Nando Varela Pagliaro
No recuerdo cuándo escuché por primera vez una canción.
Mucho menos podría recordar cuál fue esa canción, ni en dónde estaba cuándo la
escuché. Como la presencia del Yo, para mí la música siempre estuvo conmigo.
Era, como canta Fito Páez, “parte del aire”. Sin embargo, si me esfuerzo,
alcanzo a verme tomado de la mano de mi madre, caminando por alguna calle de
Floresta, yendo a dejar a mi hermano Mauro en la escuela. A la vuelta, nada nos
apura y nos sentamos en un banco de la plaza a cantar. En realidad, yo sólo
escucho, mi madre es la que canta: “Osías el osito mameluco, paseaba por la
calle Chacabuco, mirando las vidrieras de reojo, sin alcancía pero con antojo”.
“En el país de Nomeacuerdo, doy tres pasitos y me pierdo. Un pasito para allí, no
recuerdo si lo di. Un pasito para allá, ay, qué miedo que me da”. Es posible
que esas imágenes, que esas canciones de María Elena Walsh que me cantaba mi
madre sean unos de mis primeros recuerdos.
Publicado originalmente en el Suplemento de Cultura de Tiempo Argentino, septiembre 2015.
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