"Las calles, oscuras como siempre. El barrio, lejos de haber progresado, se oxida. La ruina de aquellas ruinas en las cuales me crié.
Me falta todo, el hambre de existir, las ganas de que algo dure para siempre. Camino y pienso en mi infancia. Ahora que escribo pienso en mi infancia: el único tiempo en el que viví según mis valores, sin sentir ningún orgullo, sin jactarme de tenerlos. Pienso, también ahora que escribo, en todo lo que ponía en las cosas que hacía. Vivía como si fuera la última vez: la única vez. Hablo de cansarme casi hasta el desmayo, de tomar agua helada hasta hacerle fondo blanco a la botella, hasta romper la garganta irrompible y volver a la vida lleno, una y otra y otra vez".
De "La ley de la ferocidad" de Pablo Ramos.
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