Nando Varela Pagliaro
A casi un cuarto de
siglo de su primera edición y esta vez de manera independiente, vuelve a ser
publicada Díganme Ringo, la extraordinaria
biografía de Oscar Natalio Bonavena escrita por Ezequiel Fernández Moores. Cuenta
el periodista que el proyecto original surgió a partir de un
pedido que le hicieron de Planeta y Sudamericana, que en ese momento estaban
fusionadas. Ambas editoriales querían hacer una colección de pequeños libros
sobre ídolos populares de la vida argentina y le ofrecieron una lista de veinte
personajes. “De esa lista elegí a Ringo porque tenía una mirada muy crítica del boxeo. En mis
comienzos periodísticos, inclusive había ido al Borda, vi a neurólogos, a ex
boxeadores dañados y escribí mucho sobre el boxeo y los daños que hacía.
Entonces, pensé que acercarme desde otro lugar me iba a enriquecer. Además,
Ringo formaba parte de mi infancia. Yo iba a ver las peleas con mi viejo y mis
hermanos. Revisar su vida, de algún modo era volver a aquellos años, pero ya
como periodista”. Ese libro inicial de tan solo cien páginas, finalmente nunca
vio la luz porque Planeta y Sudamericana
decidieron separarse y la colección quedó en la nada. Dos años después, Juan
Forn –en ese entonces editor de Planeta- rescató el texto sobre Ringo de un
sótano inundado. Interesado en el proyecto, lo llamó para que terminara de
darle forma a un libro con más contenido del que había presentado para la
colección. Para eso, con la ayuda de su hermano Lucio -también periodista- y
Alejandro Di Giacomo, su compañero de trabajo en la Agencia DYN, Fernández Moores entrevistó a más de
cincuenta personas. Incluso planteó en la editorial la posibilidad de viajar a
Estados Unidos para investigar la muerte del boxeador, pero Forn le aconsejó
que no lo hiciera porque si viajaba iba a volver con tanto material que el
libro iba a terminar siendo un libro sobre la muerte de Ringo y esa no era su
idea. “Nuestra idea era escribir su vida porque fue un personaje tan porteño,
tan vital que lo que queríamos reflejar era eso. Obviamente en el libro hablo
de la muerte y es un capítulo importantísimo, pero sobre todo lo que se intenta
recordar es lo que fue Ringo en esa Buenos Aires de los años sesenta y setenta”
dice Fernández Moores.
-¿Cómo
se entiende que un tipo como Bonavena, que nunca fue campeón del mundo, a 40
años de su muerte siga siendo una de las figuras que más fascina a la memoria
de los argentinos?
- Supongo que puede tener que ver con
eso que los pibes llaman la cultura del aguante, entendiéndola como esa
costumbre de bancar. Ringo tenía una enorme habilidad para bancarse las piñas de tipos que posiblemente
eran mejores que él. Llegaba al final de cada pelea de pie e incluso ha estado
a punto de ganarles. Era un guapo en esto de bancársela. Por eso de ahí sale
ese estribillo famoso de Iorio que dice “Aguante Bonavena”. También es curioso
que habiendo sido ídolo de un barrio tanguero por excelencia como Parque
Patricios, los que lo recuerdan sean todos los roqueros y metaleros. Otro punto
clave es el vínculo de Ringo con Buenos Aires. Los campeones mundiales
generalmente venían del interior y tenían cierta desconfianza lógica de las
luces de la ciudad. En cambio, para Ringo esas luces eran suyas, él las
amaba.
-En
el prólogo del libro incluís una frase de Martín Becerra que dice que “Ringo fue mediático antes de que se inventara
la palabra”. ¿Cómo creés que se hubiera llevado con los medios actuales?
