Es posible cambiar el mundo. La música como instrumento de cambio. La música: instrumento sobre el que ejecutamos la transformación.
Sucede en Venezuela. Venezuela: ese legar que tantas veces oí nombrar de niño. Al otro lado del mar, lejos. Venezuela: donde los hombres más audacez, empujados por el hambre, encontraron un nueva oportunidad, un nuevo abrazo. Algunos no volvieron; otros, volvieron cargados de dinero. Algunos llamaron a sus familias; otros, iniciaron nuevos efectos más allá del océano.
Sucede en Venezuela. Venezuela: tierra extremadamente violenta donde ví, por primera vez, los ranchos hacinados ladera arriba. Marginalidad, violencia y escasas oportunidades.
Un hombre, un músico, tiene un sueño. Su nombre: José Antonio Abreu. Su sueño: Llenar Venezuela de orquestas. Hace 36 años, 11 músicos en un garaje; hoy, 280 escuelas a lo largo y ancho del país. El hombre es un visionario. Tiene un sueño y no descansa. Los resultados: 400.000 niños y jóvenes rescatados de la marginalidad en un país azotado por la violencia, el crimen y la inseguridad.
José Antonio Abreu dice (en trevista realizada para El País Semanal por Jesús Ruiz Mantilla):
En el aspecto social, la inclusión es el principio básico. Nuestro lema son los pobres primero y para los pobres los mejores instrumentos, los mejores maestros, las mejores infraestructuras. La cultura para los pobres no puede ser una pobre cultura. Debe ser grande, ambiciosa, refinada, avanzada, nada de sobras. Además, ellos multiplican su efecto, porque son enormemente agradecidos ante el esfuerzo.
Cualquier muchacho de un barrio marginal, sometido a las tensiones de la violencia, la inseguridad, el asesinato, el robo, puede elegir tocar un instrumento como algo intrascendente. Pero la mera presencia de ese instrumento en la casa puede volverse fundamental y cambiar su vida. Cuando vives en una cloaca y un maestro toca a tu puerta, con ese sencillo gesto ya estás realizando un acto de inclusión. El instrumento es el cebo, del resto se encarga el sistema. Ambos combinados obran el milagro.
(…) cuando después se ven atrapados en la red del sistema, raramente regresan a la marginalidad. Nunca más. La marginalidad se ha demostrado algo reversible a través de la música y el trabajo bien organizado.
(…) una vez que se empiezan a apreciar los resultados, el muchacho se convierte en un héroe. Cuando hace años se produjo una tragedia en La Guaira, a algunas personas afectadas se las reconoció por su instrumento. Era lo que les diferenciaba en el barrio. Esa es su seña de identidad.
Cuando un muchacho toca por primera vez ante sus padres, ese día nace un nuevo ser humano. Se produce una revolución en la vida del niño: a partir de entonces es alguien, adquiere una insólita dignidad que da lugar a una especie de constelación de anillos en la que se agrupa su familia; después, los vecinos, la gran comunidad, el gran anillo que lo protege. Las orquestas han cambiado muchas áreas peligrosas en Caracas y las grandes ciudades o en Estados alejados, junto al Amazonas, donde me propuse fundar núcleos del sistema. Lugares donde, si no llegaban los instrumentos, los padres fabricaban los suyos propios con restos de hojalata para tocar en bodas y bautizos. Ni se imagina la gente la emoción tan grande que pudieron sentir cuando les llegaron los de verdad.
Vía Pedroguerra.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario