Nando Varela Pagliaro
Con diecisiete años de carrera y unos cuantos hits sobre sus
espaldas, Ella es tan Cargosa consiguió ubicarse como uno de los referentes
indiscutidos del género rock canción. Luego de algunos cambios internos, el
alejamiento de Mariano Manigot y Miguel Bassi, el grupo de Castelar vuelve al
ruedo con un disco nuevo bajo el brazo: La
sangre buena. A pocos días de su presentación, hablamos con Rodrigo “Rulo”
Manigot, cantante y letrista de la banda, de las dificultades de sostener un
proyecto artístico y de cómo se hace para seguir confiando en las canciones en
un contexto un tanto adverso.
-En abril de 2016
Ella es tan Cargosa estaba literalmente partida al medio, solo quedaban El
Tano, el Negro Rojas y vos. Con ese panorama, me imagino que pensar en un disco
nuevo, no habrá sido tan sencillo. Ahora que La sangre buena está en la calle y otra vez están volviendo a los
escenarios, ¿cómo recordás esos momentos de incertidumbre?
-Vengo pensando que
la incertidumbre es un elemento que siempre nos ha venido rondando desde que
elegimos este oficio, casi que no puede faltar. Siempre está ahí, solo cambia
el problema. Antes era que no había plata; cuando hubo plata, faltaba la
disquera; cuando vino la disquera, los tironeos con ellos y los problemas
personales. Creo que la incertidumbre está siempre en nuestro oficio y forma
parte de la adrenalina con la que uno se sienta y decide pasar esa angustia o duda
a canción.
-Se sabe que en los
grupos de rock siempre hay problemas, peleas internas, etc. Primero pueden ser
por la falta de éxito y luego, porque el éxito empieza a aparecer. En el caso
de ustedes, que pasaron por ambas etapas, ¿cuáles problemas fueron o son más
difíciles de solucionar?
-Pensalo como el país. Que haya una mejora en el PBI no
cambia de por sí las cosas. Trae quilombos nuevos porque empieza el debate por
el reparto de la torta. De todas formas, hay un montón de temas que no son
grupales y que vienen de afuera. Alguien puede sufrir una crisis personal y en
cualquier grupo que pise, estallar o hacerlo estallar. No todo pasa por la
grupalidad de trabajo. Igual, siempre creo que es más fácil administrar en la
abundancia, que ante la falta de guita. También, ya de grande, me gusta el
modelo que me marcó Santi Llach, el modelo Sultanes del Swing: gente que se
junta a tocar, pero no quiere pegarla. Ya sabe que vive de otra cosa y la
música es su espacio de felicidad semanal. No quieren ser rockstars. Veo cada
vez más ese modelo entre sups 40, y me parece sano y realista.
- Varias veces contaste que tardaron casi siete años en grabar el
primer disco porque querían sacarlo con el apoyo de una compañía. Para una
banda como ustedes, ¿formar parte de la industria es casi el único camino
posible o podrían manejarse de forma independiente?
-En este momento te
diría que somos un mix de ambas cosas, así que no soy quien para andar
pregonando nada. La fantasía de mandar todo al carajo y ser independientes, la
tenemos todos los artistas y va a morir con nosotros. Si sé, después de
veinticinco años de andar en esto, que tampoco es fácil. Hay que armar una Pyme
e informarse muchísimo. Creo que cada artista tiene que encontrar su camino y
darle forma. La industria discográfica es como la televisión. Pareciera estar
en crisis y caminar hacia su ocaso ineluctable, pero todavía existe una
diferencia -a mi criterio- importante entre estar adentro y no estar. Y remarco
siempre: estar tampoco decide nada. Siempre tenés que estar pensando vos en
miles de cosas para tu banda que nadie va a pensar. Nunca, firmes con quien
firmes, dejás de ser independiente. Los grandes sellos tienen cuarenta
artistas. No tienen tiempo para ocuparse de vos.
-En el primer corte
de difusión del disco, resaltás el valor de las mañanas, algo bastante extraño
en un músico de rock. ¿Pensás que cada vez son más los músicos que eligen dejar
un poco de lado la noche y la pose “pomelesca” o todavía hay muchos pomelos en
nuestro rock?
-Hablo de mí, de
nosotros, de mi vida. No quiero juzgar a los demás, cada uno tiene derecho a
hacer su vida. A mí me está gustando esta vida, me parece más productiva y
sana, aunque no me convertí en el rockero evangelista que reniega de la noche.
