Nando
Varela Pagliaro
“Tenés que ir al Teatro del Altillo y después hablamos”, le dijo
Juan Carlos Kreimer a Miguel Grinberg,
en uno de los pasillos de la Editorial Abril. Corría el año 66 y Grinberg, que
por entonces era un joven crítico musical y cinematográfico, siguió el consejo
de su compañero de redacción y fue al teatro de la calle Florida. Estaban
tocando Los Beatniks, el grupo que lideraban Moris y Pajarito Zaguri. Fueron
ellos los primeros dos rockeros que conoció y los que lo llevaron por primera
vez a La Cueva. Ahí terminaría de conocer al resto del elenco: Javier Martínez,
Tanguito y Litto Nebbia. “A partir de ahí empecé a ir a cuanto recital se hacía
y me convertí en un habitué de La Cueva. No frecuenté tanto La Perla del Once
porque era una experiencia más sedentaria. Estaban algunos de los protagonistas
de La Cueva, pero aparte estaban “los cueveros” que eran unos pesados
insoportables”, dice Grinberg, sentado a una mesa de una pizzería céntrica,
casi cincuenta años después de aquel encuentro que cambiaría su vida . Su
historia, desde entonces, siempre estuvo ligada al rock. Fue el conductor de
los primeros programas de radio que difundían el género; el productor de los
míticos recitales en Parque Centenario, el editor de revistas alternativas como
Eco Contemporáneo y Contracultura y el encargado de escribir Cómo vino la mano, un libro fundamental
para entender los orígenes del rock en la Argentina. Publicado originalmente en
1977 por la Editorial Convergencia, el libro llega ahora a su quinta edición,
esta vez a cargo de Gourmet Musical.
Para esta nueva versión se agregaron entrevistas a Miguel Cantilo y
Rodolfo García; fotografías inéditas; tres manifiestos –de Spinetta, Claudio
Gabis y Pablo Dacal- y un apéndice con artículos de prensa publicados por el
autor entre 1971 y 1977 en las revistas
La Bella Gente y Prensario de los Espectáculos.
-En las
últimas entrevistas que añadió para el libro, a ambos entrevistados les
pregunta de qué manera el rock les hizo bien, ¿cuál sería su respuesta a esa
pregunta?
El rock es un testimonio del difícil arte de ser joven en la
Argentina. Creo que nos hizo bien en el
sentido de que creó una música nacional y popular que no era ni tango ni folclore,
una música que expresa cabalmente los sentimientos de toda una generación. En
un país que ha vivido gran parte de su historia del siglo veinte bajo dictaduras
o gobiernos autoritarios, el rock le dio identidad a toda una generación.
-Y a
usted personalmente, ¿en qué le hizo bien?
A mí me hizo demasiado bien. Me permitió conocer bellísimos seres
humanos y artistas que son mis amigos. La amistad de los rockeros es un
privilegio. Lo que no quiere decir que sean todos santos, también hay algunos demonios.
- ¿Hay
algo que se haya perpetrado en nombre del rock que le hace mal?
Lo que me hace mal es ver cómo está siendo expropiado por los
grandes traficantes de la sociedad de consumo. Las marcas vienen apoderándose a
gran velocidad de la música joven y la usan como vehículo para vender
indumentaria, gaseosas, cerveza, euforizantes y otras pamplinas. Me hace mal
ver que el rock ha perdido su contenido contracultural y ya no habla de cambiar
la vida y transformar a la sociedad, sino de llenar estadios con cien mil personas
y ver cuánto pagan. Promueve el culto de la personalidad, la idolatría;
masifica, distorsiona y explota.
-Ser rockero en los 70 era lo contracultural,
¿ahora sigue estando en el rock la contracultura o ya no?
Sigue habiendo un espíritu
contracultural y eso lo podemos comprobar en el libro Cancionistas del Río de la Plata de Martín Graziano. En estos cancionistas hay un espíritu testimonial, pero no porque
hablan de que “hay que matar al patrón o el pueblo unido jamás será vencido”, sino
que vienen con un alto nivel poético, entonando una necesidad de fraternidad y
justicia social que es prioritaria en estos momentos que estamos viviendo. Es
un espíritu pacífico, el rock nunca convalidó la violencia. Hay una cantidad de
músicos nuevos que están corporizando lo que viene a continuación del rock, que
no se va a llamar rock. Espero que aparezca el que tenga la inteligencia para
bautizar la nueva música que está naciendo, nutrida por el rock, pero muy
diferente.
-El rock
y los militares es un tema que atraviesa el libro. Enrique Symns dice que en la
dictadura desaparecieron obreros, estudiantes, amas de casa, etc. Sin embargo, no
hay rockeros desaparecidos, dando a entender que de alguna forma los rockeros
fueron usados por la dictadura, ¿está de acuerdo con ese planteo?
La dictadura intentó utilizar a los rockeros de la misma manera
que utilizó a Palito Ortega para ir a cantar en Tucumán en el Operativo Independencia
para animar a las tropas, pero los rockeros no se prestaron a eso. Hay un caso
muy patente con los rockeros argentinos, quisieron contratarlos y llevarlos a
cantar para las tropas, ellos lo descubrieron al llegar allá, se negaron y
tuvieron que irse al exilio muy rápidamente.
-Y en la
etapa de Malvinas, ¿no deberían hacer un mea culpa por la participación en el
Festival de la Solidaridad?
El recital de la solidaridad no fue una apología de la guerra ni
de la Junta Militar. Eso es un rumor que echaron a correr con muy mala
intención. Fue de la A a la Z un recital por la paz. Conscientes de quiénes estaban
tratando de capitalizarlo, pero fue un acto pacifista. Nadie proclamó
solidaridad con la Junta. No hubo loas a ninguna iniciativa suya, pero había
algo cierto y real, una generación de chicos estaba combatiendo desigualmente
en Las Malvinas y había que mandarles una señal a través de los tiempos y eso
fue lo que intentó ser el recital. La junta no decretó que pasaran rock
argentino. El rock argentino apareció por peso propio para llenar un hueco que
había aparecido, al prohibirse la música en inglés. Fue una batalla ganada, la
batalla de la difusión. Sin querer la promovieron los milicos y a partir de ahí
al rock no lo paró nadie.
-¿Cree
que había cosas que los militares no llegaban a ver?
Creer que los militares eran estúpidos es un prejuicio
subdesarrollado. Cuando Patricia Derian venía a la Argentina en nombre de Jimmy
Carter a hablar de Derechos Humanos, los militares ostentaban el rock y las
peregrinaciones religiosas como muestra de que la juventud no era reprimida. Con un criterio análogo yo le puedo contestar
a Symns que es verdad que estaban prohibidos los sindicatos, los centros de
estudiantes, los partidos políticos y el rock no estaba prohibido. La dictadura
lo utilizaba al rock como argumento de autodefensa, pero no publicitariamente. El
rock nunca salió a ponderar a ningún general.
Publicada en el Suplemento de Cultura de Tiempo Argentino, enero 2015.
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