lunes, 10 de mayo de 2010
La biblioteca es el cuerpo de un filósofo
"La biblioteca es el cuerpo de un filósofo. Su esqueleto y su carne. Sin ella muere de hambre. Los libros son el mundo que lo lleva al mundo. Hay dos mundos para el filósofo. No el de arriba y el de abajo como en el platonismo, sino el de adentro y el de afuera de sus anaqueles.
La biblioteca no es un mueble. Es el reaseguro de una identidad. Recorrerla es recordar y confirmar una historia y un presente. Nuestros libros son como la antigua caja de ahorro. Está depositado nuestro saber y nuestro tener.
Cuando los avatares de la conyugalidad amenazan nuestro lugar en el mundo con una interrupción; es decir, con el fin de nuestra permanencia en una casa, lo primero que hay que hacer antes de que un conflicto se dirima en un desalojo, es mudar los libros. Luego, todo es más fácil.
El filósofo que tiene sus libros en resguardo soporta mejor el traslado de su otro cuerpo, el que tiene venas y no letras. He tenido la suerte de conservar mi biblioteca más allá de los cambios de domicilio, y de las variantes de la vida.
Mirarla y tocarla, verla, me ha calmado en momentos de extravío. Es cierto que hay otros en que hasta ella no tiene sentido. Parece madera abarrotada de cartón pintado y muerto. El catafalco de un ser encorvado. Pero cuando esto sucede, hay que esperar. Otro viento soplará. Ya clareará.
Durante un tiempo no pude leer. Un cambio en mi percepción vació de significados a la escritura. Las palabras eran garabatos. Fue una etapa de un misticismo desordenado, y de una fisura en la visión. Pero la Filosofía retornó, y con todo. Es mi mundo. Mi día".
Tomás Abraham.
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