Nando Varela Pagliaro
Cuando
uno se sienta frente a Alejandro Dolina tiene la sensación de que no hay nada
que ya no le haya preguntado otro periodista; nada que él mismo no haya dicho
en sus treinta años al frente de La
venganza será terrible. Sin embargo, uno prefiere dejar esos pensamientos a
un costado. Esta vez el motivo para conversar fue la reedición de Radiocine, un audiolibro con cuatro
comedias musicales breves interpretadas por él mismo junto a un listado de
artistas invitados que incluye a Alfredo Alcón, Víctor Hugo Morales, Héctor
Larrea, Julia Zenko, Cecilia Milone y Guillermo Fernández.
-En el prólogo de
esta nueva edición dice que el paso del tiempo hace a las obras más dignas pero
también más tristes, ¿por qué piensa eso?
-Se
vuelven más tristes porque el efecto que nos producía lo que habíamos escrito,
ha cambiado; las personas que éramos cuando lo escribimos también y hay una conciencia
de ese cambio. Además, todo lo que denote el paso del tiempo, desde la Navidad
hasta la graduación de nuestro hijo, es triste.
- ¿Escribir también es
una tarea triste y dolorosa?
- Claro, porque escribir nos pone frente a
frente con nuestros propios límites. Mientras que la tarea de leer nos hace sentir
inmensos y hasta eternos, porque somos capaces de leer las cosas que escribió
Homero hace casi tres mil años.
-Preparar su programa
de radio, de algún modo lo obliga a leer todo el tiempo, ¿en ningún momento eso
lo vive como una carga?
-
Cuando uno se somete a intervalos regulares, todo se convierte en una rutina.
Lo bueno del profesionalismo es que garantiza un piso y lo malo es que estas
obligaciones uno no siempre puede cumplirlas, salvo que apele a recursos de
repetición o simplemente al descenso de la exigencia de calidad. A mí me parece
que nuestro programa, si tenemos mucha suerte, es la espera paciente de que en
medio de lo anodino, cada tanto, aparezca una idea.
-En todos estos años,
¿alguna vez se planteó dejar la radio para dedicarse de lleno a la literatura?
- No, porque en realidad no se trata de ocupar
lugares. Yo si no me dedico de lleno a la literatura no es por falta de tiempo,
sino por falta de ideas, por falta de perseverancia. Escribir es una tarea muy
llena de angustia y yo trato más bien de evitarla. Lo que hago, cuando tengo
mucha suerte, es sujetar esas ganas de dedicarme a otra cosa e imponerme
trabajosamente unas tareas literarias, que a veces, después de un tiempo de
preparación, empiezan a ser venturosas. Si dejara la radio, lo único que
conseguiría es no tener la radio y a mí la radio me hace feliz.
-Y en cuanto a sus
libros, ¿imagina cómo hubieran sido recibidos si usted no tuviera el éxito que
tiene en la radio?
-
Creo que no hubieran sido recibidos o que hubieran sido recibidos con muchísimo
más trabajo. Es cierto que tampoco los libros tocan los mismos timbres.
Evidentemente, la puerta de los libros me la abrió la radio. Aunque bastante
antes ya escribía en la revista Humor y había algunas personas que conocían eso
y que podrían haberse interesado en los libros que vinieran después, pero la
radio me conectó con mucha más gente.
- Hablando del poder
de los medios, hace poco lo entrevisté a José Pablo Feinmann y él me decía
citando a Heidegger que “vivimos en estado de interpretados, que no pensamos;
somos pensados, que no hablamos; sino que somos hablados por los medios”. ¿Está
de acuerdo con eso? ¿No cree que ha cambiado la manera de mirar y leer a los
medios a partir de este gobierno?
-A
mí me gustaría creer que un poco se haya cambiado, que se haya llamado la
atención de alguien diciendo: “Mirá que lo único que hacemos es consultar los
medios para ver qué tenemos que pensar”. Y entonces al recibir esa sacudida uno
empieza a hacer fuerza para pensar por sí propio. Pero no sé si es así, yo creo
que estoy de acuerdo con Feinmann, que en general los medios piensan por
nosotros. Nos pasa cuando miramos la televisión y escuchamos un asunto del que
nunca habíamos oído hablar y a los dos minutos estamos de acuerdo con el sujeto
de enunciación. Si alguien nos explica por primera vez el keynesianismo,
decimos: “Caramba, qué bueno esto que acabo de aprender. Desde ahora soy
keynesianista”. Pasaron cuarenta segundos desde que te nombraron por primera
vez a Maynard Keynes, pero se produce una adhesión y no necesitás otra visión.
-¿No cree que hoy se
buscan más opiniones para contrastar lo que dicen los medios hegemónicos?
-
Yo no creo que haya una colección tan grande de medios kirchneristas. El peso
relativo de ambas vertientes, por decirlo así, es desparejo. Me parece que
sigue prevaleciendo el otro bando y que el esfuerzo kirchnerista es casi una
beligerancia en una guerra muy despareja. Es abrumador porque unos tienen de
acuerdo a toda la prensa del mundo. Vos salís de la Argentina y vas a España y
decís: ¿dónde están los que piensan como yo? ¿dónde está el Tiempo Argentino de
Madrid? No está. A mí lo que sí me parece que el kirchnerismo ha hecho es
difundir la costumbre de pensar políticamente, pero los medios siguen siendo
ajenos.
-En esta difusión del
pensamiento político que ha hecho el kirchnerismo, ¿no le parece extraño
escuchar a Macri hablando de las estatizaciones de YPF y Aerolíneas Argentinas?
