miércoles, 28 de marzo de 2012
Mi tío Carlo
Me da pena, bronca y sobre todo, mucha lástima que te hayas ido así, tan de golpe. Como decías en ese poema que escribiste cuando murió el nono, “no me dejaste tiempo ni para el arrepentimiento”. Lo que más me duele es que no pude hacerte caso, dejé tantas cosas para mañana que no me lo voy a perdonar nunca. Ya sé que vos sabías lo importante que eras para mí y cuánto te quería, pero no me alcanza sólo con eso. Me hubiera gustado poder decírtelo yo mismo, ahora que ya soy grande, que soy un hombre, que crecí y que me hice cada vez más parecido a vos. Cómo no iba a terminar pareciéndome a vos si me pasé toda mi vida escuchándote en todos tus discos, que los ponía una y otra vez, hasta saberme todas las letras de memoria. Pero más que nada me gustaba hablar con vos en la cocina de casa. En esa casa, la de Belaústegui, que también ya no está más, como el nono. Ya van a hacer casi quince años, pero yo todavía me acuerdo de él. Parece mentira, cómo se destruyó la familia después de su muerte. Me acuerdo cómo te reías cuando lo hacía poner nervioso. Nada le gustaba, se vivía quejando de todo y de todos, pero sin embargo con él también se podía hablar. No sé a dónde quiero llegar con esto que estoy escribiendo ni para qué lo hago, pero por lo menos me sirve para desahogarme, para sentirme un poco menos culpable, por todo lo que no hice, por todas las palabras que no te dije a tiempo. “Por mirar el otoño, perdí el tren del verano”; soy un boludo, no supe ver “que todo lo que no se da, no se acumula; se pierde”. Supongo que te dabas cuenta que pocas cosas me gustaban más que hablar con vos. Cuántos domingos desde mi infancia hasta el día de hoy me los pasé escuchándote y preguntándote sobre tu pasado y el de nuestra familia. Para todo tenías una respuesta. Cuando era chico pensaba que no había nada que vos no supieras. Eras, junto con mi mamá, una especie de oráculo de Delfos pero en la cocina de mi casa o en la tuya, allá en Gesell. Ahí fue la última vez que te vi, te di un beso y te dije que ni bien llegara a Capital, en marzo te iba a llamar. No sé por qué mierda no lo hice. Ahora ya es muy tarde. No voy a poder agradecerte por compartir conmigo “los secretos, la poesía, el refugio, el camino y las canciones que había en vos”.
Hoy, en todos lados no paro de leer y escuchar que se murió Gian Franco Pagliaro, un cantautor italiano de mucho éxito en toda Latinoamérica. A mí esa noticia no me llega, a mí se me murió
Carlo, mi tío Carlo, Carlo Pagliaro, una de las personas que más quise en mi vida.
Hasta siempre tío, te voy a extrañar muchísimo. No te imaginás cuánto.
Ojalá estés con el nono, con Laura y con Cuervita.
Te quiero muchísimo.
Fernando, Nando, tu sobrino más chico.
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