si quiere tener esa
mirada sobre mí, nunca va a tener una atención sobre lo que hago. No vivo
pendiente de la mirada de los otros.
-En una nota que te
hizo Eugenia Zicavo dijiste que en una época tu vida se dividía en momentos en
los que tenías plata para comprar libros y otros en los que tenías tiempo para
leerlos. En alguien como vos, ¿qué lugar ocupa lo material?
-Habría que definir qué es lo material, a mí lo que me
importa es vivir tranquilo. ¿Qué lujos me gusta darme? Me gusta viajar y tal
vez me gustaría poder hacerlo un poco más. Pero por suerte, varias veces nos
invitan, así que no es demasiado gasto. Después, cada tanto nos vamos a Santa
Fe a casa de unos amigos, pero ir o no es más una cuestión de tiempo que de
guita. Y después, como podés ver, me gustan los discos y los libros, no tengo
mayores ambiciones económicas.
Gentileza de Quid.
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