-Hoy hay tanta pirotecnia y cambia todo
tan abruptamente que es difícil decir cómo. De lo que sí estoy seguro es que
hubiera sido un personaje absolutamente mediático. No te digo que como un
Tinelli en San Lorenzo, aunque no lo sé porque probablemente también podría tener
su propio programa. Me lo imagino muy empresario porque Ringo tenía ese
costado. Por ejemplo, en los tiempos en que el boxeo era monopolio de Lectoure,
Ringo se corrió de ahí e hizo su propia empresa. Él mismo vendía sus peleas y las
promocionaba haciendo las payasadas que hoy son tan famosas, como esto de
llevarle papel higiénico al rival antes de la pelea o pasear a un toro por la
Quinta Avenida de Nueva York. Todas estas estrategias él las tomó de Muhammad
Ali. A partir de haberlo visto se transformó en una especie de Ali de Parque
Patricios, completamente opuesto en algunas cosas. Ringo en los años sesenta
tenía un discurso menemista en términos ideológicos. Decía que por ejemplo los
teléfonos y los trenes tenían que ser privados, cuando era algo impensado.
- ¿Realmente
era antiperonista?
-Creo que esos viajes a Estados Unidos,
de alguna manera lo formatearon y es curioso que viniendo de una familia
típicamente peronista, él haya tenido un discurso tan distinto. Este tipo de
actitudes, esté uno de acuerdo o no, provocaban una fascinación por el
personaje.
-En
el libro contás que era amigo de Menem, que dormía con él en La Rioja; algo que
seguramente mucha gente no sabe.
-Era amigo de un Menem que todavía no
era el Menem omnipresente de los noventa. Ringo incluso pensó filmar una
película en La Rioja, sobre una idea totalmente bizarra, que obviamente no se
terminó concretando.
-Hablemos
de su muerte, sus últimos días en Reno siguen siendo muy confusos. ¿Por qué
pensás que lo mataron? ¿Creés en la versión que lo involucraba con Sally
Conforte?
-Yo creo que Ringo percibió que el boxeo
se le acababa y llega a ese escenario en el que encuentra que Joe Conforte, el
hombre que tenía su contrato, tenía unos negocios que son la prostitución y el
juego. En los dos la noche reina y a Ringo le encantaba la noche, por eso también
se empieza a interesar por ese otro negocio. Empieza a seducir a la mujer del
mafioso, la mujer se engancha y el
mafioso percibe que Ringo realmente era un peligro. Ahí es cuando, en una
especie de aviso, le queman el pasaporte. Ringo, que ya estaba un poco
desbordado, no solo no se va, sino que termina yendo a la puerta del burdel y
ahí pasa lo que todos sabemos. Algunos hermanos, cuando escribí el libro, me
dijeron que nunca creyeron esa historia con Sally, que estaba todo armado, que
a Ringo hasta pudieron haberlo matado mientras dormía. Si bien eso no se pudo
comprobar, la historia puede ser creíble porque Conforte era un hombre fuerte
en Reno y controlaba muchos resortes desde policiales hasta judiciales.
-Saliendo
de Ringo, pero siguiendo con el boxeo. En el epílogo decís que de la mano
marketinera de Maravilla Martínez el boxeo recuperó gran protagonismo. ¿Qué
pensás de Maravilla como boxeador?
-Me gustó el personaje de Maravilla
porque en esto de hacerse a sí mismo, también tuvo algo de Ringo. Se
independizó del establishment del boxeo y llegó a lo más alto. Lo que me dio un
poco de pena es que explotó acá cuando ya estaba cerca del final de su carrera.
Le duró muy poco porque su cuerpo, como el de Ringo, ya estaba dañado. Yo no
soy alguien que entienda mucho de técnica de boxeo, pero me gustaba verlo
arriba del ring. Tenía un componente estético muy interesante.
-Asociaste
a Ringo con Maravilla. Por sus frases y
bravuconadas a Ringo también podríamos asociarlo con Maradona. En cambio, es
difícil encontrar un punto de contacto con Messi. ¿Creés que a pesar de ser el
jugador enorme que es, por una cuestión de carisma, Messi nunca va a poder
ocupar el lugar de estos otros ídolos?