Me encanta y me gusta mucho salir y divertirme. Pero es lindo ensayar de
mañana, grabar de mañana, grabar tomando mate y bebidas light. Al menos, el
técnico de grabación, al editarte, no funde los Pro Tools.
-Si el disco fuera un
libro, por las temáticas de varias de las letras, probablemente estaríamos
hablando de literatura del yo. ¿Pensás que a medida que pasan los años se
escribe cada vez más mirando hacia adentro que hacia afuera? ¿Ese es el camino
lógico de todo letrista?
- Es relativo. Esta
es una era de explosión de las redes sociales, donde todo el mundo cuenta en
primera persona sus viajes, pero también sus tragedias. Es la era de las
series, donde todo está guionado por un departamento de tipos que estudiaron
todos los plots del mundo y son capaces de hacerte ver nueve ediciones de una
serie y que a vos no te esté gustando, pero estás ahí como un gil rellenando tu
tiempo, porque el guión tiene algo parecido a la nicotina que te lo sacan hasta
el capítulo que viene. En esta era, que aparezca un tipo como Barón Biza diciendo
"mi papá le tiró ácido en la cara a mamá en la escritura de divorcio"
o los cuentos de Lucía Berlin, una mina bien yanqui que derrapa termina
limpiando casas y trabajando de enfermera y enamorada de yonquies, o los libros de Knausgård. Toda esa literatura, que es
menos ficción que la ficción, encaja en una era, pero a la vez es más directa.
No hay nadie del otro lado queriéndome retener adrede. Se parece a la verdad. Es
solo un momento de la literatura, así como en un momento de la pintura se pintó
a Dios en el centro de todos los paisajes, y después ya no se lo pintó más. En
mi caso, armé mi banda separado. De entrada, los textos me sirvieron para
cerrar heridas. Escribía y me sacaba la tristeza. Así que fue una decisión
editorial de entrada, lo que no quita que no haya mirado hacia afuera o escrito
canciones que no existieron. Este disco, La
Sangre Buena, también es una especie de catarsis. Hay mucho de escritura
como alivio. Escribí para entender, para curarme, para sacarme de encima la
tristeza.
-Está claro que
ustedes son un grupo que le da tanta importancia a la melodía como al texto.
¿Creés que ese cuidado por la letra, que había sobre todo en el primer rock
nacional, ahora no es tan habitual?
-No podría afirmar
eso. A veces caemos en el error de englobar en Rock Nacional solo al rock que
suena por la radio. Escuché a los mendocinos de Mi amigo Invencible y son
geniales en sus letras. Está toda la camada de mendocinos liderada por Leandro
Lacerna, acá en Baires, y ahí hay una monstruosidad de artistas, con Leo Costa
y los Jureles. Están los pibes de Usted Señálemelo, también de Mendoza. Donde
levanto la cabeza, hay gente haciendo cosas geniales; los maravillosos
Acorazado Potemkin, ese es un gran letrista. Además del Manu Moretti de
Estelares, de Flor Ruiz, de Coiffeur, de Sonreí, de Guille Beresñak. Y eso que
ya ni salgo.
-Hablábamos del
oficio del letrista. En Volviendo en mí,
te refería a la música, a la escritura de canciones como un oficio sanador.
Coincido con lo que decís, pero intuyo que este oficio también debe tener sus
bemoles. ¿Qué es lo más difícil de ser músico de rock en un país como el
nuestro?
-Lo más difícil es lo
desparejo en el trabajo. Pasás de hacer treinta o cuarenta shows en un año, a
diez al siguiente. La enorme dificultad en armarte tu público. En un país
blanco/negro como éste, frío/calor, La cargosa no termina de encontrar su
lugar. Para las bandas pop somos muy rock, para los rock somos pop. Para los
intelectuales somos radiables; y viceversa. Para las bandas barriales, somos
muy finos y cultos. Para las bandas finas y cultas, damos bandita barrial. Hay
ahí un tema que veo de que no es fácil encasillarnos. Más los errores que
habremos cometido y no logro visualizar, por supuesto.
- Siguiendo con citas
de tus letras, en El Mar del olvido
decís que mientras te exigís y trabajás la canción, el planeta baila el paso
del tucán. En este contexto, ¿cómo se hace para seguir confiando en las
canciones?
