Nando Varela Pagliaro
“Les habla Diego Armando Maradona, el hombre que le metió dos goles a Inglaterra y uno de los pocos argentinos que saben cuánto pesa la Copa del Mundo”. Así empieza Mi Mundial, mi verdad (Sudamericana), el libro en el que Maradona revisa el momento más brillante de su carrera.
Con una primera tirada de 52 mil ejemplares, ediciones en 18 países y en seis idiomas distintos, el trabajo que lleva la firma del Diez, contó con la realización del periodista Daniel Arcucci. Con él hablamos del proceso de escritura, pero también de las polémicas que despierta este libro en el que Diego recuerda, con su mirada actual, lo que pasó en tierras aztecas.
-Más de una vez dijiste que no sos el periodista que más conoce a Maradona ni tampoco el más amigo. Sin embargo, tanto en Yo soy el Diegocomo en este libro, te elige para contar su historia. ¿Por qué creés que lo hace?
-Creo que es una cuestión de confianza y respeto mutuo. Yo digo que no soy el que más lo conoce, pero a esta altura sí puedo decir que soy el periodista que más tiempo ha permanecido al lado de Maradona, como una especie de cronista suyo. Los dos aprendimos a darnos los tiempos que cada uno necesita. En mi caso, tal vez mi mayor virtud ha sido la paciencia. Saber esperar a Diego y tener bien claro qué es lo público y lo privado.
-Mantener cualquier relación durante 30 años no es nada fácil y más si la otra persona es tan intensa como Maradona, ¿alguna vez tuviste diferencias con él?
-Una sola vez, en el año´97. Diego había vuelto a Boca, justo antes de retirarse. En esa época, yo trabajaba en la revista El Gráfico y lo iba a ver todos los domingos a la casa para hacerle una nota después del partido. En una de esas notas, él me cuenta que se estaba por ir a una clínica de rehabilitación. Me autoriza a decir que se iba de viaje, pero me dice que no cuente nada de la clínica. Cuando vuelvo a la revista, cuento lo que me dijo y les aclaro que sólo iba a escribir lo que me había permitido Diego. Al día siguiente, en el programa de Víctor Hugo, Aldo Proietto que era el director de El Gráfico, promociona la revista diciendo: “Y mañana en El Gráfico toda la verdad sobre el viaje de Maradona”. Diego escuchó eso justo antes de irse y se enojó muchísimo. En octubre de ese mismo año, lo llamé para su cumpleaños. Cuando alguien le pasa el teléfono, escucho que él pregunta: ¿quién es? Le dicen mi nombre y Diego desde el otro lado responde: “decile que le devuelva la cara al perro”. No lo volví a llamar hasta que nos encontramos en el Mundial de Francia, el día que Holanda eliminó a Argentina. Ese día nos cruzamos y Diego me saludó como si no hubiera pasado nada.
-Lo primero que llama la atención, de este revisionismo histórico futbolero que hace Diego en el libro, son las críticas a Bilardo. Rescata al plantel y no al planteo táctico. Detrás de esas críticas, ¿cuánto hay de resentimiento?
-Yo no usaría la palabra resentimiento, aunque es una palabra que en la vida de Maradona existe. Sí hablaría de revisionismo. Él ve el Mundial treinta años después. En estos treinta años y sobre todo en los últimos, pasaron muchas cosas. Obviamente ese prisma modifica su mirada sobre Bilardo. Pero después cuando vas a la esencia, tiene fundamentos. El fundamento principal de su enojo es que él hace treinta años lo pudo haber traicionado a Bilardo. Cuando desde el gobierno lo llamaron para decirle que lo querían echar y Diego dijo: “si se va Bilardo, me voy yo también”. Veintiséis años después, en el mundial 2010, le pasó lo mismo a Diego y Bilardo actuó de otra manera: se quedó. Eso para Diego fue una traición. Si bien este dolor en Diego existe, luego analiza cosas que de verdad pasaron. De todos modos, Diego reconoce que fue Bilardo el que lo fue a buscar, cuando nadie lo hacía.
-¿Es irreconciliable el vínculo entre ellos?
-Nada es definitivo en la vida de Maradona. Lo que muchas veces le llaman contradicciones en la vida de Diego es justamente su coherencia. Maradona se maneja mucho por lo que le sale de la boca del estómago, por decirlo de alguna manera. Por eso no me animaría a decir que es definitivo, sí diría que en este momento, justo cuando se cumplen treinta años, están muy distanciados.
-El otro destinatario de los misiles de Maradona es Passarella, ¿Hablaste con él para saber su mirada del Mundial?
-No para el libro, pero sí he hablado antes. Passarella tiene una mirada opuesta. Él se siente traicionado por todo lo que pasó. Lo bueno de esta revisión de Diego es que revive la dimensión que tenía Passarella. En este tema no hay ninguna contradicción: se enfrentó en aquel momento y sigue enfrentado treinta años después. No nos olvidemos que Passarella era “El gran capitán” y veníamos de Menotti y el mundial ´82 y la discusión menottismo y bilardismo estaba muy presente. Cuando Diego me empieza a hablar tanto del menottismo y el bilardismo, a mí en principio me pasó lo que le puede pasar al lector, que es pensar que Diego está contando esto por resentimiento. Pero cuando empiezo a hablar con otros compañeros y veo otras cosas que se han hecho en estos días, me doy cuenta que ese era el eje del tema: quién representaba a cada uno de los lados. Él dice que era menottista, pero se dio cuenta que en ese momento no había que ser ni menottista ni bilardista. Lo único que importaba era que la selección fuera campeona del mundo. Entonces, levantó la bandera del bilardismo porque sintió que era lo que le convenía a la selección. Con esa decisión instaló una filosofía que tiene que ver con poner al equipo por encima de todo.
-¿Esa dicotomía Bilardo y Menotti sigue hasta hoy o ha quedado atrás?
-Yo creo que lo peor de Menotti y Bilardo fueron y son los menottistas y los bilardistas. Ellos encarnan dos maneras de vivir el fútbol que le permitieron a la selección ser campeona del mundo. Esto es lo que Diego marca respecto de Passarella. Dice que Passarella no es que quería ser campeón del mundo solamente, él quería ser campeón del mundo pero con Menotti. Eso es lo que pasó después con menottistas y bilardistas. A ellos no les importa el objetivo hacia el que vas, sino quién lo lleva a cabo. Esto tal vez se ha diluido gracias a las nuevas generaciones de entrenadores.
-Otro aspecto interesante es la mirada que Diego tiene de los ingleses y sobre todo del mítico partido contra ellos.
-Esa fue una de las tantas cosas que más me sorprendió. Yo fui a hacer el libro del momento más luminoso de la vida de Maradona y pensé que no me iba a encontrar con demasiadas polémicas. Sin embargo, me encontré con varias. Pero al mismo tiempo, donde creía que me iba a encontrar un discurso, si se quiere hasta patriotero, en cambio Diego destaca la nobleza de los ingleses. Él dice que no hubiera podido hacer ninguno de los dos goles que les hizo a los ingleses contra algún equipo sudamericano. El gol con la mano, de las protestas de los jugadores, no se hubiera podido terminar el partido. El otro, el de las gambetas, al segundo que pasaba, dice que lo hubieran bajado. En cambio, los ingleses fueron caballeros. En el libro cuenta mucho de la intimidad previa al partido. Dice que si fuera por los argentinos, en aquel momento debería haber salido a la cancha con un fusil a matarlos. Y él los tenía que matar pero con sus armas, que era hacerles un gol con la mano y gambetear a seis y hacer otro.
-¿Y es cierto que le hizo juicio a una revista inglesa que tituló que estaba arrepentido de haberles hecho el gol con la mano?
-El único juicio que hizo por el tema de los ingleses no fue a nadie que le haya dicho que era un tramposo, sino a esta revista que publicó que se había arrepentido. Es increíble, porque en el libro le dedica casi el mismo tiempo a contar el gol con la mano, que el gol de las gambetas. Maradona pone a ese gol en el terreno de la picardía y de la intuición, no en el terreno de la trampa. Y de hecho dice que lo volvería a hacer. Lo curioso es que él está a favor de la tecnología en el fútbol y sabe perfectamente que ese gol se lo hubieran anulado. Pero les recuerda a los ingleses que si hubiera existido la tecnología, ellos tampoco habrían sido campeones del mundo porque el partido con Alemania en el ´66, no lo ganaban.
