Nando Varela Pagliaro
Acaba de
publicar Paracaídas y vueltas. Diarios
íntimos, su debut literario, en el que reúne más de 200 textos con reflexiones
personales sobre sus héroes musicales, sobre la tauromaquia y sobre los amigos
que se fueron primero; versos y microversos extraídos en su mayoría de
distintas canciones; prólogos de libros, notas publicadas en diferentes medios,
algunas ficciones, anécdotas de giras y un intercambio de mails con Enrique
Symns. Si un primer libro es como un primer disco en el que el artista vuelca
todo lo que trae, Paracaídas &
vueltas resulta el debut prometedor
de un escritor que cuenta con la ventaja de haber puesto en nuestros walkmans
muchas de las canciones que forman parte de la banda de sonido de nuestras
vidas.
-
En la elección del subtítulo Diarios íntimos,
¿Cuánto hay de intimidad y cuánto de estrategia?
-Un poco y un poco. Es un
título tramposo pero una lectura analítica podría concluir en cualquiera de las
dos respuestas; el subtítulo Diarios
íntimos tiene algo de estratégico pero tampoco es un engaño consumado, hay
mucha intimidad en estos textos.
-Con
respecto a los consumidores habituales de literatura, dijiste que te gustaría
que encuentren detalles valiosos en el libro, ¿qué lugar ocupa la mirada de los
otros en un artista como vos?
-Una mirada profunda,
optimista y positiva, siempre es bienvenida. Ahora mismo vivimos un momento
extraño en cuanto a la proyección de “miradas” y la convivencia de las
opiniones, porque cualquiera puede pulsar dos botones y cuestionarte en
internet, es muy desagradable. Ya era bastante tolerar ciertas críticas,
algunas han perjudicado bastante algunos perfiles de mi carrera. El público es
soberano y la crítica profesional debe respetarse, pero también es posible
mandarlos a todos al infierno. Ahora mismo el público se permite cacarear sin
poner huevos, como gallinero es un caos esta suerte de “infancia” tecnológica.
La crítica está acorralada en las redes sociales contando lo que ve por
televisión. Es un momento peculiar pero nada hace suponer que vaya a
cambiar.
-En varios textos te referís a las falencias de la crítica de rock, ¿por
qué pensás que muchas veces se termina hablando de asuntos nimios más que del
contenido de una obra?
-No estoy seguro. Quizás
ocurra que, hoy en día, cualquiera ejerce de
crítico “multidisciplinario”. El crítico digital no sabe atarse los cordones
pero te opina de todo, puede leer la última página de un libro y ya sabe que no
le gusta, por el mismo precio pide cárcel para todos los escritores, quemar
bibliotecas y librerías. Parece demencial pero ocurre todo el tiempo en una
comunidad de 500 millones de personas. Otros “especialistas” acaban de romper
la cascara del “Blogspot” y están más verdes de lo que creen, se miran el
ombligo y escriben la gran novela de la pelusa.
-“Voy
a escribir… lo heroico sería sentarme a leer”, confesás en uno de tus textos, ¿Era
más frecuente encontrarse con lectores entre los pioneros del rock? ¿Cómo
influye esa ausencia de lectura para crear la propia obra?
-No me consta que mis
lecturas, ni la falta de lecturas, sea una influencia para escribir letras de
canciones o libros. No soy metódico para cuajar aquello que leo -o escucho- en
la creación, no sé canalizar influencias. Ojalá pudiera secuestrar aquello que
he leído, y la gran música que he escuchado y permitir que se note una
influencia poderosa en mis grabaciones o textos. No tengo ese tipo de memoria.
No sé si antes los músicos leían más que ahora, siempre hay alguien más
entrenado para la lectura. No está demostrado que los pioneros hayan sido
grandes lectores. En cuanto a estos tiempos, bueno, se habla más de fútbol. En el
siglo pasado había un rechazo notable de parte del sector intelectual y
artístico con lo que es balompédico.
-“Oponerse
a cualquier forma de gobierno es fácil, es marketing y garantía de aplausos
virtuales” escribís en Nacional y
marginal, ¿Cuánto de demagogia hay en los artistas a la hora de dar sus
opiniones políticas?
-Creo que la demagogia y
la transparencia están equilibradas, aunque esto tampoco es la gran cosa. Los
artistas tienen su derecho a opinar sin temor a la condena del público virtual.
Puede resultar patético pero es muy difícil que alguien te reclame en la calle,
la agresión siempre llega desde la seguridad del tibio teclado. Es un mundo de
cobardes. No me consta la demagogia de mis colegas, ahora mismo es más práctico
oponerse a todo, impostar una opinión crítica es legítimo, pero es cómodo para
un artista cuajando un status rebelde.
Publicado originalmente en el Suplemento de Cultura del diario Tiempo Argentino, agosto 2015.
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