-Puede que haya algo de eso. Alguien
escribió que algún día Messi va a recuperar las Malvinas y le vamos a reprochar
que no tenía puesta la escarapela. Hay algo de nuestra argentinidad al palo que
siempre es muy demandante. En general nos gusta vernos en el espejo del ídolo
cuando el ídolo devuelve gloria y éxito, pero cuando devuelve alguna miseria,
ahí ya no se quiere ver nadie. En ese sentido, Messi muestra menos, es mucho
más terrenal y le escapa a los medios porque no le interesan, aunque sabe que
en parte depende de eso. Por otro lado, creo que no hay un vínculo tan fuerte
con él porque se fue muy rápido del país. Ringo era Parque Patricios; Messi, sí
es Rosario, pero la dejó a los trece años. Pero no deja de llamar la
atención que a pesar de llevar tantos
años allá, todavía habla como un rosarino.
-Tal
cual, eso es algo que nunca se rescata de él.
-Yo he conocido amigos que a los tres
meses de estar allá ya parecían españoles. En cambio, Messi no. Lo que pasa es
que él no se sube a la mesa a gritar su argentinidad como el otro gran ídolo lo
hacía, y no es que lo hacía demagógicamente, Maradona era así. Entonces, en la
comparación siempre va a haber injusticia.
-Volviendo
a esa actitud de compadrito que tenía Ringo, ¿también la podés ver en ciertos
personajes del periodismo?
-Si hay algo que odio y de lo que me
corro es de la arrogancia del periodismo. Hay etapas en las que hasta me da
vergüenza decir que soy periodista por esa cosa arrogante que tenemos con un
micrófono o subiéndonos al púlpito para decir cómo debe ser el mundo, creyéndonos
jueces y dictando sentencias o siendo
policías y metiendo preso a alguien. El periodista que es tan protagonista y
que siempre está seguro de todo a mi no me gusta, ese componente tan del periodismo
como cuarto poder, me produce alergia.
Me parece que el periodismo representa los intereses de la gente, difícil decir
qué es la gente, pero claramente el periodismo debe estar más cerca de la gente
que del poder. Si el periodismo se mimetiza con el poder, deja de ser
periodismo. Para eso que nos contrate el poder y nos convierta en voceros.
-Desde
hace tiempo tenés una columna en La Nación, ¿en algún momento lo vivís como una
carga el hecho de tener que encontrar algo para decir todas las semanas?
-Había una etapa en la que sí era una
carga e incluso dejé de hacerlo. Aparte como trabajo en agencias de noticias
desde que empecé en el periodismo, eso me permitió tomar distancia cuando
alguna situación no me gustaba. La verdad es que hoy no lo vivo como una carga.
Si bien, no tengo la misma polenta que cuando empecé, la cabeza me funciona
mucho mejor. Esto me ayuda a resolver las cosas más rápido. Yo disfruto
muchísimo cuando veo que la historia me va cerrando. Me suelo quedar los lunes
hasta las tres de la madrugada para redondear el artículo y ese silencio de
media noche, donde estoy solo ordenando y discutiendo con mi texto, es algo muy
placentero.
-Hay
muchos periodistas deportivos que pasaron del deporte a la política. En tu
caso, ¿lo ves como un camino posible?
-Me ofrecieron más de una vez salir del
deporte y lo pensé en algún momento, pero la verdad es que por ahora no me interesa.
Una vez estuve en un congreso en Inglaterra y conocí a David Goldblatt, un
sociólogo inglés con el que tuve una larga charla. Él me decía que en el
deporte tenés todo: la vida, el drama, la gloria, la política, la economía y
además tenés muchísimas y diferentes historias humanas. Yo creo que no hay
ningún otro escenario que tenga todo como el del deporte y siento que todas las
cosas que me gustaría decir, todavía lo puedo hacer con el deporte.