-Eso
antes que nada a mí me parece un desatino. Hay gente que ni sabe lo que piensa,
que tiene oscuras intuiciones acerca de cómo funciona el capitalismo y más bien
se maneja porque es intuitivamente anti peronista, liberal y partidaria del
mercado. Cuando palpita que eso no está produciendo emoción en el pueblo y cree
que el mercado está necesitando otros estímulos, como por ejemplo la
intervención del estado; cuando le parece que los sencillos objetos liberales
no tienen mucha demanda, entonces los cambia; pero eso es un desatino. Es como
si tuviéramos un comercio y ante la falta de venta de las medialunas, las
cambiamos y ponemos bolas de fraile. Pero la política no debería ser así.
-Antes decía que a
los libros el paso del tiempo los vuelve más dignos y más tristes, ¿cómo cree
que influirá el paso del tiempo en el kirchnerismo? ¿Cómo será recordada esta
década?
-Siempre
depende del resultado final. Por ahora supongamos que en este momento se está
cerrando un ciclo kirchnerista, que es el ciclo que lleva el apellido Kirchner,
y se está cerrando de un modo casi inédito en la historia argentina. Estamos
hablando de un presidente que va abandonar su cargo con un fuerte apoyo del
pueblo y con una situación del país que no tiene mucho de apocalíptica, a pesar
de que la situación internacional es difícil. Cristina no ha de irse ni en un helicóptero,
ni depuesta por un golpe militar, ni aplastada en un acto electoral adverso, ni
suplantada por líneas internas de su partido, sino que se va en plena
creatividad, con incluso la sensación de que no le ha alcanzado el tiempo para
seguir procediendo en el sentido en que lo está haciendo. Desde luego hay
intereses contrapuestos y cuando uno tiene una acción tan intensa, fatalmente
lesiona intereses, entonces empiezan oposiciones muy cerradas y hasta llenas de
odio, como sucede ahora. Pero a pesar de que el odio produce la sobredimensión
de los errores y de los pasos falsos, la sensación que se tiene es la de un
gobierno que termina con mucha fuerza.
-De cara a las
próximas elecciones, ¿cómo ve al país en materia política?
-
Para que este proyecto no se vea seriamente desmerecido en sus efectos, debería
conservarse el poder. Porque no se trata de una elección en la que uno está
decidiendo por un candidato que le parezca más simpático o más efectivo en la
gestión o por otro que tenga una concepción ética de las cosas, acá se trata de
a qué jugamos. Y el juego del kirchnerismo es clarísimo: es el único de los
partidos que se sabe realmente qué va a hacer. Después puede haber diferencias
de gestión; a usted le puede parecer que a lo mejor la gestión de Scioli puede
ser más contemporizadora que la de Cristina o a otro le parecerá que soportará
más riesgos. Yo eso no lo sé y tal vez no sea tan importante. Lo importante es
saber qué juego vamos a jugar. Después si el tipo lo juega bien, fenómeno. Pero
primero hay que saber a qué vamos a jugar. O jugamos a esto o jugamos al
liberalismo o lo peor: no sabemos a qué jugar.
-Hablando de jugar,
pero cambiando de tema, ¿cómo influye en su escritura el hecho de hacer
deporte, de jugar al fútbol? Hace un tiempo Fabián Casas me dijo que él
necesitaba hacer Karate para domesticar la melancolía. En su caso, ¿el fútbol
ocupa ese lugar?
-
No, más bien el fútbol es una nueva fuente de melancolía. Será porque cada vez
que juego mal o durante el juego no soy entendido por mis compañeros o no
alcanzo a dar la talla, me produce una gran frustración. Si se trata de no ser
melancólico, el fútbol no me sirve; si se trata de estar más tranquilo o de
llevarme mejor con mis amigos, evidentemente tampoco me sirve porque es el
lugar donde tengo más discusiones. Pero a pesar de todo eso, me gusta mucho.
- Y el lugar que el fútbol
ocupa en la sociedad, ¿le gusta?
-Hoy
se ha futbolizado el universo. No hay otras metáforas que no sean
futbolísticas. Eso, para mí gusto, me parece un poco desagradable.
- Para terminar, trate
de ponerse en la cabeza del Dolina que a los veinte y pocos boyaba de carrera
en carrera. Si ese joven se encontrara con este hombre que es hoy usted, ¿cómo
lo vería?
-Yo no hago más que arrepentirme y a lo mejor
es inevitable que uno crezca arrepintiéndose de lo que ha sido. Como una forma
de dar beligerancia a su propio ser. Pero poniéndome un poco en la cabeza de
aquel tipo, siendo que yo no he llegado a esta edad teniendo muchos bienes,
supongo que él igual se burlaría de mi bienestar de hoy.
-¿Y de qué estaría
orgulloso?
-De
mis hijos, los encontraría muy parecidos a él. Se haría amigo y aliado de ellos
en contra de mí, posiblemente.
-¿Ese no es el camino
lógico?
-Sí,
es el camino lógico, pero la verdad es que no es cierto esto que le estoy
diciendo. Es más una construcción ingeniosa que otra cosa, porque yo no me he
convertido con los años en un tipo más burgués y más viejo, sino por el
contrario en un tipo más manso y más tolerante. Se me dirá que esas también son
virtudes de la vejez y algunos amigos al oír que me califico como tolerante y
manso, soltarán una carcajada o recordarán lo que pasó el martes pasado en el
fútbol. Dirán si este es el tolerante, cómo será el intolerante.
Publicada originalmente en el Suplemento de Cultura de Tiempo Argentino, agosto 2015.
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