-Bueno, porque sigue habiendo un público atento a las
canciones. Y aun así no lo hubiera, ¿qué otra cosa vas a hacer? Crecimos oyendo
canciones, empezamos a tocar canciones en nuestra adolescencia. Este es el país
de Charly y el Flaco, de Fito y Andrés, de Sumo y los Redondos, de Pappo y
Manal, vivimos rodeados de canciones, empezamos a hacerlas, le gustaron a un
montón de gente, nos ganamos el pan con nuestros temas. ¡No nos vamos a poner a
escribir Felices los cuatro! No nos saldría, por otro lado. No es tan fácil
como parece.
-En alguna nota dijiste que las letras del disco fueron tu manera de
hablarle a tu hermano, de preguntarle lo que a solas por la calle, o en la
habitación de tu casa ya le vivías preguntando. Ahora que salió el disco,
¿tuviste alguna devolución de su parte?
-Mariano estuvo a una
semana de grabar el disco, o sea que manyó todo el material. Hablamos muchas
veces de las canciones. Las canciones son como las bufandas que te hacía tu
abuela: te las hacía a vos, pero después vos te las olvidabas en una fiesta o
en el bondi y ya no eran más tuyas. Estas canciones son fotos de un momento.
Apenas pase este momento, ya no serán de nadie. De hecho, muchos temas en los
que le hablo a él, al final siento que me hablo a mí. Se volvía loco con Mar del Olvido, con La Sangre Buena estaba encantado. Después no volvió a la sala, y
nosotros nos miramos, agachamos la cabeza y seguimos trabajando. Todavía no
volvió a contarnos qué le pasaba, pero intuimos que pronto lo hará.
-Supongo que no será
fácil, pero ¿es posible una vuelta de Mariano a la banda o es muy pronto para
pensar en eso?
-Eso es algo que siempre va a depender de él, más que de
nosotros. Nosotros siempre vamos a estar abiertos a su vuelta, pero no podemos
andar adivinando qué es lo que él quiere. Ahora tenemos que seguir trabajando.
-Antes hablábamos del contexto. En los 90 estabas al frente de Los
Mareados, un grupo con canciones hermosas, pero en pleno auge del grunge y el
rock barrial, la suerte no estuvo de su lado. ¿Cómo ves hoy la escena para un
grupo que comienza y como ustedes, tiene a la canción como estandarte?
-Siempre va a ser difícil en este país vivir de tus
canciones, llevar adelante un proyecto artístico, nunca lo que hagas va a ser
lo que el mercado requiera. Te lo vas a tener que hacer vos, a golpes de fe, de
insistencia, de volcar tu vida y tus cosas acá, en las canciones. A fin de
cuentas, este siempre será el país de Muchacha
ojos de papel, de La balsa, de Seminare, de Un pacto para vivir, de Un vestido
y un amor, de Catalina Bahía, de Ella dijo, de Silencio, de Sucio y
desprolijo, en estas tierras se hizo también Naranjo en flor, Balderrama,
Alfonsina y el mar y cientos de
bellezas que se van transmitiendo de generación en generación. O sea, escribís
canciones en un contexto adverso, pero siempre en un país cancionero. Alguien
va a parar la oreja.
-Por último, en
Zattino, otra canción del disco, decís que cuando mirás para atrás, ves solo
felicidad. Si mirás para adelante, ¿qué ves? ¿Qué te gustaría que pasara con
este disco y con el futuro de Ella es tan cargosa?
-Me gustaría que
podamos seguir laburando con felicidad. Si hoy entrás a un ensayo, todo el
mundo sonríe, todo el mundo está centrado en su trabajo; lo mismo las giras,
los conciertos. La grabación del disco justamente fue un polvo. Quiero que
sigamos laburando en este clima de por vida. Lo habíamos perdido, y es harto
doloroso. Después, que la gente nos siga en menor o mayor cantidad depende de
los gustos de la gente. Yo íntimamente sé que nunca decreció la calidad de los
conciertos que damos. Somos autocríticos y estamos tratando de mejorar todo el
tiempo. Hace poco vimos en Ituzaingó a La Mississippi. Era un jueves y había
250 personas saltando. Nos miramos con Lucas, el bajista, y el Negro, el
batero, y les dije: ¿ven? Yo quiero esto: ir a Rosario, a Mendoza, a Mar del
Plata, a La Plata y meter esta cantidad de gente y que la gente la pase así. Siento
que no estamos lejos.
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