Por Pedro Mairal
No sé quién dijo eso de que Dios está en los detalles. Para un agnóstico es una linda frase que se envuelve en su propio misterio, y se podría decir que el dios de la narrativa también está en los detalles. No necesariamente exhaustivos, pero sí precisos, suficientes para que el lector arme en su cabeza lo que el autor deja en blanco. No hay otra cosa que detalles, incluso en plena acción violenta, o en esas alteraciones invisibles de tan lentas que van evidenciando de a poco el paso de los años. Cosas insignificantes pero que hacen a la textura de la narración.
Anoche, por ejemplo, estuve pensando en la evolución de las cubeteras de hielo. Cuando era chico en los setenta había unas cubeteras de aluminio, como una bandejita dentro de la cual se ponía una rejilla de metal que dividía el agua en cubitos. Pero dividía mal, quedaban pegados por abajo y por los bordes; para vaciarlas había que azotarlas con mucha fuerza sobre la mesada de mármol y volaban pedazos amorfos de hielo por todas partes.
Después, en los ochenta aparecieron las cubeteras de plástico de hielos con forma de pirámide trunca, los clásicos cubitos. Pero eran de un plástico rígido que se rompía cuando uno trataba de hacer un poco de torsión para que se soltaran los hielos, y quedaban rotas por la mitad en grupos de cuatro cubitos que de nuevo había que azotar contra la mesada. A finales de los ochenta aparecieron unas de goma marrón con forma de rolito, hacían unos hielos cilíndricos con un hueco en medio, pero el eje o apéndice de goma que provocaba ese hueco se adhería al hielo como un perro abotonado, no había forma de sacarlo; golpear la cubetera no solucionaba nada, había que forcejear tironeando los hielos de un modo cruel.
En los noventa con las heladeras importadas aparecieron unas con forma de huevera que hacían unos hielos, como una media esfera, muy poco satisfactorios, porque quedaban chiquitos aunque es cierto que eran fáciles de sacar. Y ahora, hay unas cubeteras de silicona muy bien hechas con la forma que uno quiera, forma de tetris, de letras, de hexágonos, de estrellas, una evolución del diseño industrial, el concepto de “funny”, la vida nocturna, etc. Hace un tiempo, en un rapto romántico, le regalé a una chica una cubetera fucsia con forma de corazoncitos. Justo ese día nos peleamos y a la semana me mandó una foto de los cubitos que decía: “Ahora entiendo, tenés el corazón de hielo, hdp”.
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