Por Martín Caparrós
Hace unos días alguien me avisó que estaba, en algún lugar de youtube, esta entrevista. Corría la primera mitad de 1988, y Jorge Dorio y yo conducíamos una cosa muy rara. Se titulaba El Monitor Argentino, se subtitulaba Un programa de cultura y salía al aire -donde quiera que eso esté- por canal 13 los domingos a las 11 de la noche. Con el aporte invalorable de José Máximo Balbastro, duró seis meses: la pasamos muy bien, tratamos de imaginar maneras nuevas y a veces, incluso, supusimos que habíamos hecho algo de lo que queríamos.
Hace unos días, digo, me dijeron que estaba, la miré. No hago esas cosas: no me reveo, no me releo; la memoria suele ser más generosa. Pero tenía un rato de más –esperaba, como siempre, esperaba– y me quedé mirando. Me emocioné, por distintas razones.
Desde aquel día pasaron 25 años: algunos dicen que 25 años es un cuarto de siglo. Luis Alberto Spinetta se murió, a Dorio y a mí la vida nos fue haciendo cosas –y le hicimos algunas. Pero al ver esa media hora de charla me pareció que lo que había pasado era algo más que 25 años, la muerte de Spinetta, nuestras vidas. La sensación de que esa charla –dos periodistas recientes, pretenciosos, que le preguntan a un músico por el surrealismo y el poder, por Perón y Foucault y Dostoievsky, y el músico que contesta con creces, con acordes– es de otra Argentina. Ojalá no sea cierto, quién sabe sea pura melancolía de una noche de verano. Pero tengo la sensación de que era algo que pasaba en un país que ya no existe -o quizás existe todavía pero se esconde, disimula. O quién sabe se muestra pero yo no sé verlo
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