-Con los treinta años del mundial, además de este libro, también salió otro excelente de Andrés Burgo y un documental, también muy bueno guionado por Ariel Scher. ¿Pensás que si hubiéramos ganado otra copa, la del ´86 ocuparía el lugar que ocupa?
-Este es un tema muy interesante que tiene que ver con la argentinidad. Yo creo que si se hubiera ganado la copa de Brasil, tal vez no estaríamos hablando de este tema. Pasaría la fecha casi inadvertida. Diego dice que hay cosas que a esta altura son insuperables. El dice que algún futbolista argentino podrá hacer un gol donde se gambeteen a más rivales, por ahí hasta jugando con Inglaterra. Pero la circunstancia es lo que no se va a volver a repetir. Por eso el gol es único, porque hacía apenas cuatro años de Malvinas.
-Hace un tiempo lo entrevisté a Ezequiel Fernández Moores por su Díganme Ringo y hablábamos sobre cómo se hubiera llevado Bonavena con las redes sociales. Maradona, si bien es contemporáneo de las redes, no lo fue en su época de mayor apogeo. ¿Cómo creés que se hubiera llevado Diego con las redes?
-Maradona en el ´86 con Facebook, Twitter e Instagram hubiera sido imposible de medir lo que generaba. Pensá que después del mundial, generaba una noticia por minuto. Todo este idioma maradoniano, que está dando vueltas, por las redes se hubiera convertido en algo incontrolable.
-Las declaraciones de Maradona siempre son jugosas para el periodismo. En el libro, por ejemplo, dice que no piensa volver a vivir en el país mientras Macri sea el presidente, ¿lo notaste tan en contra de este gobierno?
- La primera vez que se enfrentó con Macri fue cuando era presidente de Boca. Sin embargo, con el correr del tiempo, diferencia al que fue presidente de Boca del que ahora es presidente del país. No sólo dice que no lo hubiera votado nunca, sino que agrega que es un exiliado por decisión propia.
-Por último, ¿cómo fue el proceso de escritura? Imagino que no es fácil escribir un libro con Maradona.
-Puedo decir que tardé treinta años, que tardé los ocho o nueve meses desde que Sudamericana me avisó hasta que lo entregamos o que me llevó esas tres semanas de convivencia con Diego en su casa de Dubai. Cualquiera de las tres respuestas sería cierta. Los treinta años tienen que ver con haber sido testigo presencial de ese mundial y con haber hablado mucho con el personaje en todos esos años. Los meses tienen que ver con la parte técnica de la producción del libro, pero lo que termina de romper todo, sin dudas son los veinte días con Diego. Como los primeros tres días no grabamos nada, yo pensé que teníamos que empezar por la parte más compleja, lo que no podía faltar. Esa parte para mí era cómo se armó este equipo, las famosas reuniones del grupo. Ahí me sorprende con su postura polémica con respecto a Bilardo. Entonces, me di cuenta que todo lo que yo sabía sólo me iba a servir para preguntar, pero no para hacer el libro.
Podría decirte que el libro lo empezamos en la Nochebuena de 2015, en su casa de Villa Devoto. Ese noche hablándole a su familia, micrófono en mano, les dice: “Les habla Diego Armando Maradona, el hombre que le metió dos goles a Inglaterra y uno de los pocos argentinos que saben cuánto pesa la Copa del Mundo”. Cuando termina de hablar, me acerco a la mesa y le digo: “Diego, ya tenemos el comienzo del libro”. Me faltaba el final y lo encontrarnos en Dubai a partir de algo que dice Diego en relación a Messi.
-En ese final Diego se pregunta: “después de Messi, ¿qué?” ¿Cuál sería tu respuesta a esa pregunta?
-Lo que plantea Diego es una enorme incógnita que nadie se está planteando en la Argentina. Nadie está pensando en el fútbol del futuro. Diego enciende un alerta al decir que siempre se ha trabajado sobre salvadores. O hay otro salvador en el futuro o hay que ponerse a trabajar en un proceso para que salgan verdaderos equipos, así no pasamos otros treinta años sin festejar un título.
Publicada originalmente en la revista Quid.
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