-En
el año ochenta escribiste una tesis sobre si el periodismo escrito sobrevivirá
a la crisis mediática y sobre si los diarios en papel dejarán de existir ¿Más
de 30 años después, qué pensás al respecto?
-Creo que el diario en papel se compra y
se va a comprar cada vez menos. Dicho esto que es algo que sabemos todos, te
podría decir que lo que pasa con el periodismo lo podemos ver desde dos
lugares. Por un lado, Internet democratizó la palabra que antes era monopolio
de los grandes medios, pero por otro, dañó al periodismo en general porque
convirtió al espacio informativo en un supermercado abierto las 24 horas y en
el que todos corren detrás del click y el click se logra a veces apelando a los
golpes bajos. Nosotros tuvimos esta charla y yo te pude haber dicho noventa y
nueve cosas interesantes, pero te dije una taradez y va la taradez de titular y
la taradez triunfa. Ese juego que era más de la televisión, ahora lo tomó
también la prensa gráfica y la palabra perdió valor. Y como yo le tengo un
enorme respeto a las palabras, verla tan fugaz y dañada me produce un poco de
dolor. Hoy en la gráfica podemos encontrar pocos textos de laburos que no
busquen el click, sino que realmente busquen informar. Yo tuve un profesor que
me decía que informar es dar forma y siempre le creí. No se trata solo de
contar el árbol, sino también de describir un poco el bosque.
-Hace
treinta años que venís trabajando en periodismo, ¿qué diferencias encontrás en
el periodismo y en los periodistas entre otras épocas y esta?
-Hoy también hay buenos periodistas. En algunos casos hasta son
tipos más formados que antes. Lo que pasa es que está muy naturalizada la
docilidad hacia ciertas reglas de juego en las que todo es más uniforme. Hay
pocos textos que te sorprendan, pocos tipos en los que vos puedas reconocer
quién es el que está escribiendo. Antes creo que había más espacio para
rebeldías, para gente que siguiera siendo ella misma más allá de dónde
laburara, eso era más rico. Había más aprecio por la palabra y menos prisa. Que
sea más importante decirlo antes que decirlo mejor, a mí nunca me gustó y te lo
digo como alguien que trabaja en una agencia de noticias y sabe el valor de la
rapidez. ¿Qué valor puede tener decir algo un minuto antes, si lo estás
diciendo mal? Eso no es periodismo, en todo caso es una carrera de cien metros.
Para mí el periodismo es otra cosa.
-Con
esto de la inmediatez, ¿también te referís a la influencia de Twitter?
-Tiene que ver con Twitter y con esto que
te decía de haber perdido el monopolio de la palabra. De todos modos, no estoy
en contra de las redes sociales, de hecho cuando tengo que buscar un discurso
distinto ando mucho por esos lugares. En diarios de afuera, muchas veces leo
los artículos pero también qué opinan los foristas. No siempre, pero puede
pasar que algún forista sabe más que el autor del texto.
-Sin
embargo, no participás de las redes sociales.
-Ahora hay un Twitter que abrió mi
sobrina por el libro, pero lo maneja ella. Si es para que se lea lo que
escribo, me parece que La Nación es una vidriera muy fuerte. Si por ahí yo
escribiera en “La voz del Rioba”, tal vez tendría una cuenta para compartir mis
notas. Hoy no me hace falta.
No estar sujeto a Twitter me ayuda a
desordenarme menos y a pensar mejor.
-La
última, Si tuvieras que recomendar tres biografías de otros deportistas, ¿cuáles
recomendarías?
-Hay una biografía de Garrincha escrita
por Ruy Castro que es conmovedora. Otra
biografía extraordinaria es Rey del Mundo
de David Remnick, sobre la vida de Mohamed Alí y la tercera podría ser El oro y la oscuridad de Alberto Salcedo
Ramos sobre la vida de Kid Pambelé.
Publicada originalmente en la Revista Quid, marzo 2016.
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